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Mostrando entradas de 2016

Leyendo a Eliade

La gran conquista indoeuropea afecta a todas las culturas, a todos los pueblos. Llevan con ellos sus obsesiones: el oro, como concentración del fuego; la idea de la fecundación promordial, realizada por el fuego sobre un ámbito acuoso; la idea del nacimiento y del renacimiento a través del agua -y su relación con lo femenino-; la exaltación del caballo y el carro, la identificación del guerrero con su caballo y su consecuencia última: el sacrificio de caballos -máximo tabú, máximo sacrifico-.  La religión griega es pesimista. Sólo confía en el presente. El pasado es legendario y positivo. El futuro es la nada. El presente es sufrimiento y fugacidad. Conclusión: vive rabiosamente en el presente. Era una religión muy ineficaz como catalizador social. No se es demasiado productivo si únicamente piensas en el presente. Por contra, la religión irania -influyente en todo el Medio Oriente- es esencialmente positiva, mesiánica. Es constructora de mitos a futuro, creadora de imperios. D

Sobre El laberinto español, de Gerald Brenan

Libro maldito en España hasta bien entrada la década de los 70, a pesar de que su primera edición en inglés es de finales de los años cuarenta. A Fraga y demás carcunda les aterrorizaba que se leyera masivamente, e hicieron lo posible y lo imposible para que no se publicara. La historia de la truculenta oposición gubernativa española a la edición de 1962 -nacida en París a manos de una excepcional nómina de intelectuales en torno a Ruedo Ibérico- explica gran parte de la mugre que nos inunda hoy, y desvela a los fundadores de esta pseudodemocracia como la gentuza inmoral que eran y que son. Pese a todo, el libro es bien conocido y ha estado en millones de casas. Es una de esas escasísimas referencias historiográficas que milagrosamente cruzan el umbral de lo académico para ir al encuentro de otros lectores. Quizás a ello colabora el delicioso estilo de Brenan, que hace fluir el ensayo como si fuera un relato en primera persona que alguien abrumadoramente erudito y apasionado tiene a

Las torres del olvido, de Gerard Turner

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Ciencia ficción global, en la que se expone un futuro cercano a través del cual novela las consecuencias del calentamiento global y el colapso ecológico. Para recalar en el futuro cercano Turner primero hace un viaje al futuro lejano en siglos. Allí, a través de la mirada de una historiadora nos acercamos al material matriz de una obra de teatro. Filtros cervantinos para acercarnos a una historia con puntos épicos y con trama de acción pseudomilitar y mafiosa.            Gerard Turner escribió la novela durante los años de Reagan. Es australiano, y en Australia se desarrolla la trama. En la propia novela se establece esa década como el momento en el que las clases privilegiadas asumieron de forma inconsciente y suave el colapso que se avecinaba en pocas décadas. Esa es la explicación para el regreso a sociedades duales propio del neoliberalismo. La globalización podría entenderse, de este modo, como la reacción de pánico de las clases blancas privilegiadas de las potencias postcolo

En la orilla, de Rafael Chirbes

En un pueblo de Valencia está todo el siglo XX. Las traiciones y carnicerías, y sus consecuentes silencios y rendiciones. Todo. La larga marcha de una derrota repetida una y otra vez, como un eco de pesadilla. Chirbes lo mezcla con el barro, con el serrín, y con el ladrillo. Un marjal. Un pantano. La verdad tiene calidad lacustre y tóxica, habitada por seres microscópicos que se meten dentro de uno. La verdad es verdosa, maloliente, y anuncia muerte a su portador. El paludismo amarillo del huido, aterrorizado por las partidas de los padres de los futuros constructores de imperios frente a la costa. La mentira, por el contrario, tiene todas las cualidades de la falsa asepsia industrial: transparente, inocua, insípida, omnipresente.         Esteban, el carpintero. El hijo del viejo republicano derrotado que anotó en el revés de los calendarios los pasos a la liberación que nunca se produjo: París, Varsovia, La Habana... Y el desconcierto: Praga y ese 1968 incomprensible y verdoso com

