A los ojos de todos

Aux yeux de tous, dirigida por Cedric Jimenez, te pone delante de la posiblidad de un atentado de falsa bandera del tipo Charlie Hebdod. La película fue rodada antes de que sucediera lo de la revista y el circo de los días siguientes, pero cuenta de una forma muy viva, muy adolescente, la posibilidad real de que algo así fuera promovido por cualquier gobierno. La expresión que le da título refleja a la perfección lo que estamos viviendo. Las cosas más atroces están sucediendo sin anestesia, porque somos nosotros los que estamos sobredopados. El miedo es tan intenso que no podemos movernos ni pensar más allá del pequeño horizonte de supervivencia y/o indignación. 

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Citizenfour, de Laura Poitras, es un extraño documental sobre Snowden. Extraño porque el propio Snowden, Greenwald y, en general, todos los que aparecen actúan a la perfección dentro de una puesta en escena de ficción. Esto genera malestar, y provoca la sensación de que la fluidez alcanzada para contar la historia es inverosímil. Y, sin embargo, todo indica que, efectivamente, estamos asistiendo a una historia real. La indefensión a la que estamos expuestos es total. Eso, combinado con lo contenido en Aux yeus de tous, delimita un espacio de absoluta asimetría, en el que parece que la invitación del poder a la violencia sólo es un modo de terminar antes el trabajo. "Ellos", como son nombrados constantemente en el documental, pueden construir prácticamente cualquier verdad. Al mismo tiempo, "nosotros", no podemos dar un paso sin ser controlados. Esto sí se parece al fin de la historia. Esto sí nos deja en la situación de niños jugando en un parque sin columpios.

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Los viajes del viento, de Ciro Guerra, es una peli sobre música. Sobre la música colombiana y Colombia a las alturas de 1968. Desde la pérdida aparece el abismo, y la búsqueda, y la música como un destino, una herida. Una historia que abre el alma, que deslumbra, y que cuenta el núcleo oscuro del que surge la violencia y la muerte. Su conexión con el paisaje y el destino del hombre hace que la música en esta película tenga una connotación religiosa que da que pensar, sobre todo, en el vaciamiento del arte a nuestro alrededor. Y aparece esa ciénaga y ese desierto que Aureliano Buendía recorría en sus guerras y derrotas.

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Y para hablar de desiertos, Mad Max. Fury road. Poco días después de la derrota/traición de Tsipras, me dejo llevar por esta maravillosa barrabasada que dignifica el innoble arte cinematográfico yanki. Si Hollywood produce mierda, que por lo menos sea mierda excesiva y radical como esta. Me parece una absoluta obra maestra del género violento/cocainómano. Mi momento favorito es cuando Furiosa/Tsipras decide no atravesar el desierto de sal y regresar a la ciudadela por donde ha venido. El tiempo dirá quién tenía razón. En la película todo termina bien, dejando caer una cantidad estúpida de agua sobre la masa de sedientos.
       El jocker guitarrista de metal que acompaña las batallas es una imagen épico-cachonda inolvidable. Que a Furiosa le falte un brazo o que los nibelungos hablen con sus tumores son otros hallazgos entrañables.

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Absurdo como la vida. Mientras veo esto, leo la recopilación sobre los escritos de Machado a través de Juan de Mairena, en la preciosa reedición de Espasa-Calpe. Da la sensación de que en un determinado momento en España alguien quería parecerse a Gallimard. Fracasó, claro. Ahora hacen homenajes a los cadáveres que ellos mismos produjeron. Curioso.



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