En 1952 Alan Turing escribió Las bases químicas de la morfogénesis. El artículo explicaba cómo numerosos patrones naturales como las rayas de la cebras, las manchas de los leopardos y las espirales de los peces globo gigantes, surgen naturalmente durante la gestación. La idea es que, partiendo de una substancia homogénea, dos elementos -uno activador y otro bloqueante- se interrelacionan, dando lugar a diferentes patrones. Desde hace setenta años los matemáticos han desarrollado la idea, creando lo que ahora se llaman “sistema de reacción-difusión”, mediante los cuales son capaces de generar patrones simplemente introduciendo datos en un algoritmo que genera formas. Estas ecuaciones tienen aplicaciones en medicina, y sirven para comprender cómo se comportan las invasiones ecológicas, la propagación de epidemias, el crecimiento de tumores y la cicatrización de heridas. La metáfora más común es la relacionada entre conejos y zorros. La reproducción de los conejos sin presencia de depredadores se comportaría como la previsión que Fibonacci hizo en 1220: 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, etc.… Sin embargo, la presencia de los zorros bloquea ese proceso, y da lugar a un patrón de Turing. 


 

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