La isla partisana



Fueron el dolor de cabeza de los alemanes durante cuatro años. Creta fue conquistada mediante un despligue masivo de paracaidistas que sorprendieron a ingleses y australianos que esperaban un desembarco desde el mar. La llamaron la Operación Mercurio. Sin embargo, muchos de esos paracaidistas murieron degollados por la población cretense, que se enfrentó con ellos desde el primer al último día de la presencia nazi en la isla. Es una hermosa historia de dignidad y tragedia. Un pueblo que resiste con fiereza contra el invasor. La movilización total: mujeres, niños, viejos... Todos. Absolutamente todos. Llegó a haber un alemán por cada cuatro cretenses. Los encerraban en las iglesias y las prendían fuego. Los desnudaban el hombro, y si veían las marcas del retroceso de los fusiles, ya fueran niños o mujeres, los fusilaban en el acto. Los curas ortodoxos cumplieron su papel de líderes sociales, y siguen disfrutando de los réditos de esa heroicidad. Los alemanes contaban la espectacularidad de los fusilamientos masivos, en los que los cretenses se mostraban incomprensiblemente tranquilos e incluso irónicos. Parece ser que para los invasores fue un trabajo arduo y desmoralizador. De hecho, las bajas producidas durante la batalla de Creta supusieron el retraso de la Operación Barbarroja contra la Unión Soviética y la posterior encerrona del ejército alemán en el invierno ruso. Lo increíble de todo esto es que la mirada de los viejos cretenses, sentados a la puerta de sus tavernas tomando un café de puchero que sirve para desatascar cualquier tipo de conducto, sigue conteniendo esa capacidad de sacrificio y el orgullo de quien sabe que su ciudadanía, su pertenencia, su ser social, está basado en el propio sacrificio, en no haberse arrodillado jamás. Una gran lección. La manera que tienen de recibir a los extranjeros, especialmente a los alemanes, tiene un doble valor, y es una lección de inteligencia histórica. Las miradas de las personas condensan la historia de las comunidades. En España la mirada de los viejos está teñida de miedo y vergüenza, de ambigüedad, de doblez, de una lejana y triste derrota. Y la ausencia de memoria ha convertido a ya demasiadas geneneraciones en pollos sin cabeza. Estela de Carlotto ha dicho que la memoria, y enjuiciar a los criminales, le da a los países, "jerarquía". Exacto. Los viejos griegos, que crecieron escuchando el testimonio de sus padres sobre la resistencia a toda costa, reflejan esa jerarquía. No hay soberbia. Hay una invitación sosegada a la vida, un guiño, y un fondo de autenticidad, de verdad, de vida plena.

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