Y en esto llegó la primavera. Con viento. Con tristeza y dificultades. Con esperanza. Con estupor. Con datos. Con cumpleaños amados. Con descubrimientos cuya duración en mi cerebro no sé calcular. No sé qué puede durar y qué no. Y no me importa mucho, la verdad. 

Erdosain, en los Siete Locos, vive en la angustia. Roba seiscientos pesos y se los gasta absurdamente. Nunca se le llega a ocurrir que con dinero robado uno puede comprarse zapatos y ropa interior. Se lo gasta en cangrejos y en ranas fritas. El absurdo, el sinsentido, señoreándolo todo. La reacción ante la mecanización de la vida. Reacción. El horror ante la clase media. Igual que tantas décadas después en Bolaño. Esos personajes obsesivos, colgados de imágenes, en brumas amarillentas. Son ciegos pacientes del absurdo. Son termómetros. ¿Son reaccionarios? No. Son escritores que buscan cierta honestidad, y que no entienden de futuro. Entienden de lo que ven. Y poco más. Porque hay poco más sobre lo que entender. Yo ahora estoy oyendo ambulancias que suben por la Avenida Córdoba. Hoy pensé en los treinta y dos mil japoneses que se suicidaron en dos mil nueve. Pienso en Lituania, que es el lugar del mundo donde la gente más se suicida. Pienso en la tristeza de las masas. En la vida de mierda que llevamos. Acosados, angustiados, muertos de miedo, condenados a ejercer toda esta energía que nos sobra y que no sabemos cómo dirigir. ¿Y qué? Nada nuevo. 

Hoy vi a dos indias con sendos bebés en el colectivo. Se sentaron una frente a la otra. La más joven -o al menos, la que parecía más joven- tenía gafas, y se veía por su mirada y su vestido y sus maneras que era universitaria. Llevaba su bebé en una de esas telas que se enredan al cuerpo y que hacen que los bebés vayan pegados al corazón de sus madres. Es un artefacto tradicional muy sabio, absolutamente ergonómico. No tiene mucho éxito por una razón: es increíblemente barato. Frente a ella iba sentada una india obrera. Parecía mucho mayor, aunque cuando te fijabas te dabas cuenta de que era también bastante joven. Su niño llevaba una chaqueta incómoda y asfixiante de nylon, e iba llorando. La  universitaria podía mirar a sus abuelos, a sus bisabuelos. La otra sólo podía mirar a sus opresores. Esto sucede todo el tiempo. En todo el mundo. Las víctimas adoptan constantemente los hábitos -la caricatura sufriente de los hábitos- de sus opresores, demostrando su culpa, y demostrando igualmente que han interiorizado convenientemente el discurso de sus verdugos. Estos, los dueños, es lo único que están dispuestos a compartir: su ideología. Me resulta incomprensible la manera en que aceptamos todo esto. Como perros. Y buscamos formas para que no nos duela. Formas de acomodarnos a esta infamia. Lo cual es un modo de afirmar que no es tal infamia, que no es tan grave, que se puede mejorar dentro de esto, que hay esperanza, que "siempre" hay esperanza. La capacidad de generar esperanza del ser humano me revuelve las tripas, porque da miedo, porque demuestra que siempre puede haber muchas más cosas, peores, peores horrores. Detrás de Africa puede venir algo peor en Asia, y luego vendrán otras víctimas. Es como si la opresión nunca tuviera bastante. Y el ser humano se amolda, tiene hijos, busca hacer música, bailar, pasarla bien. Lo cual está estupendo, pero a mí me cuesta mantener el estómago en su sitio. Hoy empieza la primavera. Todo bien.

Deslumbrante descripción de Arlt del ofico de "cafishio", o sea, chuloputas. Es de lo más bestia que he leído en mucho tiempo. Y lo hermoso es la convicción del personaje que lo dice. Bolaño ama a Arlt. Hay una escena en 2666 prácticamente igual, pero más desordenada. Es como si Bolaño hubiera usado escenas de Arlt y las hubiera dinamitado con ritmo. Arlt es tranquilo. Al menos para nosotros. Parece que en los años treinta a la gente le parecía novelas vetiginosas, muy urbanas.

Una mujer abandona a su marido. Esa noche, mientras lo está abandonando en compañía de su nuevo amante, que ha ido a recoger con ella la maleta en la que tiene todas sus pertenencias, ella se de cuenta de que siempre amará a su marido. Mientras el amante espera en el descansillo, ella le promete a su marido que volverá. Es un diálogo hermoso surgido de una situación imposible. Gran escena. Arlt es grande.

Todos los presos son presos políticos. Unos son apresados para defender bienes, otros para defender vidas y otros para defender ideas. Los asesinatos de origen psicológico son consecuencia de un estado económico.

La rabia es pueril. La serenidad es criminal. La indolencia es inútil. El olvido es rentable. La verdad es verdad.

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