La ley

Contrapesos, medidas, controles, límites, vigilancias. Si los rebasas, serás castigado. A no ser que lo hagas de una forma lo suficientemente monstruosa como para infundir terror en los demás, en sus hijos y nietos. El delito es un concepto cuantitativo. El terror también. Tanto, que cuando se ejerce sobre una comunidad durante el tiempo suficiente y utilizando todos los medios de presión física y psicológica disponibles, termina confundiéndose con la apatía. El sometimiento se convierte en una forma de hedonismo. Quizás sean lo mismo.

Existe el poder y la voluntad, y la ley es una forma de legitimar ese poder y esa voluntad, un modo de facilitar la vida a los poderosos para que no tengan que estar haciendo un constante y económicamente ruinoso ejercicio de violencia. Al mismo tiempo la ley crea espacios concretos dentro de la sociedad para que aparezca un campo de juego factible para el desenvolvimiento de los individuos. Esta es la llamada "seguridad jurídica" que garantiza las inversiones. Por supuesto, el procedimiento que lo origina todo sigue vigente cuando la situación se complica. La ley deja paso a la pura extorsión cuando los jugadores se acercan al verdadero poder. La ley establece entonces la organización de los claros del bosque en los días soleados. Cuando venga la tormenta y la noche volverá la espada. Por un lado la ley se ofrece como una concesión, y por otro, se ejerce como un blanqueador de la situación real subyacente. La ley es cortina de humo, legitimación de lo oculto, discurso desmovilizador, maniobra de distracción, mentira.

Tras la ley está la autoridad y la sanción. Autoridad, ley y sanción. Sanción, ley y autoridad. No existe legislador sin autoridad. No hay legislador sin poder. No hay poder sin capacidad de sanción. La ley no es una abstracción ideal. La ley es un modo de organizar a los hombres y, por tanto, una forma de sublimación de la violencia antropófaga originaria. Se supone que la ley -para considerarse tal- tiene que ser dictada por una "autoridad soberana". Las palabras esconden precariamente su origen. "Soberanía" es un término que explotó en su desarrollo durante el XVIII. Soberanía nacional, soberanía popular, etc... La teorización ilustrada y revolucionaria de la soberanía es un modo de abstraer el fluido-poder para extenderlo y distribuirlo entre cada ciudadano. La mutación de la soberanía del rey -derivada de dios- frente a la soberanía del gobernante moderno -derivada del pueblo- es el resultado último de la revolución liberal. En mi opinión tan falso es un origen como el otro. La soberanía popular es una construcción tan idealista y forzada como la soberanía divina.basada en el origen último del "soberano" y de su corona. Son dos formas de legitimación de la ley -basada, insisto, en el ejercicio efectivo y presente del poder- que ayudan a sustituir violencia real por violencia sublimada, violencia "fea" por violencia "simpática". Evidentemente han demostrado ser formas mucho más económicas -sobre todo para las élites- de ejercicio del poder. Y los sometidos tienden al hedonismo. Con lo cual todos contentos: las élites pueden continuar ejerciendo el poder y negociándolo entre sí de forma discreta y las masas pueden continuar entregadas a la apatía sin siquiera percibir la infinita cantidad de violencia que todo el edificio genera sobre ellas.

La ley es un gran negocio económico y psicológico, una forma más del complejo-moneda que incluye al resto de construcciones engrasadoras de la actividad social: el amor de pareja, el amor filial, la amistad, la confianza en el trato, el amor al trabajo, la vocación, la exaltación estética, etc... Maneras de ayudar a que la máquina ande un poco más allá del grupúsculo nómada, resignificaciones del canibalismo. O que yo tengo un día raro, vete tú a saber. 


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