La pequeña disputa

Uno sintió la cercanía de lo puro, la intuición del absoluto, el momento mágico en el que lo universal se conjuraba en la tensión de sus miembros. Fue él y fue otros muchos igual que él. Fue imagen, espejo y luz de sí mismo. Percibió el tiempo que, agazapado, dormido, inocente, había esperado a aquella noche para girar una vez más sobre la sangre de un extranjero. Sonaba una guitarra en la taberna. Enfrente, aquel otro hombre, que a dos metros de distancia, lo miraba. Era el Otro, tambaleante en su borrachera, que no reflexionó gran cosa. Alargó la mano. Quebró la botella. Avanzó. Venció. Por aquella noche...

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