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Mostrando entradas de agosto, 2015

El caballero y la muerte, de Leonardo Sciascia

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Sciascia, enfermo de cáncer, escribe una novela cuyo protagonista está muriendo de cáncer. "No quiero morir con los religiosos consuelos de la ciencia, que no sólo son tan religiosos como los otros, sino que además resultan atroces. Si acaso necesitase algún consuelo, recurriría al más antiguo". Hay dos figuras que se repiten: el Jefe, el Presidente, el Gran Periodista. El primero es el alto empleado del estado que rinde sumisión al segundo, que puede o no trabajar dentro del estado. El tercero es el legitimador de todas las falsas banderas. Le gusta juntarlos, amasarlos, explicarlos en su banalidad. En esta novela Sciascia vuelve a la idea del falso terrorismo en Italia, de la enorme cantidad de violencia política desde el final de la II Guerra Mundial. Aún hoy sigue sin conocerse cuánta de esa violencia fue llevada a cabo por verdaderas organizaciones de izquierdas y cuánta respondía a los atentados de falsa bandera que ocultaban ajustes de cuentas entre ...
Sólo hay una patria, la infancia Y un sólo bloque estratégico, las generaciones futuras Sólo un arma salvadora, la inteligencia Y una sola alternativa, la extinción Algunos recordamos, como aristócratas en Biarritz Nuestro origen, e inventamos historias Hay días en que nuestro delirio Jaleado por el champán y la cocaína Nos permite creer que seguimos allí Acariciando armiños y conchas Pero el lujo de nuestra patria natal se perdió Entre traiciones, derrotas y deseos Y un día cualquiera descubrimos Que estábamos caminando sobre la tierra Por eso nos miran así las olas Como Falstaff sin entender porqué no las reconocemos Y por eso miran nostálgicas a los pájaros Ellas antes volaban --------------- El lacayo desarrolla una connatural perturbación de su artefacto moral Confunde el mundo El ancho y maravilloso mundo Con la bota que lame para permanecer A toda costa Dentro de su cómoda librea ---------------- Es un hombre calvo y honrado Que contrat...

El mago de Viena, de Sergio Pitol

Es el tercer libro de la Trilogía de la Memoria . En esta ocasión, ya de vuelta en México tras treinta años en Europa, Pitol vuelve a sus temas recurrentes, y cita fragmentos de los dos libros anteriores. Hablando de las enseñanzas y opiniones de su amigo Carlos Montiváis, que era protestante en el católico México, escribe Pitol que la literatura castellana posterior al Barroco es inferior a la anglosajona porque en Trento se impidió que se leyera la Biblia, y la población continuó leyendo mayoritariamente mediocres sermones. Fue la Biblia la que permitió que los anglosajones construyeran una lengua. Sus sucesivas traducciones, y la obsesiva lectura familiar en la infancia, tiñó la lengua de la épica bíblica, de su amargura y de su ambigüedad lingüística. El catolicismo postrentino le hizo mucho daño a la lengua española, al abrir un abismo entre metafísica y costumbrismo. Nunca lo había pensado así. Y no me parece un pensamiento desdeñable. Este es el tipo de reflexiones que se acum...
Leo fragmentos del procedimiento de La Púnica. Al mismo tiempo, estudio Derecho Administrativo. Los autos publicados son como una clase práctica. ¿Qué sucede cuando el Estado establece para si mismo zonas de nadie en las que la actividad privada participa con privilegios e invitaciones? A lo largo de los años, los dogmas del tatcherismo han ido calando en las legislaciones mundiales. El resultado ha sido otorgar a una multitud de entidades y brazos de la administración la posibilidad de regirse por el Derecho Privado y, por tanto, tener una vinculación negativa con el derecho en general, lo cual significa que ya no pueden hacer sólo aquello que está regulado, sino que pueden hacer todo aquello que no está expresamente prohibido. Ese salto es fundamental para entender los fenómenos que estamos viviendo. La empresa privada ha penetrado al estado por medio de ya tres generaciones de políticos ultraliberales, que han dejado abiertas las puertas de la ciudad para que fuera invadida por lo...

Puertas abiertas, de Leonardo Sciascia

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Caminamos entre las cajas de ladrillo y chapa. Huele a queroseno y basura. Niños. Muchos niños. Las calles son aperturas caóticas entre la acumulación atosigante de paredes y rejas. Algunos muros están enfoscados y pintados de blanco o rojo. La mayoría permanecen a ladrillo visto. Sobre nuestras cabezas los cables de la luz, sujetos donde se puede, trazan una irregular maraña entre el cielo y la mirada. Pienso en las piezas de costura para arreglar que mi madre acumulaba en casa. Antes de coserlas definitivamente rondaban por el comedor con los pespuntes provisionales. Así es este lugar. Una ciudad pespuntada, a la espera de que la máquina finalice el trabajo. Ha llovido el día anterior. Una de esas tormentas apocalípticas del verano. Hay barro por todas partes. Hemos formado una comitiva llamativa. Demasiado, evidentemente. La periodista habla con las madres, que se van acercando por turnos, dependiendo de a qué asociación pertenecen. Hay una feroz competencia entre las diferentes a...