Encuentros

Gonzalo Chávez. Viejo militante ex-montonero. Durante el taller sobre Historia del Movimiento Obrero en ATE hace una reflexión pausada y precisa del movimiento sindical en relación a Montoneros y a la resistencia contra la dictadura. Su forma de hablar es extrañamente poderosa, calma, dolorida, peligrosamente íntima. Es muy interesante asistir a esta charla. Los viejos héroes se muestran ante la joven militancia, para explicar los errores, las glorias y las fragilidades. La primera en la frente: el paso a la ilegalidad de Montoneros en el 75 es el "error madre" del que vienen todos los demás. Se producía la clásica dicotomía entre posibilismo y radicalismo, entre construcción subterránea y lucha a muerte. Triunfó la opción radical foquista, y fue un error. La decisión se tomó en asambleas a nivel nacional a mano alzada. El resultado fue horroroso. La derrota militar era casi total incluso antes de iniciarse la dictadura. Además dejaron indefensa a toda la militancia de base, que no tenía medios ni siquiera de morir matando. Un desastre. Un error. Y entonces Chávez hace una fundamental distinción: "un error político en tiempos de paz supone el despido de compañeros; un error político en tiempo de lucha armada supone la muerte de compañeros", y no por ello la responsabilidad del crimen está en ningún otro lugar que no sea el cerebro del asesino, en este caso los milicos. Estos días se presentó el libro de Feinmann sobre el Peronismo, y el modo de tratar esta cuestión, al leerlo ya en los fascículos de Página, me pareció una irresponsabilidad por parte del autor Porque Feinmann hace responsables a Firmenich y a la conducción de la muerte de los pibes, y coquetea con toda esa mierda del exilio dorado y los "perejiles" de la base cayendo uno tras otro. Extraña comparación la de estos dos hombres, Chávez y Feinmann.
       De vez en cuando, en la charla, intervienen Víctor De Gennaro y Cacho Mengarelli. De Gennaro es un tipo con una vitalidad tan bestia y una especie de alegría de partida que a uno se le olvida que de vez en cuando cuenta cosas terribles. Cacho Mengarelli, otro viejo sindicalista, cuenta una maravillosa anécdota sobre cómo un grupo de compañeros van a pintar una pared y el encargado de hacerlo termina vestido de boda con la cara manchada de rojo por usar el aerosol al revés. Gran actor. Gran comunicador. Los tres lo son: Chávez, De Gennaro y Mengarelli. 
       De Gennaro habla de cómo la ilegalidad, la clandestinidad, queda dentro de aquél que la sufre, y de cómo se necesita hablar para expurgar el miedo. Muy argentino. Pero es cierto. Al menos ellos lo sienten así, y es hermoso asistir a esta expurgación. Cuentan a ratos detalles muy lindos, aunque puedan ser tontos. Por ejemplo, en las fábricas, el contacto ideal son los tipos de mantenimiento de la propia fábrica, porque conocen todas las secciones. Cuenta una escena hermosa De Gennaro. En Firestone se convoca una asamblea para discutir sobre el aumento del ritmo de trabajo en 1978. El milico que ha intervenido la fábrica amenaza con el despido a aquellos que no quieran aceptar el aumento del trabajo sin rechistar. Ninguno de los 1700 hombres presentes vuelve al trabajo y se convoca una huelga que dura cuatro días. No hay asamblea. La decisión se toma silenciosa y colectivamente. Milagroso y bonito. Muy bonito.
         Constantemente sueltan frases cinceladas: "el miedo es individual, el valor es colectivo"; "el exiliado es un nostálgico del futuro";  "siempre que alguien traslada la terminología militar a la política se equivoca"; "el valor no te exime del error"; "no es fácil sacar a Perón de la historia simplemente como un contrarevolucionario"; "la ausencia de autocrítica tiene que ver con la ocultación de la propia debilidad ante un enemigo más fuerte"; "la desindustrialización fue una estrategia de guerra contra la Argentina obrera y militantes"; "cuando cuentas una historia es tan importante la victoria como la derrota". 
           Aparecen datos interesantes, que desconocía. La Triple A fue responsable de cerca de dos mil muertos. O cosas como que desde 1958 hastra 1983 hubo presencia de expertos franceses en contrainsurgencia -entrenados en el desastre de Argelia- colaborando con el ejército argentino. El genocidio se fraguó lenta y meticulosamente. Según Gonzalo Chávez de lo que se ha podido ver de los archivos del ejército y de los libros de Lanusse -que recomienda leer- se puede decir que a mediados de los setenta los servicios secretos del ejército tenían una idea más precisa del movimiento peronista y de la izquierda que el propio peronismo y la propia izquierda. Me parece una idea interesante, muy dramática. Es jodido aceptar desde la izquierda que la derrota de los setenta se hizo desde la inteligencia política y táctica. Quizás el problema esté en qué consideramos inteligencia. En qué usa la inteligencia -abundante, omnipresente, estéril, estetizante, decadente- la izquierda y en qué la usa la derecha -en ganar plata y en eliminar enemigos-. Esta última frase incluye a Borges, que ganó plata -creo que no mucha- y colaboró en un principio mítico en eliminar enemigos. Esto último es una barbaridad similar a relacionar a Wagner o a Nietzsche con el nazismo. Sin embargo, no puedo evitar sentir en algún lugar de mi cerebro una certeza absoluta al respecto. Recuerdo aquella conferencia del 77 sobre la ceguera; recuerdo a Unamuno en Salamanca, estupefacto...
         La idea del pez era manejada por los milicos: "si quieres atrapar a un pez lo mejor es vaciarle la pecera". El pez era Montoneros; el agua de la pecera era el Movimiento Obrero, el sindicalismo, el estudiantado, la izquierda política, etc...
           


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