Isla de perros, dirigida por Wes Anderson

Bellísima y algo imbécil, como todo lo que hace Anderson. Excelente en lo visual, delicada en el relato y, al final, se queda uno siempre con la sensación de tomadura de pelo, de alguien que voluntariamente subvierte las normas de su propio cuento para hacer un chiste que él mismo sabe carente de la más mínima gracia. El resultado, como siempre, es melancólico. Cine pijo. Muy bonito, por otro lado. Y valiente, joder. En un tiempo de tonterías vacías, Anderson hace tonterías evocadoras. Algo es algo. O mucho. O todo, según se mire.

Hay un detalle apasionante en la peli. Anderson utiliza la traducción, el subtítulo y la incomprensión como parte del juego cinematográfico. Y mola mucho. Entender y no entender, en un determinado contexto, pueden ser dos caras de la experiencia y de la narración. Es muy sofisticado como sistema de comunicación -incluir la descomunicación-. Y muy nouvelle vague.


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