China, historia del pensamiento, de Jesús Mosterín

Xun Kuang. La limitación a través de los ritos. Filosofía confuciana. Coincidente con Aristóteles en la teleología moral y en el estudio y observación de la naturaleza, así como en la concepción del ser humano como un animal social, necesitado de los demás. El límite a los propios deseos sustenta el orden social. Si alguno o algunos de los miembros de la sociedad saltan por encima de ese control, el edificio entero se desmorona, y surgen los problemas. El organicismo chino es omnipresente La noción de sistema cerrado, de limitación, de necesidad de cuidado. Es como si no hubieran visualizado la vastedad de la tierra incógnita tal y como la desarrollaron los occidentales desde Herodoto. Esa visión de "lo bárbaro" como algo indeterminado devino en un concepto de la naturaleza como algo infinito. De aquellos polvos ilimitados estos lodos colapsados. La filosofía china, por el contrario, parte de la limitación. El límite a lo propio es permanente. Ese límite está en el tai chi, sobre todo en el tamaño de las 18 esferas y en los ángulos a partir de los cuales los movimientos se vuelven dañinos. Si rompes el eje, dañas el ligamento. Y si dañas el ligamento, tu cuerpo será frágil.


Antes de todo el pueblo.
Antes de todo el trabajo sobre uno mismo.
Antes de todo el rito. 
Antes de todo el Cielo. 
Antes de todo el rigor.
Antes de todo la benevolencia.
El miedo, la serenidad, la inmensidad del Estado. 

Antes de todo, la nada.

Sin embargo, Xun Kuang tenía cierta obsesión por la técnica, y una visión de la naturaleza como algo a dominar, al modo de Francis Bacon.

Cuenta Mosterín un conflicto maravilloso entre Mo Di, que era un intelectual militar, y los confucianos, que eran letrados de las cortes. Mo Di y sus seguidores creían en los espíritus, pero no en los ritos. Sin embargo, los letrados creían en los ritos, pero no en los espíritus, por lo que se producía una curiosísima relación dialéctica entre los que adoraban a unos dioses en los que no creían y entre los que creían en unos dioses a los que no veneraban. Esa dualidad me resulta muy interesante, más aún cuando Mo Di defendía posturas que fueron abrazadas por el pueblo, frente a las teorías confucianas del rigor y la benevolencia, que eran netamente aristocráticas. Finalmente el "populismo" de Di fue derrotado, y vencieron las visiones chinas formalistas, que son las que estamos más acostumbrados a identificar como "chinas". Mientras leo este libro continúo con Las leyes de Platón, y no puedo evitar encontrar fuertes similitudes entre Confucio y el ateniense. En ambos late ese autoritarismo del carácter tan inquietante, que tantos horrores ha justificado.

Es muy bonito cómo explica Xun Kuang la necesidad de los ritos funerarios: como un modo de engañar, mediante las emociones, a nuestra racionalidad, que no puede aceptar la ausencia definitiva de nuestros seres queridos. A través de un artificio poético-emocional -los rituales- calmamos, aun de forma precaria, nuestra desesperación racional. Es brillante. Sobre todo porque, además, le permite salvar una de las grandes contradicciones del confucionismo señalada por Mo Di, la del absurdo gasto funerario -tres años de luto y ofrendas incalculables- en un país con graves deficiencias alimenticias y de todo tipo. Es una curiosa explicación teleológica de los rituales funerarios, los cuales, de otra forma, son difíciles de explicar. El efecto soteriológico de un acto mágico llevado a cabo por un agnóstico conocedor de su propia naturaleza animista. El nivel es brutal. La sutileza y la ironía implícitas son maravillosas. Además, la industria funeraria fue un modo de imponer el statu quo en toda la Antigüedad. Es decir, Xun Kuang está dando a sus empleadores razonamientos para mantener costumbres que, obviamente, generaban malestar entre la población, mayoritariamente miserable.

El mismo razonamiento de los rituales funearios lo aplica Xun Kuang a los ritos para pedir lluvia o para la adivinación. Son formas de calmar la ansiedad, nada más. Nadie debería creerse que tuvieran verdadera efectividad, excepto el pueblo llano, si así lo siente. Es una visión de la religión muy cercana a la de Voltaire.

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Frente a todas las teorías confucianas y sus contrarias dialécticas, fuertemente políticas y sociales, surge en el siglo -IV el taoísmo, como una reacción misántropa, que busca la conexión del ser humano con la naturaleza, sin preocuparse del resto de la humanidad. Busca el fondo común de la naturaleza, el "dao", o tao, que es un abismo insondable, un misterio sin nombre.

El tao tiene como principio la cesión, la blandura, le flexibilidad.



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