Miedo al miedo

El inmediato futuro de la democracia se desarrollará en la tensión entre participación y representación. La representación emergente se arroga -y sustituye, por el momento- la participación del común. La absorción por los representantes del derecho democrático a la participación directa es evidente. Las direcciones de los nuevos dispositivos de representanción están cayendo -en tiempo récord- en la misma falacia del sistema que se derrumba. La representación acoge y potencia la participación, no la sustituye. Al hacerlo, falsea una y otra. En Europa -y en el mundo- hace falta imperiosa y urgentemente una insurrección democrática, un asalto de los mecanismos del poder por parte de la sociedad civil, que ha sido sustituida por la partitocracia y las corporaciones -suponieno que sean cosas diferentes-. El fracaso de la Revolución inauguró esta etapa de degradación de la sociedad mundial, y aceleró la destrucción global a manos de los neoliberales doctrinarios. No quedan muchas oportunidades. El silencio es criminal. El moderantismo no tiene ya coartada. El radicalismo lanzado como un insulto por la mafia hegemónica actual es cuestión de puro sentido común. Ser radical es inevitable en un escenario de dislocamiento como el actual. En cualquier caso, el término "radical" ha sido dirigido, desde hace cuatrocientos años, a cuanta persona digna ha abierto la boca. También a algún chiflado, todo hay que decirlo. Esta mierda vale para 2016 y para 1845. Darse cuenta deprime.


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