James P. Crow



Cuento de 1953. Los seres humanos son esclavos de los robots. Viven humillados, a las órdenes de sus amos robots. La mitología sobre su procedencia incluye todo tipo de malentendidos degradantes. Las guerras eliminaron los rastros. Conclusión: los humanos son un "invento" de los robots. Una vez más, la deslumbrante capacidad deslegitimadora de Dick. "Jim Crow" es el nombre de las leyes de segregación racial que se promulgaron en el sur de Estados Unidos tras la retirada de las tropas federales años despues de terminada la guerra. A pesar de la desaparición de la esclavitud en el ordenamiento jurídico, los gobernadores elegidos tras esa retirada de las tropas federales instituyeron toda la legislación segregacionista que sobreviviría hasta los años 60 del siglo XX, es decir, casi otro siglo. Esas leyes se llamaron las leyes de Jim Crow, por un cómico blanco que en 1832 había tenido mucho éxito con un espectáculo en el que pintaba su rostro de negro y caricaturizaba a los afroamericanos. Dick le da la vuelta a todo y convierte a Jim P. Crow en un ejemplo de ser humano sometido a las leyes de los robots, pero capaz de medirse con ellos en términos de inteligencia y valía. Afronta el tema de la segregación a saco, desde un punto de vista delirante, pero rotundo. De hecho, lo que cuenta sigue siendo verdad en el presente. Un paseo por cualquier barrio financiero de Europa deja claro que la presencia de no-blancos es marginal.
          James P. Crow es un tramposo en un mundo tramposo. Asciende como humano en campo ajeno, ayudándose de una ventana temporal que le permite analizar las respuestas de los test robot que le permiten integrarse en la élite robot. Pero la trampa está en los propios test, que responden a las necesidades de aquellos que los redactan. Por medio de su ventana temporal, Crow ve el verdadero origen de los robots, en un laboratorio humano en los primeros días de la guerra que terminó con la civilización humana y con su propia memoria. La presencia de una guerra nuclear devastadora está en el ochenta por ciento de los cuentos de Dick en la década de los cincuenta. Era una obsesión colectiva y, obviamente, personal. Su aportación fue la hipótesis según la cual en el desarrollo de esa guerra, el avance tecnológico llevaría a la robótica a alcanzar la singularidad, desplazando a la Humanidad a una posición marginal en el mundo futuro o a su definitiva eliminación.
          Finalmente Crow pasa a integrar el consejo directivo de la Tierra, en plan Obama. ¿Qué pasará? Pues que muestra una grabación de la creación de los primeros robots A en el inicio de la guerra nuclear entre humanos. Se produce el shock desmitificador. Galileo. Los robots dirigentes sientes el desplazamiento súbito desde el centro de la historia mítica que habían labrado a la periferia de la historia real en la que, de pronto, despiertan. Trauma. Miedo. El miedo se traslada por el mero hecho de conocer el pasado. El conocimiento del pasado y la memoria es poder. Esto, igualmente, sigue siendo fundamental, especialmente en la España contemporánea. La negación de la memoria colectiva y su sustitución por un puñado de mitos políticos cutres, la Transición, ha dejado a los trabajadores sin poder real sobre sus vidas cotidianas. Solo así se explica la inacción actual, el insulto constante a la inteligencia de esta Europa oprimida.
          El final es sinistro. Crow logra expulsar a los robots hacia las colonias del Sistema, y ante la pregunta de un robots colaborador sobre qué tipo de gobierno se establecerá en la Tierra, Crow sonríe para sí... Toda revolución engendra su tirano.

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