Una estación de amor, de Horacio Quiroga
Es un cuento duro, triste, despiadado. El amor juvenil de Octavio Nébel por Lidia pasa desde el candor de la adolescencia a la putrefacción de una madre morfinómana que once años después del primer encuentro muere en la quinta de Nébel. Termina todo con la entrega de un cheque de diezmil pesos a Lidia. Es un cuento sobre el amor en la civilización, que sometido a los azares y a las presiones de la sociedad termina en nada, en asco, en un cheque al portador. El estilo es escueto, y tenso. Hay algo oscuro y una absoluta ausencia de sentido del humor. Quiroga se toma en serio a sus personajes, y a su clase. Es un cuento sobre un amor desgraciado en el seno de la burguesía de Concordia a principios del veinte. Hay algo de remedo de la sociedad europea, pero más franco y brutal. El personaje de la madre es fantástico: una morfinómana que navega entre la sociedad acompañada por la morfina, que no le deja llegar a los cincuenta años. Quiroga describe el riñón de la mujer como una especie de reloj decadentista. Un cuento obsceno, que habla del deseo sin tapujos, y de la inocencia y la pureza. No hay ironía en ninguna de las dos cosas. Es un cuento de pornógrafo. Bien escrito, bien cincelado. Las elipsis son perfectas. Las conversaciones precisas. Es un buen cuento que muestra un mundo sin solución, sin puertas, sin futuro. Los personajes se hayan inmersos en ese mundo sin posibilidad de modificar nada. No hay denuncia. No hay indignación. Sólo la notación de un proceso imposible de detener. Quiroga deja entrever un escepticismo salvaje, y una fascinación por la decadencia y la catástrofe. Nébel, Lidia y su madre caminan a paso firme sin titubear hacia la resolución sin apartarse del camino trazado, sufriendo y muriendo. La morfina juega también un papel de gran pista descendente, inevitable.
Hay una elipsis gráfica divertida, muy de la época y un poqutio ñona y sobreactuada:
"Un movimiento de ropas, como el de una persona que se sienta bruscamente en la cama, siguió a sus palabras, y el silencio reinó de nuevo. Pero cuando la mano de Nébel tocó en la oscuridad un brazo tibio, el cuerpo tembló entonces en una honda sacudida.
* * * * *
Luego, inerte al lado de aquella mujer que ya había conocido el amor antes que él llegara, subió de lo más recóndito del alma de Nébel, el santo orgullo de su adolescencia de no haber tocado jamás, de no haber robado ni un beso siquiera, a la criatura que lo miraba con radiante candor."
Justo después cita a Dostoievsky y la fuerza que da un recuerdo puro en una vida. En fin.
Están todos los clásicos: la conoce un martes de carnaval, sus ojos son almendrados y un poco separados, azules con el pelo negro. Se enamora a través de una mirada.
También puede verse el cuento como uno más en la tradición de cuentos en los que una madre viciosa vende a su hija al mejor postor, con desiguales resultados. Ese concepto de venta de la niña a un joven sano y rico es omnipresente en la literatura "viciosa" del XIX. Debía ser muy frecuente ese trato. Juntas las figuras de madre y de celestina en una misma figura es indudablemente potente.
Hay un dato patético de la biografía de Quiroga: se suicidió ingiriendo un vaso de cianuro en la clínica de Buenos Aires en la que le diagnosticaron cáncer gástrico. Me recuerda al chiste de Borges y el tabaco: "no hay prisa", decía. También me parece importante que presenció el suicidio de su padrasto. Con el dinero que le dejó en herencia hizo el viaje más lamentable a París que ningún literato rioplatense haya hecho jamás. Volvió reventado, andrajoso y hambriento. Parece un arquetipo del fracaso. Amaba a Poe. Imitaba a Poe. Vivió como Poe. Triste y patético, iluminado, temeroso, vislumbrando el horror de la época contemporánea, de lo que sería el futuro. También conoció la culpa de matar a un amigo accidentalmente. No sé. Es una vida bastante horrible, la verdad. El almohadón plumas es un cuento maravilloso. Recuerdo que hizo una adaptación una compañera en la RESAD de Madrid. No le quedó muy allá la adaptación, pero recuerdo que todos disfrutamos viéndolo. A pesar de la torpeza y arritmia de la puesta en escena y de unos actores insuficientes, vimos una muestra muy linda. Ese almohadón daba muuuucho miedo. Es de las historias más horrorosas que he escuchado. Se acerca en horror al de esa boa constrictor que unos padres irresponsables regalaron a su niño. La boa stiraba hasta quedar casi como un palo al lado del niño en la cama. Preguntaron a un amigo veterinario y les explicó que estaba midiendo... El cuento mencionado es algo así, pero más horrible aún. El horror.
Esta parte del artículo de Wikipedia me gusta especialmente:
"En 1911 fue nombrado Juez de Paz (funcionario encargado de mediar en disputas menores entre ciudadanos privados y celebrar matrimonios, emitir certificados de defunción, etc.) en el Registro Civil de San Ignacio. Las tareas de Quiroga como funcionario merecen mención aparte: olvidadizo, desorganizado y descuidado, tomó la costumbre de anotar las muertes, casamientos y nacimientos en pequeños trozos de papel a los que "archivaba" en una lata de galletas. Más tarde adjudicaría conductas similares al personaje de uno de sus cuentos." Genial. Estos tipos eran unos anarquistas naturales y recalcitrantes.
La mujer de Quiroga se suicidó en mitad de la selva de Misiones, donde vivían, en 1915. Lo dejó con los dos hijos. Realmente da la sensación de que este tipo no era un dulce de leche. Más bien conseguía generar a su alrededor cierto caos catastrófico. Quiroga adoraba la mecánica, los cacharros, los ingenios. Intentó un montón de ellos. Con nulo éxito parece ser. Era un Tucker fracasado. ¿Cuántos Tucker fracasados ha dado el mundo? Erdosain es uno de ellos.
En el Clínicas, el hospital en el que murió, conoció a Vicente Batistessa, que era un hombre que sufría elefantiosis. Se hicieron amigos, y fue este amigo monstruoso el que lo ayudó a morir. Es una curiosa y bonita historia de amistad.
Cuento del más puro naturalismo. La carga de la herencia pudiendo más que el libre albedrío.
ResponderEliminarNadie elige acá. El Destino es una fuerza arrolladora que marca las vidas de los personajes jóvenes. Los padres condicionan y resuelven. No hay redención alguna.
Hijos que no son libres , perseguidos por las aberraciones familiares.
Mujeres que no están limpias generan hijas padecientes.
Una historia cruda, y el amor desvirtuado sin final feliz.
El paso de las estaciones marca lo que empieza como una fascinación juvenil
para convertirse en un despojo.
Y el brusco y perfecto final con el personaje masculino "clausurando " lo que pudo
ser una historia de amor en un desencanto.
Si alguna vez la quiso, la quiso sin lealtad.
Durísima mirada del autor sobre las relaciones humanas y las vidas truncas