Historia de la locura en la época clásica, de Michel Foucault

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      La locura es la heredera de la lepra. Ocupa su espacio antrolopológico. Sus víctimas son distintas, pero la relación es la misma. Cuando termina el siglo XV aparece el tema de la nave de los locos.



La aparición de la locura en el horizonte del Renacimiento se percibe primeramente entre las ruinas del simbolismo gótico; es como si en este mundo, cuya red de significaciones espirituales era tan tupida, comenzara a embrollarse, permitiera la aparición de figuras cuyo sentido no se entrega sino bajo las especies de la insensatez. Las formas góticas subsisten aún por un tiempo, pero poco a poco se vuelven silenciosas, cesan de decir, de recordar y de enseñar, y sólo manifiestan algo indescriptible para el lenguaje, pero familiar a la vista, que es su propia presencia fantástica. Liberada de la sabiduría y del texto que la ordenaba, la imagen comienza a gravitar alrededor de su propia locura.


        La locura es una moral desbocada, un moralismo desbocado, abandonado a sí mismo, a la sensualidad de su propia capacidad de generar imágenes inquietantemente hermosas. El sermón convertido en poema: Donne y Shakespeare, frente a frente.

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Foucault va repasando las imágenes, con delectación nerviosa, con talento de poeta y cirujano. Menciona el Gutenmesch, el pájaro de largo cuello alambicado, que simboliza el pensamiento sobrio del buen cristiano, inicio de ese personaje castrado que aflorará tras la reforma. Aparece el Grylle, el rostro con piernas, monstruo intelectual, pesadilla de teólogo -y de actor de cine-. El rostro puro, el rostro absoluto, la nada. Me hace pensar en los "upper-neck actors" de la Inglaterra del Siglo XX -Gielgud y compañía-. El teatro de texto puro, la comedia intelectual... otra forma de monstruosidad. El cortesano "careta", el fingidor absoluto, el cínico urbano, la nada con patas...

En el animalismo de El Bosco hay mucha rata, mucha cola, mucho pico, mucho reptil. Sin embargo, hay poca baba, por ejemplo. La pesadilla está limitada por el conocimiento del mundo natural que posee el "enfermo". De ahí esa terrible sensación que provoca el "sabio loco": su pesadilla puede ser ricamente poblada y adornada, con pavores más profundos y ricos.

La historia del internamiento en Europa tiene un momento álgido en la segunda mitad del siglo XVII. Cita Foucault el registro del Hospital General de París, en el que había internados 6.000 "enfermos", el 1 por ciento de la población. Actualmente en el mundo hay 68 millones de refugiados, equivalentes a ese mismo 1 por ciento. El disciplinamiento de las poblaciones requiere el infierno de los refugiados, del mismo modo que el aumento de la productividad requería el disciplinamiento de los europeos, en la época clásica. El campo de refugiados es el equivalente contemporáneo de los centros de internamiento psiquiátrico de la época clásica. No es un fenómemo nuevo para Europa, que, hasta cierto punto, está especializada en ello.

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