Cosas que vio el Almirante
:
Un mástil de ciento veinte toneles;
puñados de yerba recién arrancada;
un cangrejo vivo, que se quedó él;
leguas mal contadas, para que la lejanía no infundiera terror;
un rabo de junco, que jamás duerme en el mar;
y aguas más dulces cada vez, de las fuentes de El Paraíso.
También vio los vientos contrarios
agitarse entre las velas,
y bien alegraron a todos,
pues todos quieren volver.
Un alcatraz, vio el Almirante, dato definitivo;
y lloviznas sin viento, señal inequívoca;
y un garjao, pájado de río donde los haya;
y una ballena, que siempre anda cerca de la tierra.
Y el Mar, que no otra cosa hay pegada a esa y a todas las tierras, costas y arenas,
vio el Almirante.
Mar, Mar y más Mar.
Y al otro lado, preciso e inminente,
el Suelo Firme, anunciado de aire,
adelantado por rabiforzados y peces golondrinos,
por una caña, por un palillo labrado,
por una tablilla,
por una lumbre, candela titilante.
Todo eso vio el Almirante.
Y al fin, llegó y vio la Verdad Moderna,
una gran manzana de oro llamada Cipango,
envuelta en muchedumbres...
"Diario de a bordo" de Colón. Lo primero que uno se pregunta es por qué es Bartolomé de las Casas el encargado de la transcripción. Lo incluyó en su Historia de las Indias. En principio, utilizó una copia remitida al propio Colón por dos amanuenses sobre el original que él mismo entregó a los reyes en Barcelona en 1493. La copia se hizo con gran secreto, y se perdió. Evidentemente, en su momento, era un documento secreto, muy valioso, que ofrecía una ventaja competitiva importante a la corte de Castilla. ¿Cómo se pudieron perder todas las versiones originales? ¿Por qué se mantuvo en secreto? La primera edición de este texto es del siglo XIX. Hasta entonces era desconocido.
Las reflexiones naturalistas de Colón son sencillas y poco científicas. Al ver el cuerpo de los primeros indígenas le sorprende su altura, su salud, su belleza, y los asemeja a los nativos de las Canarias, los guanches. Ahora se sabe que los guanches provenían de las tribus bereberes que se habían echado al mar mil quinientos años antes. Pero el mecanismo mental que le lleva a realizar esa identificación a partir de semejanzas y variaciones en los rasgos no es tan diferente del que utilizaría trescientos cincuenta años después Darwin.
Colón busca la isla de Cipango, es decir, Japón. Colón busca oro. Y Poder. Inmediatamente piensa en las capacidades militares y en las posibilidades de sojuzgamiento. Esto está en el primer momento de la llegada y no es consecuencia de nada sucedido allá. El deseo de oro y dominio viene de Europa, y es febril. El episodio sevillano de 1537 no es más que un salto dimensional, pero el impulso capitalista e imperialista está desde el principio. El catolicismo es pura legitimación, y no se preocupan mucho en ocultarlo. El formalismo religioso es evidente, incluso después del filtro del espiritual De Las Casas. No puede hablarse de un descubrimiento devenido en conquista. Hay conquista desde el primer momento.
Desde el primer desembarco hay armas y violencia larvada. Sin embargo, el primer acto de violencia relatado por el propio Colón es el secuestro de un indio que viene a recuperar un ovillo de algodón, que se supone había entregado generosamente. Más allá del malentendido que debió motivar el regreso del indio por la noche a la carabela y que desembocó en su secuestro, estaba claro que los conquistadores tenían miedo. Colón arregla el asunto, para evitar roces innecesarios. Sin embargo, ya en esos primeros días se sienten espiados y seguidos desde el mar. No es la actitud del explorador. De hecho, la lectura de Colón deja claro que en ningún momento fueron tales exploradores. El ánimo conquistador motiva el viaje desde el inicio, y esos hombres se comportan como conquistadores de tierras bárbaras, sin legitimidad previa. De hecho, cuando llegan, registran la toma de posesión, para que tenga validez jurídica.
