El abogado del terror

         Hay seres humanos llamados a no transitar la vida de forma apacible. Este tipo es uno de ellos. El espectáculo de su inteligencia es, en sí mismo, fascinante. Su posicionamiento y su capacidad de deslegitimación del sistema, también. Ambigüedad. Qué difícil. Sólo para adultos. El documental con el título de arriba es imprescindible. Y de paso, voy a volver a ver Múnich, de Sorkin/Spielberg.
  


- ¿Defendería usted a Hitler?
- Defendería incluso a Bush. Siempre y cuando se declarara culpable.

        Esa réplica vale como muestra del tono general de este hombre. Saltaba por la ventana llevándose el marco por el camino.


Silvia Cattori : Usted conocía a Milosevic. ¿Qué sintió al conocer su muerte? 

Jacques Vergès: Soy uno de sus abogados. ¿Qué sentí? Sentí indignación porque a todas luces es una muerte que se ha querido. Desde este punto de vista es un asesinato. Milosevic estaba muy enfermo. Le impusieron unas sesiones agotadoras que terminaban después de la hora de su paseo cotidiano, que consistía en recorrer los cien pasos del patio de la cárcel. Estuvo muy enfermo a principios de este año y pidió que lo atendieran en Rusia. Ya no estamos en los tiempos de la Guerra Fría. Los rusos habían prometido mantenerlo en manos de la justicia, no permitirle escapar. El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) denegó que se le tratara en Rusia. Se le denegó a este hombre que necesitaba un tratamiento urgente, con el objetivo de que muriera.
           Hoy la autopsia afirma que murió de infarto, lo que es una muerte natural. No es cierto. Se puede provocar la muerte natural. Durante la guerra de Argelia las nietas de un hombre al que acabaran de detener me nombraron su abogado. Les dije que iba a intervenir ante las autoridades para que no lo torturaran y ellas me contestaron: “Pero, no se trata de torturas, se trata de su vida, es diabético y necesita una inyección diaria de insulina, sin la cual muere”. Murió de muerte natural.
           En el caso de Milosevic, aunque no se encuentren restos de veneno, ha muerto de muerte natural, pero una muerte natural provocada. Me preguntan: pero ¿por qué? Porque, en primer lugar, era un hombre valiente, que se defendía solo ante el tribunal y querían quebrarlo, aún a riesgo de matarlo. Pues buen, lo han matado. Por eso afirmo que este tribunal es un tribunal de asesinos. 

Silvia Cattori: Por consiguiente, ¿ha cometido un fallo Carla del Ponte al no conceder al acusado el respeto al que tiene derecho todo preso? 

Jacques Vergès: Sí, se le ha negado a Milosevic el respeto al que tiene derecho todo preso. En Francia tenemos un exministro, Maurice Papon, que fue condenado por crímenes contra la humanidad. Se sintió enfermo. Los médicos lo constataron y se le puso en libertad. Se le trató humanamente. 

Silvia Cattori: ¿No siente usted consideración alguna por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia? 

Jacques Vergès: Este Tribunal Penal Internacional es una institución ilegal que ha sido establecida por el Consejo de Seguridad, el cual no tiene ningún poder judicial. No se puede delegar un poder que no se tiene. La Asamblea era la única que podía decidirlo.
          En segundo lugar, este tribunal carece de ley. En Francia, cuando una persona acude ante un tribunal, existe un código de procedimiento que se aplica. En el caso del TPIY, no hay código de procedimiento. El procedimiento del TPIY cambia según sus necesidades. En lo que concierne a Milosevic, se ha cambiado el procedimiento veintidós veces.
          En tercer lugar, este tribunal se ocupa de hechos anteriores a su creación, lo que es ilegal. Eso se llama “retroactividad de la ley penal”, procedimiento que es perfectamente contrario a todas las reglas democráticas. Este tribunal admite que unos testigos puedan dar testimonio ocultos. ¡¿Cómo es posible que haya un debate?!
         Este tribunal afirma que en algunos casos el rumor público bastará como prueba. Ahora bien, sabemos hasta qué punto el rumor público está repleto de errores y de manipulaciones. Finalmente, como colofón a todo esto, el tribunal acepta donaciones: el 14 % del presupuesto del TPIY proviene de donaciones. Por ejemplo, George Soros, que es un adversario de Serbia, contribuye al pago del salario de los jueces. ¿Qué diría usted si tuviera que comparecer ante un tribunal pagado por una cadena hotelera o por una cadena de tiendas de alimentación? 

