La civilización en la mirada, de Mary Beard



Somos lo que miramos y lo que nos han enseñado a mirar. No vemos. Observamos. Seleccionamos. Dirigimos nuestros ojos a través de la estrecha vía de la cultura en la que nos desarrollamos. El cosmopolitismo y el humanismo son dos conquistas prácticamente imposibles, pero viables.





















En este libro está gran parte de las cosas que me gustan y amo en este planeta. Pero hay una que no conocía, y me ha fascinado: la Biblia Kennicott. Fue iluminada en 1476 en A Coruña. Está escrita en hebreo. Se llama así por el hebraísta Benjamin Kennicott (1718-1783), de Oxford, que la encontró y la conservó. Está en la Biblioteca Bodleian desde 1872. En 250 años sólo la han estudiado treinta investigadores, razón por la cual está en excelente estado de conservación.

















El códice fue encargado por Isaac, hijo de Salomón de Braga, al famoso escribano Moisés Ibn Zabara, que trabaría junto al rabino David Kimchi y el gramático Sefer Mikhol. En el colofón final Ibn Zabara se declara el único responsable del texto de los 245 libros de la Biblia, tras haberlos copiado, anotado, corregido, realizado las pertinentes marcaciones vocales y supervisado en orden a su adecuación a la tradición. Era un trabajo muy importante para la comunidad judía de la ciudad, que ya estaba siendo víctima del antisemitismo del final del siglo XV en los reinos ibéricos.



La obra era, desde el principio, un objeto extremadamente lujoso. Tiene más de doscientas páginas iluminadas en colores y oro de novecientas en total. El ilustrador fue Joseph Ibn Hayyim, y firmó al final del libro, algo poco usual. Ibn Hayyim plasmó una obra de estilo único, plagada de imágenes antropomórficas y zoomórficas, así como figuras muy estilizadas y muchas incluso abstractas. Entre las más conseguidas podemos destacar la del Rey David en su trono o la de Jonás siendo engullido por la ballena. No nos encontramos, desde luego, ante un proyecto austero, sino todo lo contrario: se percibe un claro interés por seducir al órgano de la vista. El manuscrito original se encuentra todavía alojado en su caja de piel original.


















































































































El código de 1476 fue producido en el momento en el que Galicia estaba viviendo la definitiva asimilación al Reino de Castilla, proceso que fue calificado por los historiadores castellanos como "doma". Consistió esa doma de los indisciplinados y feudales gallegos en eliminar el idioma gallego de la documentación oficial, eliminar a los nobles rebeldes, terminar con la galleguidad de El Bierzo, terminar con la autonomía eclasiástica gallega, integrando sus monasterios en las diócesis de Valladolid y León, y establecer un virreinato o capitanía general. La orografía no permitía mucho más. Las comunicaciones siguieron siendo problemáticas hasta el siglo XX. En 1486 los Reyes Católicos viajan a Santiago, como signo de definitiva pacificación y conquista, que venía poniéndose en duda desde el siglo XIII y que tuvo su episodio definitivo en la Revuelta Irmandiña de 1467 a 1469. La derrota Irmandiña allana el camino a la Galicia vierreinal moderna, y supone el inicio del declive de la identidad gallega.






Los judíos gallegos del siglo XV se organizaban en aljamas, que eran instituciones propias que gozaban de autonomía económica y jurisdiccional. Es decir, los judíos de cada municipio se organizaban entre sí y se relacionaban con los gobernantes cristianos con una única voz, representada por los "viejos de la aljama", que actuban como un senado timocrático. Así era el funcionamiento de las juderías en casi toda Europa, tanto en relación con los reyes y príncipes cristianos, como con las villas libres o en el seno del Imperio Otomano. La autonomía jurisdiccional termina precisamente el año 1476, cuando se publica la biblia. Se termina con ella en las Cortes de Madrigal de las Altas Torres, en Ávila, que son las primeras con presencia de los Reyes Católicos. Entraron en la historia eliminando "privilegios", como esta tan medieval y judía autonomía jurisdiccional. Sin embargo, la eliminación de la jurisdicción de la aljama no conlleva la integración de los judíos en el común, porque nunca podrán optar a cargos de ningún tipo ni participar de la vida administrativa o municipal. Desde el principio los Reyes Católicos tienen claro el ánimo homogeneizador, y la permanencia de los judíos y moriscos es una amenaza al proyecto, que se implementará completamente a lo largo de ciento cincuenta años. Entre 1476 y 1492 el confinamiento físico de los judíos en Castilla y Aragón se va acentuando, hasta su definitiva expulsión. En 1480 los Reyes Católicos decretan el confinamiento físico.