Los indicios principales que motivaron su convicción de que estaban registrando "en la civilización" a aquellas gentes, fueron la desnudez, la inocencia y la pobreza. Consideran inmediatamente que la ausencia de armas peligrosas, de construcciones, y de ropas, hacían de aquellos seres animales semihumanos. La experiencia de la desnudez debió ser curiosa para aquellos hombres. Desconcertante, cuando menos. El primer signo de civilización superior que detectan es cuando en una isla los nativos empiezan a regatear el pago de sus regalos. Colón considera que la noción de precio, y por tanto la existencia de un mercado, es un rasgo puro de civilización. Las primeras transacciones se hicieron sin precio el 13 de octubre de 1492. La primera transacción con precio se produjo el 16 de octubre, tres días después. Y, precisamente, en ese lugar es donde las mujeres van "algo" vestidas. Esa correlación está clara. ¿Cuál es la relación entre vestido y mercado? ¿Surgen al mismo tiempo? ¿Tienen algo que ver? Desde luego en el inconsciente de Colón es la misma cosa. Sea o no mentira lo que escribió ese día en su diario, su imaginación estaba siempre condicionada por sus deseos y prejuicios profundos, como cuando asegura haber asistido a una erupción volcánica en Canarias que los científicos han demostrado que nunca se produjo. Si Colón mira un volcán, y le dicen lo que es y lo que le pasa en ocasiones, inmediatamente ve una erupción volcánica y la puede describir. Esto ahora nos parece acientífico y desleal hacia el lector, pero la historiografía antigua se escribía así. Heródoto ve todo lo que tiene que ver, y además, y esto es lo mágico, las cosas que encuentra y que no esperaba. Pero introducir el prejuicio en el relato de la realidad forma parte del mundo medieval y de todo el mundo antiguo. La noción de realidad estanca es una construcción racionalista, y tardó en imponerse. De hecho, aún no se ha impuesto del todo. De hecho, parece cada vez más probable que es una construcción tan falaz como la realidad aumentada de la teología medieval.
En ninguna de las tres carabelas había nadie que supiera de especias. Esto resulta curioso, porque era la alternativa al oro. Si lo del oro no resultaba, las especias podían ser una alternativa para sacar provecho de la expedición. Colón alucina con la vegetación tropical. "Como abril en Andalucía", dice. Pero no sabe lo que está viendo. En su cabeza se puede ver nacer una intuición genial y con consecuencias tremendas para el planeta. En el interior de Colón se intuye por primera vez el segundo y el tercer gran negocio americano en la actualidad: la alimentación y la farmacología. Hay algo delicioso en la personalidad de Colón: su desfachatez. El deseo en él es tan imperioso, tan evidente, y se exhibe con tanta naturalidad, que produce ternura. Es un hombre del Renacimiento, y el conocimiento es consecuencia del deseo de dominio, no una especulación independiente. A Colón le importa un huevo lo que ve, excepto como fuente de cumplimiento de sus deseos. Su curiosidad filosófica o naturalista es nula.
El 21 de octubre de 1492, a los nueve días del primer contacto, Colón narra la primera escena de terror indígena. En una isla encuentran una casa abandonada minutos antes. Es la primera vez que alguien se esconde de los españoles en el Nuevo Mundo. La voz está corriendo. De momento, según Colón, nadie ha salido herido. ¿Por qué huyen esos indígenas, entonces? Hasta ese momento en todas partes los han recibido con regalos. En unos pocos días esos regalos se han convertido en productos. Y unos días después huyen al verlos aparecer por el mar. Parece extraño, como si hubiera episodios de estos primeros contactos que Colón no conoció o prefirió ocultar. Es impresionante cómo se quemaron etapas. El deseo de los recién llegados es tan brutal y tan impaciente que todo se desencadena con tremenda velocidad. Parece una historia de América en miniatura, este primer viaje. Una miniatura profética. Lo más delirante es que Colón sigue sosteniendo la "paz". Prohíbe a sus hombres que toquen nada de los poblados que van encontrando desiertos, hecho cada vez más frecuente. A pesar de haber registrado la posesión de varias islas, Colón sigue llevando entre su equipaje una carta de los reyes españoles para el Gran Can de la China, nada menos. Así que, por un lado, Colón actúa como un descubridor antiguo, un Eneas que conquista y nombra, y por otro lado, sigue desarrollando lo que él cree una embajada.
