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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Bellezza romana

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Huele a azufre en el Palazzo Barberini

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Isla de perros, dirigida por Wes Anderson

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Bellísima y algo imbécil, como todo lo que hace Anderson. Excelente en lo visual, delicada en el relato y, al final, se queda uno siempre con la sensación de tomadura de pelo, de alguien que voluntariamente subvierte las normas de su propio cuento para hacer un chiste que él mismo sabe carente de la más mínima gracia. El resultado, como siempre, es melancólico. Cine pijo. Muy bonito, por otro lado. Y valiente, joder. En un tiempo de tonterías vacías, Anderson hace tonterías evocadoras. Algo es algo. O mucho. O todo, según se mire. Hay un detalle apasionante en la peli. Anderson utiliza la traducción, el subtítulo y la incomprensión como parte del juego cinematográfico. Y mola mucho. Entender y no entender, en un determinado contexto, pueden ser dos caras de la experiencia y de la narración. Es muy sofisticado como sistema de comunicación -incluir la descomunicación-. Y muy nouvelle vague.

Yo estoy vivo y vosotros muertos, de Emmanuel Carrère

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Terminé comprando este libro porque no podía hacer otra cosa. Y merece la pena. Es un género extraño: novela biográfica. Me hace pensar en el Fouché. El suelo de verosimilitud se mueve todo el tiempo, como si Carrère estuviera haciendo un homenaje al propio Phillip, a su naturaleza de Gran Rata que cambia, a su antojo y en cualquier momento, las reglas del Monopoly o de la terapia psiquiátrica en la que está inmerso. El punto de vista es una broma. Una gran farsa. Ubik. A partir de esa gran premisa, la farsa, la descomposición, Carrère construye su Phill. Es un saboteador. Al test de Turing -que únicamente exige verosimilitud de humanidad-, él le añade la Caritas cristiana, la empatía. Eso supone introducir una variable de forma gratuita. Y la introduce para escribir Blade Runner. Y funciona. Corromper las normas. No negarlas. Corromperlas. Dick no replica. Dick no discute. La discusión puede ser peligrosa para su supervivencia. Turing publicó el test en un ensayo de  1950

Nos vemos allá arriba, dirigida por Albert Dupontel

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Está basada en el bestseller Au revoir là-haut, escrito por  Pierre Lemaitre, que también ha participado en el guión, junto al propio Dupontel. Esa cercanía entre escritor y realizador funciona, porque la trama, por si misma, tiene una dimensión monstruosa. Es una historía sobre las consecuencias atroces de la Primera Guerra Mundial en los rostros de los soldados y en la locura posterior en torno a la construcción de una memoria falsa y cargada de ideología reaccionaria. Es interesante el tema de los concursos para monumentos. Meses después de ver esta peli encontré esto en Roma: Son figuras de escayola sacadas de los archivos del Ayuntamiento de Roma. Estos modelos, que suelen -o solían, no sé cómo será ahora-, tener una altura de cincuenta o sesenta centímetros de altura servían para que los jurados de los concursos de monumentos públicos votaran o tomaran las decisiones pertinentes sobre qué nuevo coso iba a aparecer en el espacio urbano. Al verlos todos juntos, l

El collar rojo, dirigida por Jean Becker

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En 2018 en Francia se han producido varias películas antiépicas con el fondo de las guerras mundiales y sus consecuencias. Es interesante este punto de vista porque la amenaza del patriotismo de ultraderecha está siendo contestada con inteligencia y con profundidad. Al final del camino de Le Pen y Vox está la guerra, explícita o implícita, exterior e interior. Y la guerra tiene consecuencias y produce cantidades ingentes de dolor y tristeza. En esta peli antigua, como si Jean Becker estuviera haciendo una película de su padre, priman la luz y la ternura. Es una peli sencilla y hermosa. Clasica y divertida. Más amarga, más dura, más profunda, Les Gardiennes, de 2017, peli dirigida por Xavier Beauvois. Por cierto, que es muy curiosa la decisión de los distribuidores españoles, en cuanto al cambio de cartel:    Nuestra querencia por el costumbrismo agota.

