Turquía, entre Occidente y el Islam, de Gloria Rubiol

El título da lugar a equívocos, porque le guste o no al sentido común hegemónico, el Islam es una religión esencialmente occidental. Al menos tan occidental como el resto de "religiones del Libro". En el fondo, los blancos europeos siguen pensando que Jesús de Nazaret fue un personaje histórico nacido en Valladolid o en Bonn. Subyace racismo en la negación de occidentalidad al Islam porque lo que se está diciendo de forma torpe y vergonzantes es que el Islam es una religión negroide, extraña a la blanca Europa, a diferencia de los limpios cristianismo y judaísmo.

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Grecia es un país de origen especulativo, como Israel. Su razón de ser geopolítica es parar al Imperio Ruso. De igual modo a como Israel el producto de la Segunda Guerra Mundial Grecia es producto de las guerras napoleónicas. Su razón de ser emocional es devolver a la realidad entelequias literarias europeas. No hay una comunidad política previa, sino un relato literario inspirado en la Historia -y las historias-, de un determinado territorio. El antecedente más claro del sionismo es la fantasía de la Gran Grecia. Ambas especulaciones surgieron en bibliotecas y reservados británicos y costaron -y cuestan, aún a día de hoy, en el caso israelí-, miles, cuando no millones, de vidas inocentes. Tanto Grecia como Israel son dos países producto, esencialmente, del Imperio inglés y, posteriormente, de la dominación estadounidense del mundo. Es decir, como tantos y tantos otros estados, Grecia e Israel son dos estados coloniales o, más bien, producto de la Colonización.

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El repaso a la historia del Imperio otomano y de la construcción contemporánea de Turquía trae a la mente un claro paralelismo con la historia de Castilla, España, y el  Imperio español. Así lo escribió Marx en La España revolucionaria: "la monarquía absoluta en España, que solo por encima se parece a las monarquías absolutas europeas en general, debe ser clasificada más bien junto a las formas asiáticas de gobierno. España, como Turquía, siguió siendo una aglomeración de repúblicas mal administradas con un soberano nominal a su cabeza. El despotismo cambiaba de carácter en las diferentes provincias según la interpretación arbitraria que a las leyes generales daban virreyes y gobernadores; si bien el gobierno era despótico, no impidió que subsistiesen las provincias con sus diferentes leyes, costumbres, monedas, banderas militares de colores distintos y sus respectivos sistemas de contribución. El despotismo oriental solo ataca la autonomía municipal cuando esta se opone a sus intereses directos, pero permite de buen grado la supervivencia de dichas instituciones en tanto que éstas le eximen del deber de hacer algo y le evitan la molestia de ejercer la administración con regularidad". Marx era centralista y jacobino porque entendía que la eficiencia del estado nación ayudaría a llegar al siguiente estrato colonial-imperial que llevaría al capitalismo a enfrentarse a sus contradicciones de forma más rápida. 

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Ataturk separó partido de ejército. Entendía que esa unión supondría un amalgamamiento perjudicial para el desarrollo de Turquía, que era su misión obsesiva. ¿Qué entendía Ataturk como desarrollo? Pues sospecho que algo parecido a lo que entendían los ministros de Miguel Primo de Rivera. Sin embargo, Ataturk fue un gigante, y Primo de Rivera un imbécil, engendrador, además, y de forma tanto metafórica como literal, de siniestras pesadillas. Ataturk estaba obsesionado con la Revolución francesa, era un adicto al trabajo, y no era víctima del sentimentalismo militaroide. Primo de Rivera era un señorito de Jerez, un latifundista ignorante y perezoso, al que le encantaba el folclore de lo militar y el olor del cuero recien pulido por un lacayo. Franco, a su vez, es una caricatura repugnante de un refundador.

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Es muy interesante la construcción jurídica otomana, que recuerda a la tardoromana y a la de Al Andalus, posteriormente heredada por el Imperio español, aunque nadie lo diga muy alto, no vaya a pasar que un español tome conciencia de su historia. Dicha construcción supone una especie de feudalismo de los comunes desterritorializados, ligados a la casta, la familia, el territorio, la hidalguía, la pertenencia a una minoría o iglesia... Las comunidades van adoptando determinados privilegios y obligaciones, que funcionan independientemente del territorio, aunque a veces se liguen a él. Eso es lo que permite la convivencia, dentro del Imperio otomano, de musulmanes suníes y chiíes, cristianos católicos y ortodoxos, y de comunidades judías de diferentes tendencias. En el caso español permitió la pervivencia de los fueros y leyes especiales para eclesiásticos, militares, nobles, comerciantes, regantes, etc. Es una especie de pactismo constante, que otorga privilegios y establece obligaciones a grupos de súbditos que establecen así una relación contractual con el sultán o con el emperador, sin intermediaciones orgánicas. Eso dará estabilidad a los imperios, y cierta flexibilidad a la administración, pero dificultará más tarde el surgimiento de la modernidad política, al no existir una burguesía con acceso libre e igual a mercados de excedente agrarios, y no producirse, así, la acumulación originaria previa a la Revolución industrial. 