El 23 de octubre de 1492 Cristóbal Colón escribió la palabra "Cuba" por primera vez. Habían pasado once días desde el primer contacto. Todo es hermoso en Cuba, y su forma le recuerda a Sicilia. En la desembocadura de los ríos hay almejas, y eso es señal de que hay oro. Ese detalle sí es de especialista. Fuera verdad o leyenda del oficio, no cualquier lo sabe. Colón se había "especializado" antes de venir en aquello que realmente le interesaba: la minería de oro. Asegura Colón que en Cuba hay una peña similar a la Peña de los enamorados de Antequera:
Es bien curiosa la referencia. Al estar en Cuba, se acuerda de Sicilia y de este lugar. Los tres lugares están prácticamente en línea recta en el mapamundi. La referencia a este lugar suena extraña en el texto. Efectivamente parece una clave.
Insiste el Almirante en la "mansedumbre" de los indios. Se utiliza por primera vez este adjetivo, que estará después presente como "referente moral" a lo largo de toda la conquista. Efectivamente, la mansedumbre era una virtud cristiana previa al primer contacto. Sin embargo, en la Europa del Renacimiento no era precisamente la virtud por excelencia. De hecho, si algo puede caracterizar a los hombre de rango en esa época era precisamente la soberbia y la violencia. Por cierto, la etimología de "manso" tiene que ver con la expresión latina para "el que está acostumbrado a la mano", es decir, los animales y esclavos habituados al castigo físico, y "el que se queda", en referencia, igualmente, a los animales no silvestres, que se acogen a la comunidad de hombres para que los alimenten. Colón vuelve a marcar las líneas que regirán la conquista de América. De nuevo este diario se convertirá en un manual de procedimiento. El rasgo más importante en relación a los indios, la línea de tensión que interesará a los europeos, será la que los define entre la ira y la pasividad más absoluta. El resto de características morales o psicológicas son secundarias. Es evidente la intención de conquista, no de exploración. Colón no siente la menos curiosidad por ellos. Le interesa conocer -y comunicar a los reyes- el grado de dificultad que supondrá su sojuzgamiento. La información sobre su irascibilidad es constante y fundamental. Explica una y otra vez como los tomaban o soltaban, es decir, los sucesivos secuestros que van realizando. Esto llevó a las poblaciones aborígenes a salir corriendo cuando veían aparecer hombres blancos. Colón lo achaca a diferencias entre ellos. En realidad, Colón, actúa como un emprendedor que explora mercados nuevos y que tiene que justificar las inversiones y atraer inversiones nuevas. Colón está haciendo una calificación de rating optimista, de "oportunidad y estabilidad política" y de "seguridad de la inversión". Y como hoy, el dato fundamental para gustar a los reyes europeos es la "mansedumbre" local. Desde ese primer momento esa visión en la calificación del indio americano y posteriormente de toda la población, será característica de la visión europea. El americano es mejor cuanto más dócil, y peor cuanto más irascible o resistente a la esclavitud. Un americano rebelde, para un conquistador, es un hecho antinatural, un ilógico antropológico, que tiene que ser anulado, borrado.
Otra cuestión curiosa es la astucia metafísica de Colón. Sus traductores colaboran en extender entre los locales la idea de que los españoles han venido del cielo. En algún momento entendieron que esta era una forma perfecta de intimidar a poblaciones mucho más numerosas y potencialmente peligrosas. Este truco lo usará hasta la saciedad Hernán Cortes, pero Colón ya alecciona a sus traductores indígnes para que esparzan la leyenda. El problema es que en numerosas ocasiones esa mentira tenderá a consolidarse en la mente de los exploradores, por medio de una metáfora, de una legitimación psicológica, la de la obligación moral del hombre blanco de civilizar y cristianizar, el "white man's burden".
Hay numerosas referencias a Guinea, por comparación. Para la reina de Castilla, se trataba de competir con Portugal. El mismo Colón había sido agraviado por la corte portuguesa, porque tras un montón de años rogando para que le ayudaran a armar su expedición, tuvo que salir huyendo de Portugal perseguido. Muchos piensan que con el mapa de Toscanelli u otro documento de valor con él. Se trataba de superar a Portugar por medio de la conquista de tierras tanto o más ricas que las africanas, y toda comparación se hace con ellas, así como con sus habitantes. La conquista portuguesa no era fácil, y menos aún profundizar desde las costas. Colón quiere dejar claro que en este caso no va a ser así, y que resultará sencillo hacer trabajar a estas gentes para que acumulen capital a favor de la Corona de Castilla.
