Blanco nocturno. Ricardo Piglia

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La claustrofobia del llano. La opresión de la seguridad. La oposición entre la Argentina esencial, productora agraria, y los sueños industriales, tirados abajo una y otra vez por los poderes fácticos. 

El libro se sitúa en 1972, en las vísperas del regreso de Perón. Han pasado diecisiete años desde la revolución "fusiladora", y en el campo argentino se vive en esa especie de estado psicótico y calmo que continúa siendo retratado a día de hoy. Está en esta novela algo de la aniquilación moral y psíquica de La Ciénaga de Lucrecia Martel, y de las novelas de Saer. El principal eje argumental gira en torno a la investigación de la muerte de un mulato portorriqueño llegado misteriosamente a un lugar indeterminado de la provincia de Buenos Aires, en mitad de la pampa. Aparece la especulación financiera como el contrapoder que hace que nada pueda moverse, así como la historia de una familia disfuncional desde su propio origen, que va lanzando sus taras de generación en generación como un regalo envenenado. Los entresijos del asesinato de ese misterioso viajero gringo desencadenan una provisional inestabilidad, que termina solucionándose a la manera siciliana, con silencio y versión oficial. Aparecen los personajes arquetípicos de este tipo de novelas: el traidor, la niña rica consentida y libertina (en este caso, en versión duplicada en forma de gemelas), el fundador del pueblo terrateniente, el ermitaño visionario (condenado a la derrota desde el principio), el comisario extravagante, el periodista fascinado, el fiscal corrupto...

Piglia se interesa por la combinación del silogismo lógico y la metáfora. Los complementa al entender que ambos implican una búsqueda del conocimiento. Esa tensión se suele manifestar con mayor contundencia en las zonas fronterizas de la experiencia. Cuando la lógica es demasiado sólida se llega a la obviedad que se respira en los centros. La literatura gauchesca es una gran falsificación. Igualmente, la "civilización" de la "bárbara" América no es más que la legitimación de un genocidio que se solapa con el siguiente.

Al final de la lectura queda una sensación de vacío, de algo excesivamente vestido. No deja de ser una novela negra rural, pero le falta la sequedad y contundencia del género. El estilo de Piglia es pedante, reiterativo, aburrido por momentos. Sin embargo, hay algo en el ambiente, en los personajes, en la trama, que te impregna, que se tiñe hasta un lugar sorprendentemente profundo.

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