Silvia Cattori: ¿Acaso ya no existe la legalidad internacional? Por consiguiente, ¿qué confianza pueden tener todavía en la justicia las personas débiles? 

Jacques Vergès: ¿Legalidad internacional? ¿Ha oído hablar de Guantánamo? ¡¿Qué legalidad?!? Aún se ha sabido algo que es todavía peor que Guantánamo: que unos servicios secretos estadounidenses tienen en Europa prisiones a las que se envía a personas para que sean torturadas en ellas sin que se sepa. Se han barajado nombres como Polonia y Rumanía. 

Silvia Cattori: ¿Cómo es posible que Francia o Europa no den un puñetazo en la mesa ante la gravedad de las violaciones a las que asiste el mundo? 

Jacques Vergès: Lo que me gustaría en este sentido es que países como Francia se opusieran pero, por desgracia, no es el caso. Creo que el que [Francia] se haya opuesto a la guerra contra Iraq ya es gran cosa, es algo inesperado.
         Estados Unidos mantiene presas a personas en Guantánamo fuera de toda legalidad. Estos presos ni siquiera dependen de la ley estadounidense. También se ha visto en la cárcel de Abu Graib como la tortura ya no era un instrumento del interrogatorio, sino un instrumento de humillación de la dignidad humana. En Argelia los franceses afirmaban que cuando torturaban, lo que era innoble, era para obtener informaciones. Pero cuando, como hemos visto, una joven estadounidense se ríe arrastrando de una cadena a un hombre que agoniza, esto no se hace para buscar documentos, es para asimilar a ese hombre a una bestia. Asistimos ahí a una época en la que la humanidad se está volviendo salvaje. 

Silvia Cattori: Al no condenar a Estados Unidos y Gran Bretaña durante los años en los que, violando la ley, estos países bombardearon en Iraq la zona llamada “de exclusión aérea” [No fly zone], ¿no se hizo cómplice la ONU de los preparativos de esta guerra? 

Jacques Vergès: Por supuesto que sí. Ninguna instancia condenó verdaderamente los malos tratos a estos presos. Sin embargo, la ONU no votó esta guerra. Los estadounidenses emprendieron esta guerra con una mentira. Todo el mundo sabía perfectamente que Saddam Hussein no tenía armas de destrucción masiva. Y, a pesar de ello, la guerra se llevó a cabo con este falso pretexto. Y nadie condena a los agresores.
       Por otra parte, hubo un embargo [en Iraq] entre ambas guerras, un embargo que provocó la muerte de quinientos mil niños y niñas. Es la OMS quien lo afirma. Cuando se le preguntó a [la entonces secretaria de Estado estadounidense] Madaleine Albright qué opinaba de ello, respondió: “Es el precio de la democracia”. ¿Acaso un régimen, sea el que sea, merece el sacrificio de quinientos mil niños y niñas? Donde se encuentra a los criminales contra la humanidad es entre las grandes potencias occidentales 

Silvia Cattori: La gente recuerda la época en la que los medios de comunicación le calificaron de “nazi”, de “terrorista” por haber defendido a Barbie y Carlos. ¿No le molesta cuando le arrastran por el fango? 

Jacques Vergès: No. 

Silvia Cattori: Y cuando le tratan de “antisemita”; ¿le deja indiferente? 

Jacques Vergès: Mire, desde el momento en que no es verdad, me deja indiferente. 

Silvia Cattori: ¡Pero el rumor puede destruir carreras! 

Jacques Vergès: Vivo en un país que se llama Francia. Existe una tradición en Francia: el francés tiene tendencia a sentirse solo contra la clase dominante. Está a favor de d’Artagnan, de Mandrin. 
        Un día salía de la sala de lo criminal de Aix. Atravesé el mercadillo que se forma en la inmediaciones del Palacio de Justicia. Un colega me dijo: “No me sorprende cuando la gente te reconoce, lo que me sorprende es la manera como te saludan: no saludan a un notable, saludan a un cómplice. Sigamos, pues, maestro”. 

Silvia Cattori: Aparte de usted, hay muchas personas a las que se acusa de “antisemitismo”, de ser “antijudías”, que es un delito que ¡pesa más que la acusación de “racismo”, de ser “antiárabe”! 

Jacques Vergès: Ahora no se me trata de antisemita. Mi alegato de defensa se editó y difundió en la televisión; se vio claro que yo no había mantenido un discurso “antisemita”. Usted sabe cuál es el problema de los medios de comunicación: los medios aúllan con los lobos. Consideran que es su función. Durante el proceso a Barbie le dije a un periodista de la televisión: “El servicio que usted podría hacerme es el de publicar todos los días mi foto en su telediario y decir «este hombre es un cabrón». Los franceses no son tan brutos y descifrarán su mensaje, y se dirán: si se le insulta tanto es que es un buen tipo”. 

