Navidad. Frío. 

Hobbes y Descartes, los dos fundadores de la filosofía moderna, coincidieron en un punto: la concepción mecanicista del cuerpo humano.Tres siglos antes de las vanguardias artísticas y de Meyerhold, vieron al ser humano como una máquina en proceso de optimización. Escribe Federici que la primera máquina de la que se valió el capitalismo y que desarrolló y puso a punto fue el cuerpo humano. Al mecanizar el cuerpo se los convirtió en una máquina productiva y se le dio una "función". Evidentemente el placer o cualquier otra búsqueda quedó censurada. Y así hasta hoy. El hedonismo del último tercio del siglo XX tiene más que ver con la necesidad de aumentar la demanda, al consumo, que a una verdadera liberación corporal. ¿O no? ¿Será duradera la revolución sexual y de las costumbres y desembocará en otra relación con el cuerpo? En principio parece que no. Las enfermedades siguen teniendo que ver con la optimización mecanicista del cuerpo, bien por escasez o bien por exceso de consumo y estrés. Y en medio cosas como el SIDA, que parece la enfermedad perfecta para una sociedad neoconservadora y ultraliberal. 

Hay una imagen potente en relación al dualismo cartesiano: la mente y el cuerpo. La mente es la élite dirigente, el cuerpo el pueblo bárbaro, la mente es el hombre instruído, el cuerpo las mujeres atenazadas por sus compromisos maternales y fisiológicos, la mente el hombre blanco, el cuerpo todos los demás, etc... El dualismo mente/cuerpo tiene profundas implicaciones políticas e históricas. El pobre aparece siempre caracterizado como "vigoroso, robusto, grosero, irascible y desordenado". Esto creo que cambia en España. Los campesinos de Lope, por ejemplo, suelen ser personajes serenos e inteligentes, nada irascibles, y más bien calculadores. Sobre todo si eran hidalgos. Pero Federici se refiere más a los pueblerinos de Shakespeare y del Renacimiento italiano, que en ese sentido es mucho menos popular. Así, el cuerpo en el tiempo ideal capitalista se vuelve un impedimento a la Razón, y queda identificado con la mujer y con el negro, e indirectamente, con lo no diferenciado, con lo común. Lo que nos une indefectiblemente a los demás está en nuestro cuerpo. Los instintos son súbditos, y la mente los gobierna, y la revolución acecha. Siempre está ahí, a punto de suceder.

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