Esa configuración diversa y algo caótica es radicalmente enfrentada por Lutero con el principio de unidad religiosa en torno al príncipe. Esa unidad dará más tarde lugar a las nociones modernas de ciudadanía e igualdad ante la ley, previo paso por más de cien años de guerras de religión, entre 1519 y la Reforma y la Paz de Westfalia en 1648. Tanto Turquía como España quedan fuera realmente del proceso de "depuración" de las guerras de religión, porque ambos imperios las viven como acontecimientos externos, a pesar de tener una participación militar constante. De algún modo actúan como los brazos molientes de una centrifugadora de castas y privilegios, que más tarde, en la Ilustración, tendrá frutos, en cuanto al debilitamiento de estructuras que en los viejos imperios periféricos del Mediterráneo permanecerán intactas. 

Igual que los curas ahogaron la Universidad española y la demofobia militar destruyó las posibilidades de surgimiento de una sociedad civil digna de tal nombre, en el Imperio otomano la confabulación de ulemas y jenízaros hizo que la modernidad no llegara nunca de forma "natural". La violencia política constante tiene esa fuente principal. Las estructuras del Antiguo Régimen no llegan nunca a ceder su sitio. Se transfiguran, se esconden, se disfrazan... pero siguen ahí.

Es probable que esa configuración imperial, a la que Marx calificaba de "asiática", tenga también origen en la incorporación de la comunidad sefardí de origen hispano tras 1492. Tanto por formación como por contactos en todo el Mediterráneo, los sefardíes tendrán una influencia política tremenda. En Salónica esa influencia es evidente aún hoy. En Estambul se ha desdibujado, pero la historia del Imperio otomano la refleja con claridad. Los sefarditas nunca fueron "incorporados". Se les mantenía como un cuerpo definido especializado y vigilado. A su vez, ellos mismos, atendiendo a los antecedentes, sabían que deberían establecer alianzas como comunidad que les permitieran la supervivencia en caso de inestabilidad.

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La relación turca con Europa tiene un fuerte componente francés desde 1535. A ello hay que añadir la relación con genoveses y venecianos desde finales del siglo anterior, potenciada por la incorporación de los sefardíes españoles. A estas dos relaciones se une, a partir del siglo XVIII, la relación militar con Prusia primero y con Alemania después, que durará hasta la Primera Guerra Mundial. Después aparecerán Inglaterra y Estados Unidos, como en el resto de la región, con el rastro de muerte y rapiña conocidos. La rivalidad constante será con lo persa y lo chiíta, así como con la presión rusa desde el norte. La influencia musulmana -radical-, es creciente en los últimos cien años, a pesar de Ataturk y de que su laicismo jacobino forma parte del germen del país actual. Erdogan ha roto todo eso, y las consecuencias están por verse. Si algún día hay guerra en Irán entenderemos la profundidad de ese giro, que puede ser nefasto para la especie humana, dada la concentración de arsenal nuclear desde Pakistán a Tel Aviv. De momento, el "primer set" que simbolizaba el Califato y el Isis, ha sido detenido por el ejército sirio y la aviación rusa. Un califato proisraelí  en la región habría supuesto un desequilibrio belicista sin contrapeso, y una guerra sin fin. Si a un tipo como a Santos se le entregó un nóbel, ¿qué tendría que recibir Lavrov?

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En la historia de Turquía las llamadas minorías han tenido usualmente una actitud poco fiel hacia el Imperio, al que consideraban -y consideran aún hoy, en su forma de estado nación-, como esencialmente turco. Todo ello a pesar de las concesiones y privilegios comerciales. Por esa razón, cuando Ataturk refundó el país dejó claro que no habría trato especial hacia ninguna minoría, empezando por kurdos y armenios. Igualmente entendía que las provincias árabes suponían una carga para el futuro y que Turquía no debía intervenir ni en Siria ni en Arabia, y mucho menos en Iraq.

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Curiosa la historia del fez y cómo en la década de los años veinte hubo muertos porque llevarlo en la cabeza era una forma de rebelarse frente al gobierno de Ataturk y las reformas europeístas que estaba llevando a cabo. Previamente, en 1829, el fez había sido impuesto por un sultán progresista para terminar con el complejo código de los turbantes, que segmentaba y diferenciaba a la sociedad. Cuando hoy en día, en las terrazas de Estambul, vemos a un derviche girar con un fez en la cabeza, no somos conscientes de la dimensión que tiene para los turcos. Esa exhibición de religiosidad popular y fez supone toda una impugnación del estado turco contemporáneo.

