La realidad responde a las matemáticas. Nuestro universo está compuesto por matemáticas. Es decir, no es que las matemáticas sean un buen vehículo de acercamiento. No. No hay metáfora. Literalmente somos una proyección de una concentración de datos situados en algún lugar igualmente real, probablemente en la superficie interior de un agujero negro. Es la idea contraintuitiva de una proyección tridimensional surgida de unas "paredes" en las que están estampados los datos que rigen esa proyección.

En el año 8000 a. de C. el planeta estaba habitado por cinco millones de personas. A la altura del año 1 d. de C. esa cifra había llegado a los 300 millones. La esperanza de vida hasta casi la modernidad, si se cuenta la mortalidad infantil, era de 10 a 12 años. La fertilidad era tremenda, para permitir la supervivencia de la especie. La muerte individual no era un problema de gran importancia, excepto en lo referido a personas que por una u otra razón ocuparan un rol especial. La mayoría de las personas morían sin que a su alrededor se produjeran especiales aspavientos. Los restos funerarios que constituyen la gran parte de los restos arqueológicos se refieren siempre a personas "especiales". Es imposible que ninguna cultura desarrollara ritos funerarios para todos los nacidos, porque en la casi totalidad de las situaciones demográficas de los mundos antiguos y prehistóricos eso les habría imposibilitado realizar ninguna otra actividad. A la altura de 1650 la población mundial era de 600 millones de habitantes. El crecimiento poblacional durante ese periodo (0 a 1650) es similar al -8000 a 0. La razón es la peste negra. Probablemente la población habría crecido más, pero la pesta dejó todo a la mitad. En realidad eso es como decir nada, porque no sabemos cómo debieron ser las epidemias de las épocas prehistóricas. Probablemente tan dañinas como la peste. En cualquier caso, hasta la mitad del siglo XVIII, y desde el Paleolítico, la demografía humana avanzó con paso homogéneo, con un crecimiento sostenido pero constante. Sin embargo, para 1800 la población había alcanzado los 1.000 millones de seres humanos. Había empezado la desbocada carrera.


Año Población Nacimientos cada 1000 personas Nacimientos para este intervalo
50.000 a.C. 2 - -
8.000 a.C. 5.000.000 80 1.137.789.769
1 d.C. 300.000.000 80 46.025.332.354
1200 450.000.000 60 26.591.343.000
1650 500.000.000 60 12.782.002.453
1750 795.000.000 50 3.171.931.513
1850 1.265.000.000 40 4.046.240.009
1900 1.656.000.000 40 2.900.237.856
1950 2.516.000.000 31-38 3.390.198.215
1995 5.760.000.000 31 5.427.305.000
2002 6.215.000.000 23 983.987.500
Número total de personas que han nacido en la Tierra 106.456.367.669
Población mundial a mediados del 2002 6.215.000.000
Porcentaje del número total de personas que han nacido en toda la historia de la humanidad que están vivos en el 2002 5,8
Fuente: Estimaciones del Population Reference Bureau.

En la imagen postapocalíptica de la Biblia, la resurrección de la carne afectaría, al menos, a esa cifra de almas, lo cual supone un curro. Me viene Kafka a la cabeza y una visita al Tribunal Superior de Justicia de Madrid, con enorme bloques de expedientes esperando a que alguien los lea. Ambas ideas provocan cierta melancolía, y resuenan a lo lejos las extrañas ironías de Spinoza. 106.456 es el número de millones de seres humanos que han habitado el planeta. Somos una multitud que entra y sale de una habitación, y cada vez entran más y tardan más en marcharse. El descenso de la natalidad da igual, porque la base sobre la que se produce el crecimiento ya se ha dilatado hasta los 7.000 millones. 

Todo este lío de la demografía humana se solucionará probablemente en breve mediante el holocausto nuclear. Hay un dato que me hace pensar en ello como cierto. Una especie que inventa la fisión nuclear como arma masiva antes que como fuente de energía está enferma de raíz. Me pregunto qué sucederá con la fusión. Stephen Hawkins dice que esa será la aportación de la física del siglo XXI a la humanidad: la fusión atómica y, por tanto, una fuente inagotable y perfectamente controlable de energía. Los físicos dicen que el problema científico primario está resuelto. En principio existe un problema de ingeniería, de desarrollo técnico, para el que son necesarias inversiones que a día de hoy están prácticamente censuradas. La física contemporánea ha encontrado las evidencias experiementales de que la fusión artifical es posible, y que es igualmente posible la obtención de enormes cantidades de energía neta. Pero hay que construir los artefactos, de tal modo que sean baratos e inofensivos. Las posibilidades bélicas de estas tecnologías no parecen muy grandes, y, por otro lado, un planeta con una fuente inagotable de energía no tendría porqué albergar guerras, si las consideramos como enfrentamientos con motivaciones materiales subyacentes en todos los casos. Pero, una vez más, el acercamiento materialista puede sucumbir ante la aparentemente inagotable capacidad generadora de desastres de la estupidez humana. Con fusión o sin fusión, continuarán existiendo las religiones, por ejemplo. ¿Y qué sucederá con el impulso puro de dominio? ¿Realmente existe eso?

Me pregunto qué experiencias ha tenido la humanidad de regreso a la artesanía desde la producción en serie. En el Imperio Romano hubo manufacturas globables, despiezamientos, modularidad, cadenas de montaje y todo lo que se nos ocurra. Por haber, hubo hasta fracking (ver Las Médulas y el Ruina montium)  A la altura del siglo VI todo ello se había ido al carajo. En las próximas décadas asistiremos a uno de esos dos fenómenos: o la resolución de gran parte de los conflictos humanos por medio del invento de la fusión nuclear artificial, o la desaparición física de una gran parte de la población del planeta y el regreso a formas de organización neolíticas. Philip K. Dick exploró ambas posibilidades, y le gustaba jugar a las paradojas. ¿En cuál de esos dos mundos queremos vivir? ¿Estamos seguros de nuestra elección? Esta dicotomía nos enfrenta a argumentos de ciencia ficción en un futuro cercano, lo cual es apasionante y hacen que nuestra vida vaya a ser obligatoriamente divertida. El tedio es de ignorantes.




























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