El género en disputa, de Judith Butler
Un proyecto político: aumentar la gama de configuraciones posibles del género. Entiendo que dicho "aumento de la gama" implica un movimiento emancipador cuyo sujeto no es, exactamente, "las mujeres". De algún modo, el proyecto de Butler trasciende las fronteras del feminismo y, por tanto, su aclaración inicial en cuanto a que su libro se debería inscribir en la autocrítica del feminismo, más que en la crítica del mismo, queda en entredicho. De hecho, entre los numerosos conceptos y marcos que el ensayo intenta desvelar como no naturales está el propio sujeto del feminismo.
El concepto de "performatividad" aplicado al género tiene algo muy epocal que las feministas contemporáneas ponen, lógicamente, en duda. Lo hacen de forma, con frecuencia, poco delicada. Empiezo a entender la fuente de la indignación. En cualquier caso, la propia Butler advierte que dicho concepto no se puede interpretar en una clave "liberal", en cuanto a pura concanetación de gestos que devienen en identidad.
Biología como destino. Cultura como destino. Butler actúa como una guía que busca mostrar las trampas lingüísticas y pesudoracionales que nos construyen en el eje binarista, reduccionismo positivista y, por tanto, "europeo". Establecer la genealogía de los marcos y las limitaciones que implican parece el principal objeto del libro y, por tanto, entiendo que estaríamos ante una nueva fase del gran movimiento de desconfianza y destrucción del falso naturalismo decimonónico. Otra más.
Una vez que se supera el anunciado escollo del lenguaje, el libro deslumbra.
Es divertida la caracterización pseudocientífica desvelada por Butler en cuanto a la construcción del deseo y de la matriz heterosexual del mismo a través de la obra de Freud, Levi-Strauss y Lacan. Básicamente estos señoros nos explicaron a todos que el lenguaje es un placebo por no ser capaces de follar con mamá. De esa frustración viene todo el malestar y la propia incapacidad intrínseca del lenguaje para significar un carajo, dado que es, en sí mismo, un acto fallido, una forma de procastinación de la supuesta función natural y básica del homo sapiens, que es follarse a su madre. En ese esquema la mujer es un objeto con el que comerciar y su deseo un misterio insondable que, total, para qué vamos a contemplar, si nosotros estamos hablando de nuestras cosas de científicos y hombres. La naturalización. La exclusión del debate. Lo que viene siendo pensamiento religioso. La manera en que Butler desvela el tinglado es deliciosa. Seria. Paso a paso. Paciente y sistemática. En este sentido el libro es muy divertido y muy respetuoso con los tótems que destruye. Me recuerda, una vez más, a Le Guin, que en una entrevista decía que el peor personaje de la historia, el más miserable, el más horrendo, es Dios en el libro de Job. Ese tipo es un puto psicópata. Pues el trío de las neuronas (Freud, Levi-Strauss y Lacan), jodieron a las mujeres bien jodidas para otros cien años.
Es divertida la caracterización pseudocientífica desvelada por Butler en cuanto a la construcción del deseo y de la matriz heterosexual del mismo a través de la obra de Freud, Levi-Strauss y Lacan. Básicamente estos señoros nos explicaron a todos que el lenguaje es un placebo por no ser capaces de follar con mamá. De esa frustración viene todo el malestar y la propia incapacidad intrínseca del lenguaje para significar un carajo, dado que es, en sí mismo, un acto fallido, una forma de procastinación de la supuesta función natural y básica del homo sapiens, que es follarse a su madre. En ese esquema la mujer es un objeto con el que comerciar y su deseo un misterio insondable que, total, para qué vamos a contemplar, si nosotros estamos hablando de nuestras cosas de científicos y hombres. La naturalización. La exclusión del debate. Lo que viene siendo pensamiento religioso. La manera en que Butler desvela el tinglado es deliciosa. Seria. Paso a paso. Paciente y sistemática. En este sentido el libro es muy divertido y muy respetuoso con los tótems que destruye. Me recuerda, una vez más, a Le Guin, que en una entrevista decía que el peor personaje de la historia, el más miserable, el más horrendo, es Dios en el libro de Job. Ese tipo es un puto psicópata. Pues el trío de las neuronas (Freud, Levi-Strauss y Lacan), jodieron a las mujeres bien jodidas para otros cien años.
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