Amianto

Era cómodo para incinerar cadáveres en Escandinavia hace 4.500 años. Una vez terminado el fuego, las ropas tratadas permanecían intactas, y era fácil recoger las cenizas del fallecido. El asbesto -su nombre latino- hacía referencia a su inextinguibilidad. Amianto, que es el nombre más moderno, significa "sin mancha". Teofastro, el heredero de Aristóteles, lo estudió y señaló la fascinante cualidad de arder como la madera "sin consumirse". Plinio el viejo se dio cuenta en el siglo I de que los esclavos que trenzaban las ropas de asbesto morían prematuramente. Poco después el viajero Gang Ying hacía referencia a esas ropas, y Marco Polo se quedó paralizado al ver cómo limpiaban trajes con fuego. Desde mediados del siglo XX se sabe que estar expuesto al amianto provoca cáncer de pulmón, mesotelioma, cáncer de laringe y de ovario, y fibrosis pulmonar. Se calcula que el amianto ha provocado decenas de millones de muertes. Los beneficios comerciales han sido -y son- monstruosos, tanto en valor como en conocimiento indirecto. El control del calor y la energía y el desarrollo de la química, sin asbesto, habría sido imposible.

La historia del ser humano es la historia de un largo y complejo crimen.



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