Los hijos del deseo, de Gabrielle Piquet

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Un cómic hermoso. Puro dibujo, puro placer. Perfecto en la ejecución. La estructura de las páginas es única y divertida a cada momento. Un caos organizado inspiradísimo. El tema, además, es poco tocado y tiene una potencia terrible: la maternidad como amenaza. Al mismo tiempo trata el tema -también poco conocido- de las consecuencias de la colonización norteamericana de Francia tras la Segunda Guerra Mundial que De Gaulle cortó en los años sesenta. En mitad de la guerra fría los franceses recuperaron su independencia de facto en un acto de desobediencia política que el resto de Europa meridional no fue capaz de llevar a cabo. Actualmente hay bases OTAN en Italia, España y Grecia, además de toda la actividad más o menos encubierta en el Magreb. El cómic retrata con precisión las consecuencia traumáticas a largo plazo de esa amigable invasión de supuestos  colonizadores demócratas. A través de esos dos temas termina configurándose un retrato antiépico de una familia. Gabrielle Piqu

Una pequeña historia egipcia

Se inició el cinco de febrero del año 1166 anterior a nuestra era, por aquel entonces conocido como décimo día de la estación de Pa en Mejer, en el décimo octavo año del reinado del faraón Ramsés III, encarnación de Horus, hijo de Ra, divino guía de los Tres Reinos, y portador de otro medio centenar de títulos que lo elevaban, a ojos de sus súbditos, a la categoría de ente inapelable y divino. Fueron ciento veinte trabajadores, de los más diversos oficios, desde albañiles a canteros, pintores, tallistas de relieves o escultores, ocupados todos ellos en la construcción de tumbas en Deir el Medina, en la ribera occidental del Nilo, y dependientes, por tanto, del Estado. En los últimos tiempos se acumulaban problemas graves que todo el mundo percibía: inflación, escasez, guerras múltiples e incomprensibles, corrupción y esclerosis burocrática.   Los obreros llevaban más de veinte días sin recibir sus salarios porque el gobernador de Tebas oriental y sus segui

Fugitiv, de Laurent Maffre

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Un cómic sobre el héroe anarquista, huido de la Guayana y cuyo caso sirvió para empezar a terminar con el infierno de las colonias penitenciarias en el Caribe. Dieudonné creció en un horfanato, en el que aprendió ebanistería. En la adolescencia empezó a leer autores anarquistas y tras el servicio militar se hizo sindicalista. En 1911 le inculpan por el asesinato de dos empleados bancarios. Fue un montaje. Le condenaron a la pena de muerte y el presidente Pointcaré, ante el escándalo suscitado por lo cutre del proceso, lo indultó y transformó la sentencia a muerte en una sentencia a cadena perpetua a trabajos forzádos. Allí empezó su carrera como evadido. Nunca renunció a la libertad. Finalmente, fue excarcelado e indultado definitivamente tras campañas internacionales en su favor. En 1933 Jean Vigo pretendía rodar una peli sobre su huida con el propio Albert Londres, autor del libro en el que se basa el cómic.

Blankets, de Craig Thompsom

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Dolorosísimo. El Medio Oeste. La religión. La culpa. El amor. La libertad. Su ausencia.

En los pasillos, y Herbert, dirigidas por Thomas Stauber

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He visto estas peli por casualidad, como casi todas. Más bien gracias a la intuición de alguien más listo que yo. Qué enorme placer descubrir gran cine en madrugadas de invierno. Comienza como una peli de Kaurismaki, y se va haciendo más compleja y rica. Una versión contemporánea de Woyzeck. La picadora de carne de la modernidad postmoderna. Lo que Buchner intuyó antes de todo, reproducido después de todo.  Actores maravillosos en un universo de cuento. La caída de la Alemania soñada que nunca fue. Un grupo de camioneros convertidos en reponedores de supermercado. Las aspiraciones rotas de los que un día quisieron volar, y que ahora se deslizan entre enchufe y enchufe. Las heridas de un futuro truncado. De un pasado truncado. De vidas rotas y acabadas.  Bruno, el personaje interpretado por el enorme Peter Kurth, termina lo que no se atrevió a hacer en Herbert, la primera peli de Steuber. Aquel boxeador reconvertido en matón se reencarna en este tierno excamionero que cede