Silvia Cattori: ¿Cree usted verdaderamente que las personas sometidas al bombardeo mediático saben tener en cuenta todos los factores? 

Jacques Vergès: A la larga, sí. 

Silvia Cattori: Usted ha conocido a personalidades como Tarek Aziz, al que muchas personas respetaban. Hoy se les trata como a perros, se les tortura. ¿Cómo vive usted, en su fuero interno, esta violencia de los Estados hecha en nombre “de los derechos humanos y de la democracia”, y que ya ha causado tantas víctimas y tanto sufrimiento?  

Jacques Vergès: Como la gran impostura. Vivimos un periodo de salvajismo y de impostura. Saddam Hussein era un aliado de Occidente y después un día se pensó que era demasiado fuerte y se decidió abatirlo. Y a continuación, se le abatió a base de mentiras. Hoy se reconoce eso.
       Y también se nos dice que se está luchando por los derechos humanos, pero nunca se ha humillado y pisoteado tanto a las personas como en las cárceles estadounidenses, en Iraq y en Guantánamo. Se fue a Afganistán para vencer a los talibán y el resultado es que la producción de opio se ha multiplicado por diez.
       Se amenaza a Irán afirmando que Irán no tiene derecho a tener la bomba atómica. Ni siquiera debe haber la sospecha de que tenga medios de fabricar la bomba nuclear, aunque Irán tiene dos vecinos que ya la tienen: Pakistán por una parte e Israel por otra. ¿Por qué estos dos países tiene derecho a tener la bomba e Irán no? No busque respuestas. Son decisiones de los poderosos del momento. 

Silvia Cattori: ¿Imagina usted que se pueda modificar el curso de las cosas?  

Jacques Vergès: En 1941 en Europa se podía prever que las cosas cambiarían si Hitler hacía una locura. La hizo: atacó la Unión Soviética y fue derrotado.
        Creo que todo esto va a terminar por medio de una locura y, desgraciadamente, de una gran masacre. En ese momento se pondrá fin a este estado de hipnosis en el que vive el mundo. Por ejemplo, se sabe muy bien que si Estados Unidos ataca Irán asistiremos a una confrontación extremadamente grave en todo Oriente Próximo, que incluso tendrá consecuencias para los países occidentales, con el precio del petróleo. ¡Por eso dudan tanto! 

Silvia Cattori: Por consiguiente, las llamadas “guerras preventivas”, defendidas incluso por personalidades que se consideran humanitarias, como Pascal Bruckner y Bernard Kouchner, por ejemplo, ¡no llevan al mejor de los mundos! 

Jacques Vergès: No. No hay más que ver actualmente esta supuesta “guerra contra el terrorismo”. ¿Qué es el “terrorismo”? No es una entidad. Yo hice la guerra en la armada francesa, era artillero. La artillería no era una entidad. No había una artillería contra una infantería. Había una artillería alemana y una artillería francesa.
        Los “terroristas” son diferentes entre sí. Los miembros del IRA y los de Al Qaeda no son los mismos, ni los de ETA y los corsos son los mismos. Pero en nombre del “terrorismo” se justifica todo. 

Silvia Cattori: ¿No existe un derecho internacional para los pueblos bajo ocupación o agredidos, para que se defiendan? 

Jacques Vergès: Eso se llama resistencia. En Francia la palabra terrorismo la utilizaron por primera vez los alemanes, durante la ocupación. 

Silvia Cattori: Entonces, ¿cómo explicar que, con el acuerdo de todos los partidos, desde la extrema izquierda a la derecha, el Parlamento Europeo haya inscrito al movimiento Hamas en la lista de “organizaciones terroristas” a petición de Israel y de Estados Unidos? 

Jacques Vergès: Porque, en mi opinión, se vive en un equívoco. Durante el juicio contra Barbie yo decía que cuando se examinan los crímenes de la Alemania nazi, “antes de juzgar, hay que tratar de barrer ante la puerta de casa”. La Gestapo cometió menos crímenes en Francia que los que cometió Francia en Argelia, o que los que cometieron los rusos en Afganistán o los estadounidenses en Vietnam. Y se me responde: “No, nosotros somos una democracia”.
        Pero una democracia es capaz de crímenes. Existe este equívoco: ¡la democracia no sería capaz de crímenes! Al contrario. Cerca de Nueva Zelanda tiene usted una isla que es mayor que Suiza: Tasmania; ya no existe Tasmania. La última tasmana murió en 1977, destruida por los colonos ingleses. Tomemos el caso de los pieles rojas, de los incas, de los aztecas, ¡todos fueron destruidos!; eran civilizaciones florecientes.
       Por consiguiente, las democracias son tan capaces de crímenes como las dictaduras. Con circunstancias agravantes en el caso de las democracias: la opinión pública es conocedora. Se me dice que existe la libertad de prensa. Entonces, esto agrava la responsabilidad de la opinión. 

