El futuro

Microteatro. Teatro Documento. Teatro Tecnológico. Teatro Digital. Teatro Social. Estos días apenas pienso en nada que no sea "social". Pero el teatro sigue llamando a la puerta del interior, del autoconocimiento. Autoconocimiento colectivo y autoconocimiento individual. Preguntas. Siempre preguntas. La urgencia lleva a destacar las respuestas. Negativas, casi siempre. Desde el punto de vista individual, el teatro sigue tocando nuestro miedo. El miedo genera la mayor parte de los conflictos individuales del teatro contemporáneo. Quedó atrás el tedio. Tras unos años de subidón especulativo volvemos de neuvo a la angustia de la elección, del fin. Existencialismo y teatro, una pareja desastrosa e incomprensiblemente fructífera. Hasta la segunda mitad del siglo XX el teatro universal celebró la fugacidad de la vida. Desde entonces nos lamentamos de ella. La vida salvaje huyó de los escenarios, y se mantuvo únicamente a través de la alegría de los musicales y el cabaret. El "teatro intelectual" se ha pasado décadas exponiendo el miedo a la muerte y la nada del hombre contemporáneo. La mayor parte de la población no lo entendía, porque no tenía miedo a la muerte, sino a que su vida fuera aburrida y vulgar. Y así estuvo el teatro. Y ahí seguimos. Ironía aparentemente sofisticada, psicologismo quejumbroso, aburrimiento... A veces se intenta disfrazar con un nihilismo aparentemente gamberro, pero que no hace más que incidir en el inexistente "silencio de dios", que solamente percibieron los monaguillos ascendidos a gestores subvencionados. Mientras tanto el público seguía pidiendo folletines y números espectaculares. Y ahora, cuando la cosa se puso fea, el teatro calló y cayó. No veo nada que interpele, que esté a la altura del tiempo que vivimos. Y me siento incapaz de dar una respuesta. En cuanto a la autoconsciencia colectiva, seguimos igualmente parados. Ya no conciencia de clase, es que el teatro se está volviendo incapaz de emitir una imagen de ciudadanía o pertenencia. Y cuando lo intenta busca en los escombros de la épica, encontrando sólo eso, escombros. Pero la fuente está en la calle. Y no veo la puerta de entrada de la calle al teatro. Y cuando creo verla descubro que están de nuevo malversando géneros, y dándole la razón a los nostálgicos. Harto. Deseoso de algo nuevo. Quiero algo nuevo. Espero algo nuevo. Camino hacia algo nuevo.
           En cuanto al teatro madrileño o español, específicamente, me empieza a dar igual, porque no existe. Se acabó el teatro "nacional". Se acabó el teatro local. Todo es teatro. Teatro global. Hay que pensar en grande, innovar en grande, y hablar de concretos, locales o remotos, pero concretos. Hechos concretos, amores concretos, muertes concretas, pollas y coños concretos. Basta ya de hablar de "el amor". "El amor" no existe. No existe. Existe el tuyo, el mío, el nuestro, el que sea, pero uno. Y puede ser compartido, incluso masivo, pero nunca será general. Estoy harto de esa basura de la "Naturaleza del Hombre". Y siempre aplicado a Shakespeare cuando en el fondo quieren apoyar la sacrosante idea que se resume en "todos somos unos hijos de puta". Lo cual es posible que sea cierto en sus cabezas de psicóticos, pero no a mi alrededor.

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