Stephen Jay Gould, en "Desde Darwin", pág. 95 y 96: "La extinción es el destino de la mayor parte de las especies, normalmente porque no consiguen adaptarse con la suficiente rapidez a las condiciones cambiantes del clima o a la competencia. La evolución darwiniana decreta que ningún animal desarrollará activamente una estructura dañina para él, pero no ofrece garantía alguna de que unas estructuras útiles continúen siéndolo al cambiar las circunstancias." 
        "Las astas y los cuernos constituyen un ejemplo primario de estructuras utilizadas para un  comportamiento ritualizado. Sirven como "símbolos visuales de jerarquía de dominancia"". "Su función consiste  en evitar un combate real (con las consiguientes heridas y pérdida de vidas), al establecer jerarquías de dominancia que los machos puedan reconocer y obedecer fácilmente".
         
            Barak Obama, discurso de recepción del Premio Nobel de la Paz en 2009: "(...) aunque es difícil pensar en una causa más justa que la derrota del Tercer Reich y las potencias del Eje, la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto en el que el número total de civiles que murieron superó al de soldados que perecieron. Como consecuencia de esa destrucción y con la llegada de la era nuclear, quedó claro para vencedores y vencidos, por igual, que el mundo necesitaba instituciones para evitar otra guerra mundial. Y, entonces, un cuarto de siglo después de que el Senado de Estados Unidos rechazara la Liga de Naciones, una idea por la cual Woodrow Wilson recibió este premio, Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para mantener la paz: un Plan Marshall y Naciones Unidas, mecanismos para regir la manera en la que se libran guerras, los tratados para proteger los derechos humanos, evitar el genocidio y restringir las armas más peligrosas. De muchas maneras, estos esfuerzos fueron exitosos. Sí, se han librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha habido una Tercera Guerra Mundial."

              Sala Pradillo de Madrid. Viernes 10 de febrero de 2012. "Your majesties". Un fantástico bailarín y actor baila el discurso de Obama. Nos sumergimos en una atmósfera infantil y siniestra, de un humor delirante y áspero. Se llaman Navaridas & Deutinger. Realmente estamos ante un fragmento de discurso que contiene y en el que se escucha el eco del no-discurso global. Pensamiento leve. Actuación. Imagen. Locura. Decadencia. Histrionismo. La crítica no es ya a Obama, sino a una forma de estar en el mundo, esa sensación de ensayo de vestuario colectivo en mitad del hundimiento y el horror. Occidente bebiendo de su propia medicina, la de la locura aposentada como forma habitual de conducción colectiva. Esa misma noche, Melancholia, de Von Triers. De nuevo el apocalipsis, pero por debajo, la depresión, la tristeza, el no futuro. Romanticismo alemán y "límite" danés. Dos hermanas. El fin del mundo. Ciencia ficción y metafísica.

              En mitad de todo ello, tentación de inacción. La vida cobra espectaculares formas, chistes y desarraigos. La periferia nos penetró. Aprendemos lo suficientemente tarde como para no creer que lo hemos hecho por nuestros propios medios. El teatro sigue ahí, siempre ahí, tirando de los deseos. Hace unos días vi Elling. De nuevo un límite, una ruptura, una periferia atraída a nuestros centros. El montaje es una basura. Dice Von Triers que cuando te sumerges en las imágenes del romanticismo es fácil llegar al público. El público es hijo del folletín americano, que es hijo a su vez del tardorromanticismo italiano, que es hijo del romanticismo francés, que es una parodia del romanticismo alemán, que no es parodia de nada porque desconoce el sentido del humor. Von Triers bebe de las fuentes, despreciándolas un poco, riéndose, y entonces todos entendemos lo que quiere decir. "Ha perdido consistencia en la escritura" me dice un amigo que conoce sus películas y que lo ama como artista. Quizás sea eso. Que la falta de consistencia es lo que nos hace accesibles a los demás. Von Triers ralentiza para convocar. Me parece muy buena apreciación de Juan Zapater. En Melancholia hay una convocación a fuerzas íntimas que son telúricas. Efectivamente, romanticismo alemán. Y los ritmos se detienen, y te agarran la respiración y te meten la cabeza en el charco. Imprescindible. El cine sirve para esto, sobre todo, para echar un vistacillo a "lo otro", para sospechar, para preguntar lo que no se puede preguntar, para abrir la puerta que da al muro que da a una puerta que da a un muro. Para ver el muro. Para ver el truco. Para ver.

          Terminé Dos velas para el diablo, de Laura Gallego. Historias de fantasmas y demonios, con la inconsistencia con importancia absoluta en la trama. Los límites de la interacción, la intangibilidad de los seres, que no pueden abrazarse porque es demasiado pronto, o demasiado tarde, o no es el lugar ni el momento. Inconsistencia. Sensación de que la realidad se está depurando de sus elementos más reconocibles en la historia y que avanzamos hacia una cartulina coloreada que llaman futuro. Extraña adolescencia de geriátrico. Inminencia e inconsistencia son dos energias relacionadas también entre sí. La inconsistencia esconde siempre un cambio no aceptado. Es una respuesta a la inminencia de ese cambio. Es miedo, es olvido sardónico, es la más profunda forma de ironía, el silencio sonriente. 

           




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