Al final del Arco Iris, de Vernon Vinge



Cada seis o siete años, escribe una novela. Una novela larga en la que explica sus suposiciones para el futuro. Es un especialista en información, y uno de los creadores del concepto de "singularidad". En este caso, nos habla de la realidad "vestida", de la realidad formateada por cada operador de la red por medio de lentillas. La población vive una especie de realidad virtual aumentada terrorífica y estúpida. El no lo juzga. El conjunto es un aburrimiento. En ese futuro no merece mucho la pena vivir. Incorpora también temas clásicos de la CF: la pérdida de intimidad a causa de un uso no equilibrado de la tecnología. Es una obsesión puritana, muy anglosajona, muy aburrida. Internet nació así: es una arma para espías y pajilleros, la tierra prometida del "alias", del "heterónimo". Tradición anglosajona, de máscara, de doble vida: Jeckyll and Hyde, contribuyente impasible diurno, disciplinado esclavo nocturno. Creo que la intimidad otras culturas es más interesante, porque está diluida en muchas otras circunstancias y actitudes. La obsesión por la intimidad esconde brutalidad, en el fondo. Resguardamos nuestra intimidad constantemente, de hecho. Hacerlo con gracia no depende de una clave de acceso o de mantener determinadas distancias. Es más complejo, más interesante. Pero en las ucrologías de CF se suele presentar de manera frontal, a lo bestia. Otra obesesión en la novela es el PODER. Poder absoluto, planetario, tiránico. Al mismo tiempo la tecnología lo destruye, lo construye, y lo vuelve a destruir. El futuro dibujado por Vinge se parece a una palpitante realidad que se reproduce a sí misma, cambiando a toda velocidad para permanecer intangible y eterna. Hay algo egipcio, algo monstruoso. Y él no parece preocuparse mucho. Su punto de vista es distanciado y anecdótico. Mejor. Estoy harto de los escritores moralistas. 
           Otro punto que me interesa de la novela es la idea que tiene del conocimiento Vinge. Casi todo lo que aprendemos es prescindible. En cierto modo, el conocimiento humano es innecesario. Pero ahí radica el placer de sumergirse en él y su importancia. Esa paradoja no está muy desarrollada, pero sí es constante la caricatura del pragmatismo enfermizo de aquellos que en ese mundo controlan la "red", que es como la de ahora pero totalizadora de la experiencia humana. Igualmente se ríe a ratos de los reaccionarios, que no pueden dejar atrás el siglo XX. 
           Muy interesante la proyección sobre el hardware que realiza el autor. Vaticina que la manipulación de hardware será un delito gravísimo en el futuro. El hardware será el marco. Hay bastante cachondeo sutil sobre Apple. Una informática no susceptible de ser destripada tiene algo de nazi. Y Vinge lo dice sin ambajes. La modificación de harware en el futuro supondrá poner en cuestión el discurso dominante.
          En la novela hay una constante tensión entre lo laboral y lo familiar. Las relaciones humanas están muy bien dibujadas, y marca un futuro de cierta banalidad. Los contemporáneos de ese mundo, aquellos que han abandonado el viejo siglo XX -que en ese mundo equivale a haber abandonado la cultura anterior a Apple y Microsoft- no tienen un arsenal afectivo muy diferente del que tiene un personaje menor de folletín. De hecho, por eso he puesto este vídeo en el encabezamiento. Steve Jobs es un anormal. Y un genio. A la vez. Melodramático, efectista, falso, estúpido, genial, gamberro, inspirador, potente, ignorante, peligroso, astuto. Vinge se inspira en la gente de "el valle". 
          Vinge se burla de los movimientos populares del futuro. Sobre todo de los inspirados en la red. Me pregunto qué piensa ahora de la primavera árabe y del 15M.
            Por último, toca el tema del cerramiento de la red, de la privatización de los espacios públicos. Internet de pago, con sus servidumbres de paso y tasas, como los puentes y caminos de la Edad Media. Vinge cree que van a conseguir un cerramiento casi total a través de los micropagos. Apple es el rey de los micropagos y parece que va ganando. ¿Micropagos, microdecisiones políticas, microdecisiones vitales? No sé...

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