Einstein, su vida y su universo, de Walter Isaacson




Biografía periodística, muy documentada, muy interesante y amena. Es una lectura que atrapa. Ha sido mi lectura favorita durante estas primeras semanas en Baires. Me acompañó durante el viaje y ha contrapesado toda la increíble energía de la ciudad. Era un refugio, un lugar al que ir: la vida de Einstein.


De todas los rasgos de la personalidad de Einstein hay tres que condicionaron su vida de manera fundamental:

- En primer lugar, su creencia en un orden total. Esa idea es la que le guió en las intuiciones que le llevarían a la teoría de la relatividad general. En su cabeza funcionaba un mecanismo sintetizador de leyes y conocimientos anteriores y de experimentos mentales propios. Al hacerlo dejaba atrás conceptos caducos, y abría el camino a otros nuevos, en un proceso acelerado de detrucción creativa. Establecía relaciones entre cosas que hasta que él las pensó así parecían aisladas. Ese esfuerzo, sin embargo, sirvió para el nacimiento de la mecánica cuántica y la física contemporánea, en la que lo aleatorio y la probabilidad aparecen como rasgos definitorios. En ese salto de sus discípulos y continuadores Einstein vio siempre una deformación, una suerte de teosofía resucitada. Los últimos cuarenta años de su vida trató de encontrar un modo de proponer un sistema unitario de conocimiento físico que explicara el universo sin echar mano del azar y del principio de incertidumbre. Einstein se negó a admitir que el universo está más allá del concepto de "lo real", y que es una especie de fantasmagoría probabilística condicionada por el mismo hecho de la observación.
- En segundo lugar, su implicación con los problemas históricos que vivió. Einstein experimentó la historia de la primera mitad del siglo XX en sus propias carnes. Fue un nómada, exiliado y fuertemente sometido a todo tipo de presiones políticas y mediáticas. En gran parte de sus actitudes primó un sentido moral de la racionalidad basado en universales, en ideas de respeto y amor por la Humanidad, a la manera de los ilustrados deístas del XVIII. Tras esas posiciones se trasluce una creencia en ese dios de los ateos franceses, una deidad amante del orden y de la felicidad del hombre, un buen dios que se manifiesta en la perfección del engranaje de la naturaleza. Es el dios de Voltaire, el dios de Spinoza. Todo ese edificio moral se vio sacudido por el nazismo. El nazismo y el holocausto hicieron del pacifista Einstein un partidario de la resistencia militar. Su colaboración en los primeros momentos de la confección de la bomba atómica son muy significativos, en ese sentido. Lo mismo puede decirse de su apoyo al estado de Israel una vez que se fundó. Las contradicciones y tensiones que ello implicó atravesaron su vida.

En el artículo Para la abolición de la guerra, publicado el 20 de septiembre de 1952 en la revista japonesa Kaizo, Einstein (1981) señaló: “"Mi participación en la construcción de la bomba atómica se limitó a un único hecho: firmé la carta dirigida al presidente Roosevelt. En ella el énfasis se ponía en la necesidad de preparar experimentos para estudiar la posibilidad de realizar una bomba atómica. (...) Era consciente del horrendo peligro que la realización de ese intento representaría para la humanidad. Pero la probabilidad de que los alemanes estuvieran trabajando en lo mismo me empujó a dar ese paso. (...) "No me quedó otra salida, aunque siempre he sido un pacifista convencido. Matar en la guerra no es en mi opinión mejor que un asesinato vulgar". Contrasta esa postura, por ejemplo, con las de otros físicos implicados.

Richard Feymann, por ejemplo, uno de los más destacados y jóvenes científicos del proyecto Manhattan, habló así de la nocho en que se produjo la explosión en Hiroshima:

"La única reacción que recuerdo -quizá yo estaba cegado por mi propia reacción- fue una euforia y una excitación muy grandes. Había fiestas y gente que bebía para celebrarlo. Era un contraste
tremendamente interesante; lo que estaba pasando en Los Álamos y lo que al mismo tiempo pasaba en Hiroshima. Yo estaba envuelto en esta juerga, bebiendo también y tocando borracho un tambor sentado en el capó de un jeep; tocando el tambor con excitación mientras recorríamos Los Álamos al mismo tiempo que había gente muriendo y luchando en Hiroshima"

El tercer elemento de la vida de Einstein que sin duda lo marcó fue su vida emocional y familiar. Fue un tipo apasionado y caótico en sus relaciones, contradictorio, cariñoso, desapegado, valiente y cobarde a un tiempo. Sus esposas, hijos y amantes tuvieron en el un verdadero tobogán emocional que agitaba todo lo que se movía a su alrededor. Era alguien con un fortísimo magnetismo personal que desencadenaba tremendas reacciones en lo humano.


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