El ánfora de Finisterre

En su huida extrajo del fondo del taller el ánfora terminada, en la que se contenían todas las medidas y figuras del templo. Grabadas en el vidrio estaban las líneas y cifras que permitirían la venida a la realidad de lo que en la curvatura de la pieza se contenía en términos ideales. Cargó con ella y cruzó cientos de leguas de mar y tierra en dirección poniente hasta llegar a la colina en que habría de ver levatando el templo, contenido en la forma y los detalles de aquel trozo de cerámica ennegrecida. El secreto que contenía sólo podía ser desvelado por los seguidores del dios. Vio ponerse el sol desde aquella piedra frente al mar y el abismo que se escondía tras el horizonte. Esperó al día siguiente, cuando empezaría a construirse el templo órfico más cercano al límite del mundo, al río Océano. Durante la noche tuvo un sueño...

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