La conversión, que podría haber servido como un mecanismo de integración y asimilación, nunca funcionó. Doscientos años después, en pleno siglo XVII, los reinos españoles estaban llenos de clérigos revolviendo archivos parroquiales en busca de manchas en la sangre de aspirantes a cargos de todo tipo. El Barroco español es el resultado de doscientos años de psicosis étnico-religiosa, de inseguridad sobre la propia ascendencia, y de síndrome del impostor. La "teatralidad" barroca, su sobreactuación patriótica y religiosa, sólo se explica por un profundo sentimiento de inseguridad y miedo a la Inquisición, que pendía sobre todas las cabezas, incluso las más eximias y prestigiosas. Esa inseguridad y paranoia con la propia identidad se traslada al liberalismo isabelino del XIX y al patrioterismo africanista y genocida del XX. En general, el españolismo se fundamenta en el miedo a no ser, a no estar a la altura, a ser un farsante. Hay un complejo de inferioridad espantoso que se puede rastrear hasta este final del siglo XV tan violento y obtuso. El hecho de que este maravilloso manuscrito que es la Biblia Kennicott sea un total desconocido en España es síntoma de ello. Hace unas semanas estuve en la exposición del Museo Arqueológico Nacional sobre orfebrería y metal en Al Ándalus, y la sensación de maravilla y clandestinidad volvió. La identidad española se basa en esconder a dos tercios del país bajo una manta de ignorancia y oscurantismo. Son muchas las fosas españolas. No sólo las físicas. Las hay también culturales, lingüísticas, historiográficas, estéticas, poéticas, etc. España es más lo que no es que lo que es, porque lo que es es pura basura genocida. Por eso España, como idea, nunca triunfará si no es mediante la violancia, porque es en sí misma un ejercicio megalómano y monstruosos de violencia.


Sin embargo, y sin que lo anterior deje de ser cierto, es curioso cómo los judíos gallegos y de otros muchos lugares de la Península Ibérica le pedirán -y encontrarán, al menos de forma oficial-, protección a los Reyes Católicos frente a los intentos de pogromo que surgen en las ciudades que habitan. Ejemplo de ello es Orense en 1489, cuando un grupo de "cavalleros" pone en peligro la seguridad física de la comunidad judía y el propio concejo municipal los reubica -cerrando la judería y convirtiéndola en gueto-, y elimina sus puestos del mercado. Es decir, aparentemente, los Reyes Católicos van ratificando legalmente algo que estaba en el ánimo de la mayoría cristiana, o al menos de sus sectores más radicales y racistas. No se impuso el antisemitismo "desde arriba", sino que la mayoría cristiana de finales del siglo XV era reacia a seguir manteniendo una relación tripartita con las minorías judía y morisca. El frágil equilibrio de ochocientos años saltaba por los aires, e Isabel y Fernando decidieron sacar provecho de ello para centralizar el estado y acumular poder. No es casualidad que Maquiavelo admirara a Fernando y su pragmatismo. Esa actitud es la que han tenido los gobernantes españoles desde entonces. Cada vez que hay dificultades la bola siempre cae del lado del capital centralizado -que saca tajada-, y de las élites cercanas a la Corona, pero con el apoyo de grandes mayorías agrupadas en torno a pocas y profundas marcas pseudoidentitarias. El "a por ellos" de 2017 tiene una larguísima tradición. Los gobernantes españoles provocan, por un lado, el estallido de sus filas eliminacionistas, para posteriormente acudir en ayuda de los "débiles" periféricos o heterodoxos, a los que previamente se ha marcado. No hay nada tan saludable para pactar con Marcelino que mantener en la cárcel a Marcelino hasta que esté "maduro" para pactar su salida a cambio de nada. Esa ambivalencia cínica y tan católica le volvía loco de placer a Maquiavelo, que encontraba en ella la sutileza y la doblez imperial romana.


Un elemento destacable del episodio orensano es la existencia de una minoría de señores cristianos que van despojando sin ninguna vergüenza a los judíos de sus propiedades y posesiones sin que parezca que nadie puede evitarlo, más allá de las filípicas reales remitidas desde la remota Castilla. Esta característica permanecerá igualmente durante los siglos siguientes. Siempre que hay despojamiento de minorías en España aparece una alegre comunidad local de hijos de puta dispuestísimos a beneficiarse de ello. La desarticulación del común que eso conlleva es profundísima y tiene un claro exponente en la metabolización urbanística y paisajística de ese "sálvese quien pueda". Esa extraña "falta de amor" que se visualiza en muchos lugares de España, especialmente en Galicia, Castilla, el Levante y Andalucía, tiene sentido en una eliminación mafiosa de los vínculos políticos que sirven de red comunitaria ante los desafueros paisajísticos. Dinamitar la convivencia termina siempre reflejándose en el tramado -o destramado- urbano, en la deforestación, en la invasión y privatización de bosques, rieras y fuentes. Es el mismo proceso que se exportó a América, donde la minoría criolla exhibe esa desfachatez racista del ladrón legitimado por la cruz y la espada. En la segregación, robo y expulsión de los judíos y moriscos hay una pequeña maqueta de ese proceso, que se amplificará por iteración en los tres siglos siguientes.


Además del pragmatismo fernandino hay un pavor antisincretista en Isabel y la Iglesia castellana. De hecho, el nacimiento del Santo Oficio en 1478 tiene ese objetivo: erradicar la posibilidad de que las conversiones den lugar a un sincretismo religioso hispánico, algo que venía repitiéndose -con consecuencias disolventes para los poderosos- desde el arrianismo del siglo V y VI. La religiosidad andalusí es eminentemente heterodoxa, por no decir herética. Las invasiones norteafricanas de los siglos XI y XII tienen mucho de integrismo religioso alterado por un territorio de interpretación libre del Corán. El propio judaísmo sefardí es problemático, pese a su hegemonía secular. Esa paradoja lo explica todo. La mayor fábrica de "raros" se empeña una y otra vez en verse y entenderse como homogénea y pura. Esquizofrenia absoluta.













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