"Formación y empleo"

Una derivación curiosa del sindicalismo en España en los últimos años es la explosión de procesos de formación, emitidos directamente por los propios sindicatos o por agencias y establecimientos varios y que los sindicatos promocionan. En el caso de los actores esto ha llegado a ser una increíble variedad de talleres, laboratorios y encuentros. Estaba leyendo ahora el último "boletín electrónico" de la Unión de Actores. Se ofertan -es un boletín semanal, si no me equivoco- encuentros con directores de casting, talleres de rodaje "express" de cortometrajes, de canto para musicales, de preparación para el casting, de doblaje profesional, de actuación para cámara, de asesoramiento de imagen para actores (?), de clown, por supuesto, talleres sobre emociones -este mes toca "el miedo"-, seminario de voz hablada ("conoce tu voz"), danza jazz para musicales, técnica de tacones para cabaret (que imagino es el claqué de toda la vida), ¡de funky!, de mimo, de expresión corporal, y otras cosas, además de la publicidad sobre fotógrafos y espectáculos.
            Durante mis años en la RESAD, que es la escuela pública de Madrid, y una de las dos o tres más importantes del estado, apenas hubo, sin embargo, aparición de la Unión de Actores. El resultado ha sido el esperable. Los actores que han ido saliendo en los últimos diez o quince años de la escuela -y por lo que tengo comprobado, de todas las de España- son alérgicos a cualquier proceso de lucha sindical. Se sienten profesionales liberales, personas que tienen un status especial, que cuando entran en un teatro o aparecen en un rodaje pueden tener amigos, pero no compañeros. No pertenecen a ninguna clase, ni a ningún colectivo. A pesar de ello el índice de sindicación no es nulo. Muchos se afilian, y la explicación -comprobada en cientos de conversaciones- está en esos cursos, talleres y en la bolsa de trabajo. A través de los cursos los recién licenciados entran en contacto con directores de casting, que previo cobro de importantes matrículas, van llamándolos para pequeños papeles en series, y van quedando "frescos en su memoria". A su vez, la bolsa de trabajo les permite tener información sobre procesos de selección que habitualmente quedan fuera del alcance de los actores no sindicados. Lo mismo sucede en otros rubros, como es el caso de la dirección de escena. Hace unos meses, antes de marchar a Argentina, tuve una conversación con un antiguo compañero de estudios. Me explicaba las razones que justificaban para él la afiliación a ADE, la Asociación de Directores de Escena, que sin tener un caracter sindical, agrupa, sin embargo, a los directores en sus reivindicaciones y luchas. Según este compañero -un gran teatrero, por otra parte- la pertenencia a la ADE se justificaba porque recibía libros y la revista de la asociación, porque era más fácil recibir premios -literal-, porque podías ir a congresos interesantes "en los que se conoce gente", y porque de vez en cuando te daban algún trabajillo, como durante la Feria del Libro.
          Más allá de la tristeza intrínseca de lo que estoy contando, esta realidad habla de un estado de las cosas, extensible a casi todos los sectores. Los trabajadores se han desclasado, y ven en sus sindicatos organizaciones a través de las cuales obtener beneficios dentro del sistema existente, no vehículos para transformar ese sistema con miras a lograr una mayor justicia y meritocracia. La perversión institucional que ello implica es brutal. La complicidad general con esa perversión es igualmente tremenda. El resultado es una convicción general de una difusa y poco certificable corrupción, que inhabilita para la lucha. Este es uno de los trucos y tragedias del capitalismo versión pseudo social-demócraia. El trabajador tiene la convicción de haber colaborado en un robo. Por lo tanto tiene que seguir luchando sólo, o luchando sin fe. La convocatoria de Huelga General de estos días tiene esas características. Es una convocatoria llena de vergüenza, de culpa, de miedo, de ambigüedad, de triste mediocridad. Llega tarde, y está llena de complicidades amargas. 
              Mientras tanto la ultraderecha liberal se parte la caja. Son felices. En sus innumerables canales de televisión y radio no paran de reír. No pueden disimularlo. Este desastre que ellos han causado  -adrede- va a terminar generando la mayor redistribución regresiva de riqueza en la historia contemporánea europea. Y no vale con llorar, hay que aprender, hay que pensar, hay que hacer autocrítica y afilar el colmillo. Hay que salir de una puta vez de este parque temático y atravesar esta adolescencia carente de horizontes e inflada de gominolas y chistes malos, de niñatas graciosas y eternos peterpans.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mateo, de Armando Discépolo

Una estación de amor, de Horacio Quiroga

El joyero, de Ricardo Piglia