El fragmento de las amazonas es delirante. Da por supuesto la existencia de esos seres y apoya esa afirmación con la confirmación de los propios indios caribes. Su objetivo era llevar "cinco o seis" a los reyes, así a bulto. Es fácil imaginar ese viaje para las amazonas caso de haber llegado Colón a su isla. Es evidente que la buscó, aunque viene a decir que fue imposible encontrarla y que siguieron camino. Es menester recordar que uno de los primeros muertos por sífilis en Europa fue Martín Pinzón, el comandante de la Pinta, cuya versión de la historia no nos ha llegado, ya que murió en Palos al poquísimo de volver vía Bayona. El sexo, por supuesto, está ausente del Diario de a bordo, a excepción de algunos detalles de apreciación del "material femenino" -creo que es la mejor manera de describir su descripción- que hace Colón. Su obsesión por la desnudez total o parcial de las indígenas aparece en numerosas entradas. Su apreciación de su belleza y de su lozanía tiene bastante de feria de ganado. Por otra parte, el silencio en torno a la cuestión y la sistemática huida de los indios ante los españoles, excepto cuando va todo el pueblo junto acompañado de los guerreros o sólo los guerreros, es de por sí explicativa. Raptar mujeres en Cipango, para Colón, es algo absolutamente natural, pero no por español, genovés o europeo, sino por marinero participante en expediciones a África, Madeira, extremo oriental del Mediterráneo. En ese sentido, los marineros de las carabelas no son tan distintos de las tripulaciones de náufragos en busca de imperios que fundar que aparecen en La Eneida. Violar mujeres formaba parte del juego, siempre y cuando esa mujer no fuera europea. Si era europea, sólo era delito si en el momento de la violación estaba casada o si era virgen. Pero un mujer viuda, o soltera, o que hubiera sido abandonada por su marido o que ella lo hubiera abandonado a él, caso de que hubiera sido capaz, podía ser forzada. En cualquier caso esto era un problema en Europa en cuanto se movilizaba un ejército. El teatro barroco español hará numerosas referencias a estos sucesos, y a las reacciones -o ausencia de reacciones- ante ellos. Así pues, si la violación era un hecho latente en la metrópolis, podemos imaginar lo que supuso el desembarco de estos marineros en un lugar en el que su propio almirante tomaban posesión para la Cristiandad, anunciando que en un futuro, todos aquellos hombres y mujeres serían cristianos y súbditos de los Reyes de Castilla. La única razón para "contenerse", tal y como deja entrever Colón, era de índole estratégica. Necesitaban información, guías, alianzas, saber dónde estaban las minas, etcétera. Recuerdo que a los nueve días de desembarcar las mujeres y los niños dejan de aparecer solos en las playas. En cuanto ven aparecer los barcos se esconden en el bosque.
En ninguna de las tres carabelas había nadie que supiera de especias. Esto resulta curioso, porque era la alternativa al oro. Si lo del oro no resultaba, las especias podían ser una alternativa para sacar provecho de la expedición. Colón alucina con la vegetación tropical. "Como abril en Andalucía", dice. Pero no sabe lo que está viendo. En su cabeza se puede ver nacer una intuición genial y con consecuencias tremendas para el planeta. En el interior de Colón se intuye por primera vez el segundo y el tercer gran negocio americano en la actualidad: la alimentación y la farmacología. Hay algo delicioso en la personalidad de Colón: su desfachatez. El deseo en él es tan imperioso, tan evidente, y se exhibe con tanta naturalidad, que produce ternura. Es un hombre del Renacimiento, y el conocimiento es consecuencia del deseo de dominio, no una especulación independiente. A Colón le importa un huevo lo que ve, excepto como fuente de cumplimiento de sus deseos. Su curiosidad filosófica o naturalista es nula.
