NUMANCIA 2

 


Siempre hay dos opciones: La que sucede y la que está a punto de suceder. Siempre.
   
El artista. El tullido. El ciego. El loco. El maricón. El contador. El fabulador. El cojo. El imbécil. El débil. El inútil. El estéril. El tierno. El genio. El imprescindible. La carne de cañón. La anomalía. La mutación.

El tecnócrata. El sádico. El buen colono. El hombre con una responsabilidad. La vanguardia de la civilización frente a la barbarie. La raza. La razón. El gourmet. El progreso.

ntomas del hambre: los primeros días, claridad de pensamiento. Descargas de adrenalina en cuanto sospechamos que puede haber una fuente de alimento cercana. Durante ese tiempo el deseo de comer está constantemente presente. Después, se pasa. El primer efecto fisiológico llamativo es la caída de defensas de forma muy intensa: cualquier bacteria tiene un inmenso organismo vulnerable, lo que se traduce en infecciones y diarreas, que retroalimentan, a su vez, la deshidratación. Las heridas van dejando de cicatrizar. A los 35 días se pierde el 25% de la masa corporal. Cuando terminan de desaparecer los depósitos de grasa los músculos comienzan a consumirse, lo mismo que los órganos internos: hígado, riñones, intestino y corazón. El metabolismo reduce la velocidad, con menos pulsaciones y la temperatura corporal y la frecuencia respiratorias bajan. La piel se seca y empalidece. Lo mismo con el cabello, que a partir de ese límite entre 30 y 40 días empieza a caerse. Desaparece el deseo sexual. Desaparece la menstruación. Sin embargo, el sistema nervioso es lo que mejor aguanta, aunque aumentan los extremos de temperamento, hipersensibilidad, apatía o irritabilidad. La muerte suele producirse por parada cardíaca por hipotermia o por infecciones masivas. A partir de los 40 días los daños son irreversibles, a menudo antes. Aunque la persona vuelva a comer con normalidad las lesiones orgánicas permanecerán.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mateo, de Armando Discépolo

Una estación de amor, de Horacio Quiroga

El joyero, de Ricardo Piglia