Lo informe

Aquello que no tiene forma no tiene consistencia, no tiene esqueleto, no anda, no habla, no hace. Se limita a estar, a ser. Si algo informe es animado por un ser individual, no por ello se convierte en un ser. Es una masa que es manipulada por un ser que la pone a su servicio. De hecho, la palabra masa tiene ese significado, el segundo del DRAE: "Mezcla que proviene de la incorporación de un líquido a una materia pulverizada, de la cual resulta un todo espeso, blando y consistente." Así que ya he metido la pata. La masa tiene consistencia. De hecho es la consistencia la que la hace masa, junto a su cualidad de "todo", de "espeso" y de "blando". Está también el dato del líquido y la materia pulverizada. Extraño. Pero implica la juntura de dos elementos: uno líquido y uno sólido (y pulverizado). Lo líquido es lo que fluye, lo cambiante, lo nunca igual. Lo sólido es lo rígido, lo estable, lo que tiene forma concreta. Para que ambos se puedan mezclar primero hay que pulverizar ese sólido. Así pues, para hacer una masa nos hace falta tener un sólido, pulverizarlo, y añadirle líquido. Y entonces obtenemos una masa, que es algo informe pero consistente, a lo que se le puede dar forma. De hecho toda masa se seca al contacto con el aire. Así pues, toda masa es un ente informe y consistente que desea, que busca, una forma. Si no se la damos adoptará aquella que la gravedad y el azar le confieran. Una vez que tiene la forma, se seca, se le va el líquido, se le quita lo cambiante, lo dinámico, lo inestable, y se vuelve a convertir en un sólido, susceptible de volver a ser pulverizado para componer una nueva masa con más líquido. De modo que aparecen varios verbos interesantes en todo el proceso: el triturado, la mezcla, el moldeado, el secado... y volvería a producirse un nuevo triturado.

Sin embargo, ese acercamiento descrito, no incluye a la propia masa como ser diferenciado. En todo el párrafo anterior no hay una sola mención a la calidad, textura, tipo, color, resistencia, cantidad de agua, tiempo de secado o perennidad de la figura resultante. Y sin embargo, al leerlo -y al escribirlo- no aparece ningún problema. ¿Por qué? Porque la cabeza funciona de forma idealista si no hay nada que lo evite. Y sin embargo, en la realidad, todo artesano, pastelero o albañil que trabaja con una masa sabe que tiene que conocerla, y que si no lo hace, esa masa se rebelará, y se resistirá, y que si la fuerza, o no respeta los tiempos y las acciones requeridas, se quebrará y resultará inservible, resultará fallida. Es decir, la masa exige escucha. De algún modo -y ahí está el misterio del oficio de artesano, del pastelero o del albañil- la masa "habla" a aquel que le da forma. El misterio del arte estriba en gran medida en esa relación especial con la materia. El "triunfo sobre la materia" es una falacia. Para "triunfar", es decir, para lograr una forma bella y útil, es necesario escuchar a la masa, negociar con ella, entenderla, respetarla, confundirse con ella, "ser" ella. En último término, masa y masero se dan forma mutuamente, se transforman mutuamente, son lo mismo. Y aquí, de nuevo, hay una fuga conceptual idealista, porque esa confusión es falsa, dado que las cualidades de partida entre masa y masero son distintas, y la "confusión" entre ambos es una metáfora. Se distingue al idealismo tendencioso y manipulador en que pretende transformar las metáforas en realidades, dado que niega la existencia de realidades exteriores a las propias metáforas. Porque al igual que es innegable que todo proceso en relación a una masa requiere de escucha y de "confusión" -en sentido metafórico, indirecto, intelectual, intencional- toda forma de moldeado implica un gesto, una acción, una violencia.

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