El 21 de octubre de 1492, a los nueve días del primer contacto, Colón narra la primera escena de terror indígena. En una isla encuentran una casa abandonada minutos antes. Es la primera vez que alguien se esconde de los españoles en el Nuevo Mundo. La voz está corriendo. De momento, según Colón, nadie ha salido herido. ¿Por qué huyen esos indígenas, entonces? Hasta ese momento en todas partes los han recibido con regalos. En unos pocos días esos regalos se han convertido en productos. Y unos días después huyen al verlos aparecer por el mar. Parece extraño, como si hubiera episodios de estos primeros contactos que Colón no conoció o prefirió ocultar. Es impresionante cómo se quemaron etapas. El deseo de los recién llegados es tan brutal y tan impaciente que todo se desencadena con tremenda velocidad. Parece una historia de América en miniatura, este primer viaje. Una miniatura profética. Lo más delirante es que Colón sigue sosteniendo la "paz". Prohíbe a sus hombres que toquen nada de los poblados que van encontrando desiertos, hecho cada vez más frecuente. A pesar de haber registrado la posesión de varias islas, Colón sigue llevando entre su equipaje una carta de los reyes españoles para el Gran Can de la China, nada menos. Así que, por un lado, Colón actúa como un descubridor antiguo, un Eneas que conquista y nombra, y por otro lado, sigue desarrollando lo que él cree una embajada.
El 23 de octubre de 1492 Cristóbal Colón escribió la palabra "Cuba" por primera vez. Habían pasado once días desde el primer contacto. Todo es hermoso en Cuba, y su forma le recuerda a Sicilia. En la desembocadura de los ríos hay almejas, y eso es señal de que hay oro. Ese detalle sí es de especialista. Fuera verdad o leyenda del oficio, no cualquier lo sabe. Colón se había "especializado" antes de venir en aquello que realmente le interesaba: la minería de oro. Asegura Colón que en Cuba hay una peña similar a la Peña de los enamorados de Antequera:
Es bien curiosa la referencia. Al estar en Cuba, se acuerda de Sicilia y de este lugar. Los tres lugares están prácticamente en línea recta en el mapamundi. La referencia a este lugar suena extraña en el texto. Efectivamente parece una clave.
Insiste el Almirante en la "mansedumbre" de los indios. Se utiliza por primera vez este adjetivo, que estará después presente como "referente moral" a lo largo de toda la conquista. Efectivamente, la mansedumbre era una virtud cristiana previa al primer contacto. Sin embargo, en la Europa del Renacimiento no era precisamente la virtud por excelencia. De hecho, si algo puede caracterizar a los hombre de rango en esa época era precisamente la soberbia y la violencia. Por cierto, la etimología de "manso" tiene que ver con la expresión latina para "el que está acostumbrado a la mano", es decir, los animales y esclavos habituados al castigo físico, y "el que se queda", en referencia, igualmente, a los animales no silvestres, que se acogen a la comunidad de hombres para que los alimenten. Colón vuelve a marcar las líneas que regirán la conquista de América. De nuevo este diario se convertirá en un manual de procedimiento. El rasgo más importante en relación a los indios, la línea de tensión que interesará a los europeos, será la que los define entre la ira y la pasividad más absoluta. El resto de características morales o psicológicas son secundarias. Es evidente la intención de conquista, no de exploración. Colón no siente la menos curiosidad por ellos. Le interesa conocer -y comunicar a los reyes- el grado de dificultad que supondrá su sojuzgamiento. La información sobre su irascibilidad es constante y fundamental. Explica una y otra vez como los tomaban o soltaban, es decir, los sucesivos secuestros que van realizando. Esto llevó a las poblaciones aborígenes a salir corriendo cuando veían aparecer hombres blancos. Colón lo achaca a diferencias entre ellos. En realidad, Colón, actúa como un emprendedor que explora mercados nuevos y que tiene que justificar las inversiones y atraer inversiones nuevas. Colón está haciendo una calificación de rating optimista, de "oportunidad y estabilidad política" y de "seguridad de la inversión". Y como hoy, el dato fundamental para gustar a los reyes europeos es la "mansedumbre" local. Desde ese primer momento esa visión en la calificación del indio americano y posteriormente de toda la población, será característica de la visión europea. El americano es mejor cuanto más dócil, y peor cuanto más irascible o resistente a la esclavitud. Un americano rebelde, para un conquistador, es un hecho antinatural, un ilógico antropológico, que tiene que ser anulado, borrado.
