Religión
"Esta crisis fue el resultado de una regulación inadecuada y una expansión del crédito agresiva y exagerada. Muchos modelos subestimaban la posibilidad de condiciones extremas. Se puede decir que algunos economistas son responsables por diseñar esos modelos. Pero se trató más bien de un problema de implementación de los responsables de la política económica antes que un error en los fundamentos de la teoría." Esto lo ha dicho Roger Myerson en la Conferencia de Lindau, en concreto en el marco de los encuentros entre premios nobeles de economía. Es decir, como en los buenos tiempos del stalinismo, si la cosa no funciona es que el político que la maneja no sabe usarla, pero el modelo macroeconómico es perfecto. La ortodoxia neocon va a seguir manteniendo el discurso, porque ni hay que refundar nada, ni en el fondo hay ningún problema. Vivimos las consecuencias de una molesta incidencia en el sistema motivada por políticos mediocres, salarios demasiado altos, excesivo tamaño de los estados y desmotivación de la población para el emprendimiento a causa de los sistemas de sobreprotección social.
En mi opinión, lo interesante de esta explicación de lo que estamos viviendo es que es similar a cualquier dogma religioso basado en la culpabilización del adepto: suceda lo que suceda, percibas lo que percibas, la culpa es tuya, y de los intermediarios que puedan "entender mal" el mensaje. El dogma, en cambio, está y estará siempre por encima de todos ellos, porque es perfecto, porque procede de Dios. El luteranismo fue una respuesta contra eso, una reivindicación de la "teología privada", de la lectura independiente de las escrituras, de la capacidad de cada cual para plantearse preguntas. La respuesta de los teólogos católicos -españoles, mayormente- fue que el súbdito no tiene capacidad para entender la complejidad de los dictados del Altísimo y que las manzanas podridas en el seno de la Iglesia no podían caracterizar ni desprestigiar a la Iglesia en su conjunto.
Conclusión preliminar: lo que tenemos encima no es el fracaso de un paradigma teórico ni de una ideología. Lo que tenemos encima es la fase exasperada de un sistema religioso fanatizado. El dogma capitalista ortodoxo de hoy se comporta como el molinismo o el arbitrismo derivados del Concilio de Trento. Y no pretendo hacer ninguna comparación hiperbólica. Creo que verlo así sitúa la colisión entre ciudadanos y entre ciudadanos e instituciones en su justo lugar. Es decir, no hay nada que argumentar en el fondo, porque no se está librando una batalla de ideas ni de propuestas, sino la demolición paulatina de una teocracia totalitaria y genocida. Las dantescas hambrunas de estos meses no tienen otro origen que la inseguridad de los inversores que han buscado en los mercados de futuros sobre alimentos el modo de proteger su capital. Las consecuencias directas han sido el aumento delirante del precio de los medios de producción y la acumulación de la tierra por monopolios globales. Las guerras y las sequías son elementos que se añaden, pero no explican nada sin lo anterior, a pesar de los denodados esfuerzos de los medios de comunicación en desinformarnos.
En mi opinión, lo interesante de esta explicación de lo que estamos viviendo es que es similar a cualquier dogma religioso basado en la culpabilización del adepto: suceda lo que suceda, percibas lo que percibas, la culpa es tuya, y de los intermediarios que puedan "entender mal" el mensaje. El dogma, en cambio, está y estará siempre por encima de todos ellos, porque es perfecto, porque procede de Dios. El luteranismo fue una respuesta contra eso, una reivindicación de la "teología privada", de la lectura independiente de las escrituras, de la capacidad de cada cual para plantearse preguntas. La respuesta de los teólogos católicos -españoles, mayormente- fue que el súbdito no tiene capacidad para entender la complejidad de los dictados del Altísimo y que las manzanas podridas en el seno de la Iglesia no podían caracterizar ni desprestigiar a la Iglesia en su conjunto.
Conclusión preliminar: lo que tenemos encima no es el fracaso de un paradigma teórico ni de una ideología. Lo que tenemos encima es la fase exasperada de un sistema religioso fanatizado. El dogma capitalista ortodoxo de hoy se comporta como el molinismo o el arbitrismo derivados del Concilio de Trento. Y no pretendo hacer ninguna comparación hiperbólica. Creo que verlo así sitúa la colisión entre ciudadanos y entre ciudadanos e instituciones en su justo lugar. Es decir, no hay nada que argumentar en el fondo, porque no se está librando una batalla de ideas ni de propuestas, sino la demolición paulatina de una teocracia totalitaria y genocida. Las dantescas hambrunas de estos meses no tienen otro origen que la inseguridad de los inversores que han buscado en los mercados de futuros sobre alimentos el modo de proteger su capital. Las consecuencias directas han sido el aumento delirante del precio de los medios de producción y la acumulación de la tierra por monopolios globales. Las guerras y las sequías son elementos que se añaden, pero no explican nada sin lo anterior, a pesar de los denodados esfuerzos de los medios de comunicación en desinformarnos.
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