Capusotto




Diego Capusotto, también conocido como Peter Capusotto, es uno de los grandes del humor argentino contemporáneo. Su carrera se ha desarrollado básicamente en la televisión, en programas como Cha Cha Cha, Todo por dos pesos y Peter Capusotto y sus videos. Al lector argentino le parecerá obvio hablar de él, dado que es absolutamente conocido, admirado y criticado. Para aquellos que no lo conozcan les recomiendo su trabajo. A mí me parece maravilloso, y una puerta fantástica para conocer la cultura popular desde la parodia.


Su estilo es rápido, paródico, salvaje e irreverente. Lo que se espera de cualquier clown. La diferencia, en su caso, es el cuidado con el que trabaja las referencias, su intento de concretarlas lo máximo en la historia del país. Hacer un sketch llamado "el picnic montonero" (con "chicas, buen humor y armas largas") o crear a Micky Vainilla, cantante pop nacional socialista que ante las imágenes de los desfiles de Nuremberg exclama "oh, qué lindo, los carnavales de Gualeguaychú!", le da un punto de peligro y de derrape a su humor que a mí me lo hace grande. Viniendo de fuera es increíble la cantidad de puntos de vista, de complejidad, que su humor ofrece sobre la Argentina actual.


Los fragmentos paródicos de ¿Hasta cuándo?, por ejemplo, tocan el problema de los medios amarillistas y alarmistas actuales desde un punto de vista lúdico y salvaje a un tiempo. A través de la precisión -el ritmo y estilo de los programas de radio matutinos están absolutamente clavados- hace una crítica de algo omnipresente y terrible: la reprogramación social con técnicas de terrorismo mediático.


Otro tema que toca con frecuencia es la historia argentina. Es sorprendente el caudal de información histórica que Capusotto asume en sus espectadores. Siendo extranjero hay muchas cosas que se deslizan ante uno provocando curiosidad o despertando la intuición. Pero revisitar la historia del propio país desde el humor dirigido a un público amplio me parece muy interesante. Los skechts sobre la composición del himno o Bombita Rodriguez, el "Palito Ortega montonero", son verdaderas joyas.


Y, por supuesto, el rock and roll, su tema preferido. Sucede que el rock es una especie de cajón de sastre en el que se manifiestan casi todas las patologías y fantasmas de una sociedad. Desde su nacimiento el rock tiene esa cualidad, de aglutinar las periferias del inconsciente colectivo y devolverlas a través del mainstream. Negritud, contracultura, libertad sexual, drogas... todo entra y sale del rock como por una fábrica de fiambre, y puede entrar entonces en la cultura popular general debidamente digerido. Esa es la paradoja del rock, su grandeza y su ridiculez. El rock es una traición antropológica desde su nacimiento, porque incluye lo excluído sin modificar realmente nada. Es una especie de vehículo revolucionario hedonista y ficticio, una suplantación de la acción histórica real. Y de esa paradoja germinal Capusotto extrae una fuente inagotable de tarados deliciosos, en los que nos reconocemos desde nuestra más exaltada estupidez. Al tratar así el rock lo utiliza como una puerta trasera para la crítica social más amplia, pero utilizando ese guiñapo forzadamente prestigiado. Y encima con un cariño tremendo por la música.


Esto último creo que es otra de las claves de este tipo: toda su mala leche tiene dentro un elemento de comprensión, de cariño, de extraña ternura. Hay mucha gran literatura detrás de Capusotto, mucho cine, mucha técnica actoral, mucha reflexión, mucha humanidad.


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