Historia de Maya, de Mario Vargas Llosa

Parte de la premisa del fracaso absoluto de la esperanza de la izquierda, en cualquier lugar, país o situación. Es una convicción previa al inicio de la escritura e incluso de la propia reflexión. A partir de ahí traza el origen de la guerrilla peruana con falsa actitud de periodista o escritor. Es un fiscal. La novela es deliciosamente legible, hipnótica. Es muy tranquilizador sumergirse en esta falsa búsqueda, porque sabes en todo momento que todo el pescado está vendido. Igual que en Spielberg. Al mismo tiempo, todo fluye con astucia. Es una visión transversal a treinta años de Perú: corrupción y violencia, básicamente. Para Vargas Llosa no hay nada más que rescatar de su país, al que en las últimas páginas declara como odioso y sin remedio. Me sorprende que este tipo se llegara a presentar a las elecciones creyendo que podía ganarlas. Muchos años antes había declarado su asco. Sin embargo, sus descripciones son fantásticas: precisas, imaginativas, divertidas. La sátira no se le termina de dar, aunque lo intenta a conciencia. La admiración de Vargas Llosa hacia Borges le destruye, porque evidencia las diferencias. Creo que la magia como escritor de Vargas Llosa está en su ego oceánico. Lo único que realmente se salva de sus novelas es él mismo, que aparece sumergido en esos mundos de imbéciles, sufriéndolos. A veces comete tonterías, pero sólo porque el ambiente en el que se mueve es un desastre. Es un escritor curioso, Vargas Llosa. Leerlo es siempre un placer, porque escribe para un lector universal en el que es muy fácil tranformarse. No me siento interpelado por su obra. Pero me resulta fácil disfrazarme de ese lector al que él sí se dirige. Esa distancia me gusta. Sobre todo porque la leí en el metro, lugar poco dado para lecturas radicales. El erotismo sobraba, por evidente y buscado. Miré muchas piernas femeninas entre página y página de esta novela. Era primavera en Madrid. Una agradable primavera. El personaje de Maya me daba pena, y a ratos me indignaba cómo lo maltrataba el autor. El conjunto tiene algo de galdosiano en los ambientes, en las caricaturas, en la moral de tendero que transpira, en la textura monocorde, lineal, decimonónica. El juego formal narrativo cruje, porque expresivamente es una novela retro, folletinesca. El recurso a la mezcla de tiempos en una misma página termina cansando, a pesar de que parece que es la clave estructural. La estructura obsesiona a Vargas Llosa. Suele elegir estructuras complejas. No creo que sea muy necesario. Lo que subyace es el refrán "de aquellos polvos estos lodos". El refrán es vulgar. La novela también. E ideológicamente eficaz para sus fines. Una novela vulgar y agresiva. Como la ópera, la novela no tiene porqué no ser vulgar. Hasta cierto punto, cierto grado de brutalidad le va bien. Galdosiano. Pero se pone a jugar a Nabokov, y se ven las costuras. Nada que ver.

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