Andrés Vesalio fue un gran médico belga del Renacimiento, que terminó como médico de Carlos V y de Felipe II. Este último le conmutó una pena de muerte a cambio de una peregrinación a Tierra Santa. El motivo de la condena fue la disección que realizó a un joven noble español tras su muerte y el descubrimiento, al abrirle el pecho, de que el corazón aún latía. Fue condenado por la Inquisición, por haber realizado actos oscuros y diabólicos. Por supuesto, bajo la protección del joven Felipe II. Todo esto a cuento de la lectura del libro de Silvia Federici Calibán y la bruja, que me sigue fascinando. Lo primero que hay que disciplinar en una sociedad capitalista es el cuerpo. El cuerpo del trabajador se convierte en un espacio de intervención política, en una plaza a conquistar y dominar. La productividad, su aumento, empieza en el cuerpo de los trabajadores. Y en el Renacimiento se inicia este proceso mediante la mecanización, la tecnificación del concepto del cuerpo humano. Al insistir sobre sus condiciones anatómicas aisladas, el cuerpo se vuelve fábrica y mercancía. La medicina occidental sigue pagando esto. La especialización bestial que dificulta muchas cosas y posibilita otras.

Hoy hace doce días que me han extirpado el apendicitis. Quince días antes había cogido un avión. Me pregunto qué parte de mi cuerpo participó en esa "decisión". El cerebro es un instrumento misterioso, que participa de muchos impulsos inconscientes. Permitir que esos impulsos se cuelen en nuestras decisiones es importante.

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