Taxi, de Jafar Panahi

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Mimoun, de Rafael Chirbes

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Mientras intento meterme en la cabeza códigos de leyes caducas y falsas, leo a Eliade y Chirbes. Este último por recomendación ordenada de librero humanista. " Rafa era incorruptible. La única persona irreductible que he conocido. Vivía en un pueblo apartado de Valencia. No le gustaban los saraos. No hacía piña con unos ni otros. Cuando estaba en Madrid éramos vecinos. Me ofrecía su biblioteca. Buenísima, por cierto. Nunca recomendaba ningún libro. Pero cuando llegabas te había dejado uno u otro tomo sacado de la línea de la estantería. Era muy elegante en esas cosas. Los últimos años lo amargaron con las promociones. Odiaba ir de promoción. A él le gustaba escribir. Ha muerto demasiado joven. Apenas unos años más que yo. Un desastre. Para leerlo bien, empieza por el principio. Lee Mimoun. Fue su primera novela. Aquí ya está todo. Luego haría la radiografía de este desastre que es España. Pero en Mimoun está ya todo ". De la misma tacada me llevo Pecados originales , tambié

Amargo placer

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Leer a Martín Santos es un viaje delicioso y repugnante. Cuando quieres parar es demasiado tarde. Te atrapó inadvertido como una sustancia gelatinosa en los pétalos de una especie venenosa. En las páginas de Tiempo de silencio están varias de las reflexiones más inteligentes que he leído en mi vida sobre mi país y mi cultura. Es un libro estremecedor, peligroso, perfecto. Tiene numerosos momentos estelares, y escenarios ya conocidos, pero mostrados con una precisión y amargura para mí desconocidas. El laboratorio del CSIC, el Madrid de 1949 (Tirso de Molina, Atocha, Tetuán, Cuatro Caminos...), las chabolas del extrarradio, una casa bien del barrio de Salamanca, teatros, discotecas, fumaderos, clubs, la pensión, el café literario, la taberna, el prostíbulo, la cárcel.        El estilo digresivo le permite hacer todo tipo de reflexiones sobre los más variados temas, aunque hay una unidad en torno a la idea del país y su gente, y el enfrentamiento del individuo con la ciudad, con

Incendio

Arrasados por el tiempo perdido, los niños amables han vomitado este caldito insalubre. Sin agua, sin brillo, sin alegría, las traiciones se han solidificado en peticiones de perdón, de puesto, de huecos alrededor de la estufa. Los sueños alelados parieron su secreto proyecto: un cinturón de corcho alrededor de cada verdad. Se mueren los viejos, azules e hinchados de moderación y márgenes decrecientes. Y los otros, todos los demás, arrastran las pesadas piedras de su absentismo. Se ahorcó la vaca. Se murió la vaca. Se pudrió la vaca. Los lobos fueron cazados. Sus pieles adornan los vestíbulos. Los sótanos de los aeropuertos están abarrotados de infelices que creyeron existir. El eco de sus gritos no llega a las recepciones. Las paredes quedaron salpicadas de pelos, de uñas, de sangre. Y los verdugos volvieron con sus trapos, a reivindicar la bendita equidistancia de botas y porras. Volvió la sopa de la común aquiescencia: la rendición hecha piel, escondida bajo mil capas de astucia.

Miedo al miedo

El inmediato futuro de la democracia se desarrollará en la tensión entre participación y representación. La representación emergente se arroga -y sustituye, por el momento- la participación del común. La absorción por los representantes del derecho democrático a la participación directa es evidente. Las direcciones de los nuevos dispositivos de representanción están cayendo -en tiempo récord- en la misma falacia del sistema que se derrumba. La representación acoge y potencia la participación, no la sustituye. Al hacerlo, falsea una y otra. En Europa -y en el mundo- hace falta imperiosa y urgentemente una insurrección democrática, un asalto de los mecanismos del poder por parte de la sociedad civil, que ha sido sustituida por la partitocracia y las corporaciones -suponieno que sean cosas diferentes-. El fracaso de la Revolución inauguró esta etapa de degradación de la sociedad mundial, y aceleró la destrucción global a manos de los neoliberales doctrinarios. No quedan muchas oportunid