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En general, la historia de Turquía es la de la lucha estatal por la imposición de una hegemonía y una ortodoxia frente a una multiplicidad de territorios y contrastes. En el fondo, el problema de Turquía -como el de España-, es la riqueza cultural, de lenguas y procedencias. Demasiada densidad histórica para estados y administraciones escleróticas por la influencia de las mafias, la corrupción y el caciquismo. Ortodoxia y heterodoxia, particularismo y generalidad, centro y periferia, pasado y futuro, religión y secularización... dilemas de los ex-imperios periféricos a los que el siglo XIX se les atragantó sin remedio.

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Turquía atravesó la Segunda Guerra Mundial de puntillas, intentando evitar la catástrofe de la Primera, en la que la adhesión otomana a sus socios prusianos supuso el final del Imperio y una debacle catártica. Tras los  años de cercanía entre Ataturk y Lenin, la situación geoestratégica volvió a donde siempre había estado: el Imperio Ruso -ahora reconvertido en Unión Soviética-, ambicionaba el control sobre los accesos al Mar Negro. Al mismo tiempo, Turquía dependía económicamente de la venta de materias primas a Alemania -especialmente cromo para el acero-, y no quería provocar una nueva invasión angloamericana como la que se había producido tras el final de la Primera Guerra Mundial. La fortísima presencia anglo-norteamericana en las antiguas provincias árabes suníes y el protectorado francés en Siria, hacían imposible que Turquía pudiera mantener la neutralidad sin sufrir consecuencias y, sin embargo, lo logró hasta el último momento. Declaró la guerra en ¡febrero de 1945! con el único objetivo de cumplir lo previsto en Yalta para ser miembro fundador de Naciones Unidas. Mediante maniobras diplomáticas de retardo en el cumplimiento de sus compromisos, lograron que la guerra no se llevara por delante a otra generación de turcos. Al finalizar del conflicto el territorio y la economía estaban intactos. Sin embargo, y a pesar de la oposición de la URSS, Turquía fue aceptada como uno más entre los países vencedores. Accedió al Plan Marshall y se incorporó a la OTAN en 1952, apenas formada. A pesar de la ayuda recibida de la URSS en el momento de la Guerra de Independencia frente a las potencias invasoras tras la Primera Guerra Mundial, se impuso el anticomunismo y Turquía pasó a la órbita occidental durante toda la Guerra Fría.

Hay dos episodios durante la Segunda Guerra Mundial que avergonzaron a la joven República Turca y que pesan en su memoria democrática. En primer lugar los impuestos especiales a los que se sometió a las minorías cristiana y judía a partir del año 1942, en clara contradicción con los principios igualitaristas de la República turca. El otro incidente fue el mantenimiento del buque Struma en el puerto de Estambul sin recibir ayuda hasta que fue abandonado en mitad del mar y hundido por un submarino soviético. Era un barco con ochocientos refugiados judíos de Bulgaria que se dirigían a Palestina. La República turca les negó ayuda entre diciembre de 1941 y febrero de 1942. Los refugiados padecieron hambre y enfermedades dentro del barco. Desde principio de los años treinta Turquía se había beneficiado de la incorporación de judíos huidos de la Alemania nazi. Cuando llegó el momento de enfrentarse pudo más las relaciones comerciales que la dignidad democrática. En realidad es un episodio perfectamente equiparable -incluso menor-, a los numerosos actos de colaboracionismo francés, búlgaro o rumano.

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Hay otro rasgo histórico común entre Turquía y España: el anticomunismo inducido de los años 50. En el reparto geopolítico de la Guerra Fría a ambos países les tocó la función de contención del bloque socialista. En realidad esa función le tocó a todo dios, pero a los países periféricos de Europa central les tocó sobreactuar el rol hasta extremos grotescos. Esta función supuso que en ambos países se instauraran formas de autoritarismo conjugadas con economías de mercado abiertas. Esto supuso , a su vez, intentos frustrados de planificación mezclados con desequilibrios salvajes en el crecimiento. Una de las características de esa combinación es la proliferación de suburbios chabolistas posteriormente pseudo urbanizados y la constitución de entramados inmobiliarios con poder omnímodo. El fútbol como obsesión colectiva y vehículo de dominio viene inmediatamente después. Da la sensación de que Turquía y España funcionaban en espejo desde el punto de vista global. Aún hoy dibujan evoluciones parecidas en muchos aspectos. Dos ejemplos:












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