Silvia Cattori: ¡Yo no creo que la opinión pública sea conocedora! 

Jacques Vergès: Durante la guerra de Argelia denunciamos la tortura. En el caso de Abu Graib, todo el mundo sabe lo que pasa, aparecieron las fotos en las televisiones. 

Silvia Cattori: La opinión pública estuvo precondicionada: ¿acaso no se le presentó la guerra como el “mal menor”? 

Jacques Vergès: Pero la historia del “mal menor” no excusa esta inhumanidad gratuita y la opinión pública lo sabe, y la opinión pública no reaccionó. 

Silvia Cattori: ¿Se imaginaba usted hace quince años que las cosas serían así? 

Jacques Vergès: Sí, a partir de la caída del muro y de la caída de la URSS, cuando Estados Unidos se encontró con que era el único amo y a la cabeza, unos dirigentes incultos. 
        No es sorprendente que los dirigentes alemanes y franceses hayan estado en contra de la guerra en Iraq. Francia y Alemania no son islas. Chirac tiene una experiencia del mundo árabe. Fue oficial en Argelia, sabe qué es una guerra de liberación.
         Los estadounidenses no lo saben. Estados Unidos es una isla. Puede que lo sepan la capa culta de la costa oeste y este, pero el Estados Unidos profundo, desde Nebraska a Arkansas, lo ignora. En Belgrado les decía a unos serbios: “¿cómo quieren explicar a un tipo de Arkansas que Kosovo es la cuna de su nación? Ellos no tienen naciones. No tienen historia”. 

Silvia Cattori: ¿Quiere usted decir que han vuelto los bárbaros? 

Jacques Vergès: Si, desde luego. Creo que la humanidad no ha vivido una época tan salvaje como esta. En Europa había ciertas reglas; hoy ya no se respetan. 

Silvia Cattori: ¿Quién puede hacer de contrapeso de la superpotencia estadounidense? 

Jacques Vergès: Desde el punto de vista militar, nadie. Pero desde el punto de vista económico, muchos países pueden. Hoy la guerra ya no es solo militar, está fuera de las normas. Basta con que dos torres se desmoronen en Nueva York, con un atentado de una organización que no tiene territorio, para que las compañías aéreas estadounidenses se declaren en quiebra. Basta con que haya unas maniobras chinas en el estrecho de Formosa para que se hunda la Bolsa de Taipei. 
          Al final, incluso estando sometidos, la televisión y los periódicos tendrán que decir ciertas cosas. La opinión pública es muy lenta en cambiar de punto de vista, pero se despertará. Un día cambiará de punto de vista. 

Silvia Cattori: ¿Quiénes son hoy los propietarios de las democracias occidentales? ¿Quién manda realmente? ¿A quién pueden acudir todavía los pueblos oprimidos?  

Jacques Vergès: En nuestras democracias, son los directivos de las grandes empresas. El ejemplo es típico: cuando los fabricantes de galletas “LU” despiden a su personal, los huelguistas se dirigen a Lionel Jospin, que entonces era el primer ministro francés, y este les responde: “¿Qué puedo hacer?”. Efectivamente, en el sistema actual no podía hacer nada. 

Silvia Cattori: Así pues, ¿la gente ya no puede cambiar nada? 

Jacques Vergès: Sí, pero para cambiar se necesitarán verdaderamente grandes conmociones. 

Silvia Cattori: Actualmente el relator Especial del Consejo de Europa, el fiscal suizo Dick Marti, encargado de aclarar la existencia de “prisiones volantes” de la CIA, lucha con los gobiernos reticentes a suministrarle información. ¿Cree usted que va a poder ir hasta el final de la investigación? 

Jacques Vergès: Si quiere puede lograrlo. Cuando uno se empeña la verdad acaba siempre por resplandecer: siempre hay testigos. Lo conseguirá a condición de que acepte estar aislado y ser insultado. Le deseo mucha suerte.
 
Esta entrevista se publicó el 14 de marzo de 2006.


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