Silverberg



Regreso a Belgazor, Downward to Earth. 1970. Robert Silverberg. Un colono expulsado tras un proceso de independencia regresa ocho años después a la antigua colonia, que él comandó en parte, para entender parte de su vida allí y qué es lo que realmente pasó durante ese tiempo, en el que aprovechó los recursos y esclavizó a los habitantes de un planeta que nunca llegó a aceptar. En el planeta, Belgazor, conviven dos especies inteligentes: los nildoror, similares a elefantes terráqueos, y otra especie extraña y similar a un gran mamífero peludo y bípedo, carnívoro y potencialmente peligroso. Es una novela de contacto entre especies, y por tanto el tema de la tolerancia, del afán de poder y del miedo a lo desconocido aparece una y otra vez. Es prácticamente inevitable, y su desarrollo se parece a otras muchas novelas del género, como La voz de los muertos, de Scott Card. Tienen en común la presencia de personajes humanos que buscan más allá del antropocentrismo y etnocentrismo habituales en los personajes colonialistas. Es un conflicto latente en la literatura de viajes, pues siempre hay alguien allí, y sin embargo, el propio viaje promete "tierras vírgenes". El genocidio amerindio, australiano y africano está siempre en la retaguardia de estos relatos, muy frecuentes en la literatura anglosajona, y mucho menos en la literatura española, en forma de culpa y necesidad de redención.


 
Hay un elemento fantástico que inquieta y fascina, relacionado con el "renacimiento" fallido de varios personajes. Es una idea que apareció en Alien 4, cuando Ripley y Alien son clonado de forma confusa, como Seth Brundle, personaje de Jeff Goldblum, y la mosca de idem. Es la idea de la simbiosis en su máxima expresión: especies o individuos que se "mezclan" y se fusionan, dando lugar a seres híbridos. De modo que del encuentro entre extraños Silverberg salta al tema hermano (y expandido del anterior) de la fusión de heterogéneos y los resultados, condicionados por la "buena" o "mala" voluntad de los personajes implicados. Hay un castigo aguardando a aquello que realizan el ritual de renacimiento o fusión sin que sus deseos sean "puros". Hay un aviso, una advertencia, un recuerdo de algo terrorífico y fatal. Y de ellos surge un tipo de monstruo, el monstruo mestizo, medio hecho, a medio terminar, conglomerados de vísceras, inhacabadas bestias. Caliban, de nuevo, hijo de una bruja y de un diablo, es decir, mitad humano mitad infernal. En el principio del mito negativo del monstruo mestizo está el terror al otro, pero igualmente son monstruos en ese sentido los héroes, en la medida en que descienden de dioses y hombres. En este sentido hay mucho de creacionismo negativo: "¿cómo es medio ojo?".
               Por último, creo que es muy potente la novela como viaje visual. Silverberg es un escritor ambicioso, y los mundos que crea son barrocos, extraños, hipnóticos. La idea de un planeta que se relaciona de forma simbiótica con sus habitantes le lleva a delirios plásticos y conceptuales que hacen que la lectura se convierta en un viaje delicioso y que le recuerdan a uno la magia de la literatura fantástica y de viajes, como generadora de universos alternativos reales en nuestra experiencia. Sí, es obvio, pero la mayoría de escritores contemporáneos han renunciado a ello, porque se extiende el estúpido bulo de la superioridad de los elementos tecnológicos como proveedores de imágenes, cuando es al revés, es la literatura la que sigue teniendo -y seguirá siendo así- el mayor potencial. No existe ningun software más potente que nuestro juguete cerebral.

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