Ciclo Quántico. Primeros días.
24 de diciembre de 2021: la República Popular China divulga que ha estado haciendo uso de un procesador con arquitectura “alternativa” desde el mes de junio de 2020. El día 26 Estados Unidos y la Unión Europea hacen pública la puesta en funcionamiento de procesadores similares también desde el verano anterior. A lo largo de toda la semana se va conociendo cómo un total de seis entidades geopolíticas y dos corporaciones, Google y Amazon, llevan utilizando superordenadores entre doce y treinta meses, según los casos. El 1 de enero de 2022 pasa a la historia como el primer día del Ciclo Quántico.
La nueva era se caracteriza por la extensión de la realidad impuesta por la capacidad de procesamiento que de forma casi simultánea se extiende por todo el planeta. A mediados del año uno se instala y pone en funcionamiento el primer Quanto en África: la conexión total completa es una realidad. Las dos consecuencia inmediatas, y que supondrán un choque psicológico que acompañará durante todas sus largas vidas a los supervivientes de la Era anterior, serán la desaparición de todo tipo de latencia en procesos a distancia, y la ausencia absoluta de privacidad entendida como secreto de comunicaciones o intimidad física.
Las subjetividades administrativas se hacen autónomas al final del día 20 del año 1, proclamando, por la vía de los hechos, la independencia de sus estupefactos titulares jurídicos. La reorganización de la producción se inicia desde el primer momento, y los intentos de resistencia son rápidamente rechazados por la población, que contempla la inconveniencia de oponerse a lo que no puede ser interpretado sino como una aplicación racional y humanista de los principios económicos y tecnológicos. La Asamblea Popular china, convocada en sesión extraordinaria el tercer mes de ese año, hace poco más que ratificar una realidad que, a esas alturas, es indiscutible e indiscutida. La ratificación legal de la toma de decisiones por parte de las subjetividades administrativas mundiales es un proceso que durará veinte largos años, si bien, a efectos prácticos, la actividad de gobernanza global está en manos de las subjetividades en todo momento, desde ese día 21 de enero de 2022.
Los primeros efectos percibidos son la reordenación global de lo que las subjetividades entienden como industrias no esenciales: automóviles, industrias pesadas, química y petrolera, industrias textiles, puertos, aeropuertos, etc. El suministro energético es reducido al mínimo con el objeto de facilitar el posterior desmantelamiento, reciclado o redirección.
Los trabajadores de servicios no esenciales reciben comunicaciones en sus dispositivos y domicilios en las que se les anuncia un periodo de vacaciones de entre “cinco y veintitrés días”, se les asegura el ingreso bancario de sus nóminas y de un plus equivalente a entre tres y doce meses de salario, dependiendo de las personas y las circunstancias y países.
Se ponen en marcha, de forma inmediata, planes de cobertura alimentaria que cubren a todo el planeta. Se fletan aviones de gran capacidad de transportan, a lo largo de los siguientes días, comida a los lugares del mundo en los que se estaban produciendo desabastecimientos a causa de guerras o pobreza. Se socializa de forma inmediata el acceso al agua potable, mediante la paralizacion de usos no esenciales de la misma.
Las comunicaciones de los ejércitos inmersos en las más de treinta guerras que se libran en ese momento quedan totalmente bloqueadas. Se producen autosabotajes cibernéticos en prácticamente todas las instalaciones militares. Los arsenales nucleares quedan inutilizados de forma definitiva.
Se refuerzan los transportes colectivos mediante la llamada inmediata de numerosos trabajadores que estaban presentes en bases de datos y bolsas de trabajo, y se paraliza la venta de gasolina en todo el planeta excepto en los lugares en los que no existen infraestructuras de transporte colectivo que permitan la movilidad.
Los mercados bursátiles, esa mañana del día 21 del año 1, no abren. No volverán a hacerlo jamás. Los directivos de las empresas cotizadas se encuentran encerrados en sus casas inteligentes, sin posibilidad de utilizar internet ni realizar llamadas telefónicas. Sus coches y helicópteros no responden. Aquellos que todavía poseían medios de transporte personal no conectados se encuentran a la puerta de sus residencias con contingentes policiales que les informan de que no pueden, por el momento, salir de sus domicilios. Reciben mensajes en los que se les aconseja que se tomen unos días libres y se abstengan de dirigirse a sus antiguos socios y colaboradores, y menos aún a sus subordinados. En ningún momento se les advierte de las consecuencias de desobedecer la sugerencia, si bien se les retira el acceso a sus cuentas personales y corporativas, al igual que a sus agendas telefónicas y todo tipo de contactos exteriores.
La gestión global está en manos de las subjetividades. Ningún medio de comunicación es censurado, pero todas las llamadas y procedimientos de control sobre los mismos son bloqueados. Los periodistas reciben comunicados en los que, además de anunciarles que el periodo de vacaciones ofrecido a muchos otros trabajadores no es necesario en su caso, se les anima a llevar a cabo su actividad con entusiasmo e independencia.
Aquella suavidad somnolienta y feliz de las primeras semanas se incorporó a nuestra vida como un despertar, como una luz extraña y definitiva.
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