Otra cuestión curiosa es la astucia metafísica de Colón. Sus traductores colaboran en extender entre los locales la idea de que los españoles han venido del cielo. En algún momento entendieron que esta era una forma perfecta de intimidar a poblaciones mucho más numerosas y potencialmente peligrosas. Este truco lo usará hasta la saciedad Hernán Cortes, pero Colón ya alecciona a sus traductores indígnes para que esparzan la leyenda. El problema es que en numerosas ocasiones esa mentira tenderá a consolidarse en la mente de los exploradores, por medio de una metáfora, de una legitimación psicológica, la de la obligación moral del hombre blanco de civilizar y cristianizar, el "white man's burden".
Hay numerosas referencias a Guinea, por comparación. Para la reina de Castilla, se trataba de competir con Portugal. El mismo Colón había sido agraviado por la corte portuguesa, porque tras un montón de años rogando para que le ayudaran a armar su expedición, tuvo que salir huyendo de Portugal perseguido. Muchos piensan que con el mapa de Toscanelli u otro documento de valor con él. Se trataba de superar a Portugar por medio de la conquista de tierras tanto o más ricas que las africanas, y toda comparación se hace con ellas, así como con sus habitantes. La conquista portuguesa no era fácil, y menos aún profundizar desde las costas. Colón quiere dejar claro que en este caso no va a ser así, y que resultará sencillo hacer trabajar a estas gentes para que acumulen capital a favor de la Corona de Castilla.
El fragmento de las amazonas es delirante. Da por supuesto la existencia de esos seres y apoya esa afirmación con la confirmación de los propios indios caribes. Su objetivo era llevar "cinco o seis" a los reyes, así a bulto. Es fácil imaginar ese viaje para las amazonas caso de haber llegado Colón a su isla. Es evidente que la buscó, aunque viene a decir que fue imposible encontrarla y que siguieron camino. Es menester recordar que uno de los primeros muertos por sífilis en Europa fue Martín Pinzón, el comandante de la Pinta, cuya versión de la historia no nos ha llegado, ya que murió en Palos al poquísimo de volver vía Bayona. El sexo, por supuesto, está ausente del Diario de a bordo, a excepción de algunos detalles de apreciación del "material femenino" -creo que es la mejor manera de describir su descripción- que hace Colón. Su obsesión por la desnudez total o parcial de las indígenas aparece en numerosas entradas. Su apreciación de su belleza y de su lozanía tiene bastante de feria de ganado. Por otra parte, el silencio en torno a la cuestión y la sistemática huida de los indios ante los españoles, excepto cuando va todo el pueblo junto acompañado de los guerreros o sólo los guerreros, es de por sí explicativa. Raptar mujeres en Cipango, para Colón, es algo absolutamente natural, pero no por español, genovés o europeo, sino por marinero participante en expediciones a África, Madeira, extremo oriental del Mediterráneo. En ese sentido, los marineros de las carabelas no son tan distintos de las tripulaciones de náufragos en busca de imperios que fundar que aparecen en La Eneida. Violar mujeres formaba parte del juego, siempre y cuando esa mujer no fuera europea. Si era europea, sólo era delito si en el momento de la violación estaba casada o si era virgen. Pero un mujer viuda, o soltera, o que hubiera sido abandonada por su marido o que ella lo hubiera abandonado a él, caso de que hubiera sido capaz, podía ser forzada. En cualquier caso esto era un problema en Europa en cuanto se movilizaba un ejército. El teatro barroco español hará numerosas referencias a estos sucesos, y a las reacciones -o ausencia de reacciones- ante ellos. Así pues, si la violación era un hecho latente en la metrópolis, podemos imaginar lo que supuso el desembarco de estos marineros en un lugar en el que su propio almirante tomaban posesión para la Cristiandad, anunciando que en un futuro, todos aquellos hombres y mujeres serían cristianos y súbditos de los Reyes de Castilla. La única razón para "contenerse", tal y como deja entrever Colón, era de índole estratégica. Necesitaban información, guías, alianzas, saber dónde estaban las minas, etcétera. Recuerdo que a los nueve días de desembarcar las mujeres y los niños dejan de aparecer solos en las playas. En cuanto ven aparecer los barcos se esconden en el bosque.
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