El Solitario y La muerte de Isolda

Un orfebre asesina a su mujer clavándole una obra valiosísima: un solitario -un alfiler de hombre- con un brillante engarzado. Trata Quiroga el orgullo despreciado, la neurosis, la crueldad. Para hacerlo nos esconde el pensamiento de Kareem, el joyero asesino. Su mujer lo putea durante meses porque no le compra nada y "no la cuida", a pesar de que él lo hace todo por ella. Bueno, básicamente trabaja como una bestia por ella. Pero a ella no le es suficiente. Y finalmente le falta el respeto. Es decir, le dice que le ha sido infiel, que es un cornudo. Mientras ella duerme, la asesina. 

De nuevo el horror ante la ciudad, ante el trabajo serial y obsesivo, ante la deshumanización. El hecho de que las joyas pasen por sea casa y sin embargo ni Kareem ni su mujer puedan disfrutar de la más mínima comodidad crea la atmósfera de horror. Quiero decir, no son enfermos porque sí. Los personajes de Quiroga están enfermos de modernidad, de alienación. 

En cuanto a La muerte de Isolda, es de nuevo un cuento sobre un amor desgraciado. El amor perdido por cobardía o mezquindad. El abismo de la culpa y del absurdo de un corazón egoísta. La autodestrucción de un hombre que se niega a amar a la mujer que lo ama desesperadamente. Esa decisión es letal. Ella se casa seis meses después. Este es un dato interesante. En los cuentos de Quiroga, ellas SIEMPRE se casan seis meses después. Mucha desesperación, muchas lágrimas, mucho lirismo, pero siguen en el negocio. En el mundo de Quiroga las mujeres son básicamente prostitutas: callejeras o burguesas, pero prostitutas al fin.

Hay un prestigio sospechoso de la locura en la literatura. Creo que es un error. Y ese prestigio no es más que una muestra de esteticismo vacío y de snobismo. Sucede lo mismo con el espíritu de contradicción. Decir que no o decir que sí a priori es lo mismo. Un juicio no es más lúcido por oponerse sistemáticamente. Eso es confundir adolescencia con inteligencia. La oposición a la norma sin más no es más que una nueva forma -y de bajo vuelo- de sostener y cultivar esa forma, ese paradigma. Bajo la negación absoluta está el amor y la sumisión absolutas. El juicio es puntual, autocrítico e irónico. Lo unívoco no es fuerte. Parece fuerte. Pero no lo es. 

Arlt es un autor monótono. En realidad escribió sobre un solo personaje repetido hasta la saciedad, y sobre un solo suceso, que en Los siete locos describe así: "(...) tenía esas desesperadas resoluciones de las naturalezas frenéticas que obedecen al imperio de las obsesiones con furor lento, una explosión profunda de la que ellos no escucharon el estampido, pero cuyo crecimiento de volumen centuplica el instinto". En realidad, está describiendo a un toro. Argentina debería ser el país de los hombres caballo, y tiende a ser un país de hombres toro. La locura y la astucia son formas aberradas de la imaginación y la inteligencia. En realidad son sus formas más degradadas.

Otro rasgo que detecta Arlt es la gratuidad, la arbitrariedad. En eso coincide con Nabokov, con Koestler, y con Quiroga. Un personaje comete un acto abyecto "porque sí". Para darle alguna entidad a su vida vacía.

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