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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Cosas que vio el Almirante

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: Un mástil de ciento veinte toneles; puñados de yerba recién arrancada; un cangrejo vivo, que se quedó él; leguas mal contadas, para que la lejanía no infundiera terror; un rabo de junco, que jamás duerme en el mar; y aguas más dulces cada vez, de las fuentes de El Paraíso. También vio los vientos contrarios agitarse entre las velas, y bien alegraron a todos, pues todos quieren volver. Un alcatraz, vio el Almirante, dato definitivo; y lloviznas sin viento, señal inequívoca; y un garjao, pájado de río donde los haya; y una ballena, que siempre anda cerca de la tierra. Y el Mar, que no otra cosa hay pegada a esa y a todas las tierras, costas y arenas,  vio el Almirante. Mar, Mar y más Mar. Y al otro lado, preciso e inminente, el Suelo Firme, anunciado de aire, adelantado por rabiforzados y peces golondrinos, por una caña, por un palillo labrado, por una tablilla, por una lumbre, candela titilante. Todo eso vio el Almirante.

El maestro Juan Martínez que estaba allí (Manuel Chaves Nogales)

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  Novela picaresca. Novela de perdedores. Novela de una realidad deformada y, por ello, aún más profundamente real. Aparece el viaje, la revolución, la miseria, la crueldad más obtusa, el mal. Al mismo tiempo, la aventura, el cosmopolitismo, la locura decadentista. Como toda novela picaresca es fuertemente secuencial, episódica. Una novela de novelas, de cuentos. Cuentos de personas, de grandes atrocidades y de pequeñas genialidades imbuidas de la magia de lo que sucede una vez y no más. Al leer este libro se tiene la sensación de acompañar a un héroe antiguo en sus extrañas peripecias, salvando el pellejo a cada minuto. La energía épica es asombrosa, y por ello, se convierte en una novela de lo cotidiano salida de las entrañas de la Historia. Es un libro que pone en evidencia todas las mayúscuas, que las ridiculiza por el poder de la vida y la supervivencia, y que, por contraste, convierte los giros de pequeñas vidas anónimas en fantásticas aventuras. Es un libro de Historia, de

Pequeños sabotajes

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La desidia es un sabotaje inconsciente. Un medio vivir. Un estar sin estar. Su fuente principal es la desconfianza radical hacia la acción colectiva. Cuando esa desconfianza se instala profundamente, sigue teniendo poder incluso en situaciones de ausencia de represión aparente. La construcción de un paradigma común, consensuado en puntos mínimos, es un acto colectivo de confianza y voluntad. En España esa construcción ha sido simulada, reconstruída, por medio del mito de la Transición. Lo que fue una negociación de élites y aspirantes en despachos del barrio de Salamanca de Madrid a altas horas de la madrugada, entre nubes de tabaco y ofertas que no se podían rechazar, se ha vendido como una épica construcción de masas ciudadanas. Ese deslizamiento, esa mentira, está en la base de nuestra realidad actual. Somos una comunidad simulada, que se sustituye a sí misma con una versión artificiosa y modulada por el poder en todo momento. El discurso es esquizofrénico, porque la sociedad espa