Entrevista con la historia, de Oriana Fallaci
Un libro sobre la construcción de la
historia. Leerlo en 2014 nos descubre cómo el desarrollo de los hechos ha
estado totalmente controlado por determinados jugadores en detrimento de otros.
Fundamentalmente, al leer esta recopilación de entrevistas de 1975 y los años
inmediatamente anteriores, es fácil descubrir cómo la historia la han escrito
las trasnacionales mediante el brazo ejecutor del estado norteamericano, de sus
servicios secretos y de su ejército. Esta evidencia es, por un lado,
descorazonadora, pero por otro, liberadora, en la medida en que ofrece lucidez
y claridad para entender cómo nuestra vida política occidental se parece
bastante a una larga tarde de compras en un bazar ideológico en el que prácticamente
no queda nada que no sea una falsificación.
Fallaci es reduccionista a la hora
de aportar jugadores y puntos de vista. Empieza con Henry Kissinger, el gran
constructor, y termina con Alejandro Panagulis, el gran derrotado. Kissinger es
el reflejo perfecto no sólo de una época, sino de una forma de entender el
mundo desde y por el poder, la del maquiavelismo contemporáneo, la de la
destrucción del sueño democrático con el que se movilizó a la población
norteamericana para embarcarse en la Segunda Guerra Mundial. En la estela de
Kissinger, a lo largo del libro van apareciendo personajes de la derecha
colonial, desde Giulio Andreotti, a Sirimavo Bandaranaike, a Ali Bhutto, a Hussein
de Jordania a el Sha. En general son personajes sórdidos, cuyo enemigo oficial
es el comunismo. El espantajo del comunismo alimentó en la época a todos estos
sátrapas. Fallaci los retrata con exactitud. La entrevista a William Colby es
un eco grotesco de Kissinger. Es el mismo tipo de funcionario imperial pero con
muchas menos veladuras. Hay argumentos que se repiten: “la democracia
occidental no es para nosotros”, “nosotros practicamos el verdadero socialismo”,
“qué es libertad”, “una vez que han ganado, los comunistas nunca han abandonado
el poder”, etc… Esta parte del libro, la de los sátrapas neocoloniales, es
fácil de entender y de relacionar con la actualidad. Es la actitud cipaya de
gran parte de los gobiernos actuales del Tercer Mundo. España, y el sur de
Europa en general, van camino de incorporarse a este mundo. En esta parte del
libro la sombra de Kissinger es evidente, y Fallaci siempre pregunta y
repregunta por él hasta que se ven obligados a responder. Kissinger es el Padrino.
Todos estos alfiles del poder imperial han quedado relegados. Los embajadores
norteamericanos, y sus respectivos pueblos, han ido haciéndoles caer a medida que
sus egos enloquecidos los convertían en piezas menos controlables. Sin embargo,
en la mayor parte de los lugares, la estructura sobre la que el dominio norteamericano
se asienta ha permanecido. Quizás la revolución iraní sea una de las
excepciones.
El segundo gran jugador es el de los
resistentes, el de los terroristas y políticos de la marginalidad: General
Giap, Yasser Arafat, George Habash, Álvaro Cunhal, Alejandro Panagulis… Son
luchadores suicidas. Sus historias son pura épica. Fallaci los ama, incluso a
aquellos a quienes odia a nivel personal. Panagulis, el último, es el héroe por
excelencia, el torturado, el sufriente, el derrotado…
Es doloroso pensar en la Grecia
contemporánea, en ese país cínico y ahogado en su propia rendición al dinero.
Panagulis no aparece nunca. Apenas es mencionado por sus propios
correligionarios. Su sacrificio -y el de los miles que le acompañaron- fue
absolutamente inútil. Los griegos, la generalidad de los griegos, se
aprovecharon de su lucha para ver cómo caía la dictadura y para, una vez dentro
de Europa, dedicarse al fraude masivo. Es una historia similar a la de
Marcelino en España, sólo que Marcelino sobrevivió, y tuvo tiempo de traicionar
él mismo en el Congreso a sus compañeros muertos y torturados. Por otra parte,
Panagulis es otro ejemplo de ego sublimado a través de la política y la moral.
La misma libido sublimada de los jesuitas.
La épica de la libertad de Fallaci
se te cae de las manos en 2014. Todos estos luchadores perdieron. Sus pueblos
no los reconocen ni admiran, y casi todos han caído en el olvido. Si buscamos
la voz “Recife” en Wikipedia, por ejemplo, podremos encontrar como personajes
ilustres de la ciudad a futbolistas y otros figuras absolutamente banales, pero
nadie menciona a Helder Camara, obispo de la ciudad que durante la dictadura de
los setenta en Brasil fue de los poquísimos que denunciaron las torturas
espantosas del régimen. El caso de Brasil es especialmente significativo. El nuevo
Brasil ha borrado, directamente, a sus héroes. La amnesia del capitalismo
consumista abandona en las cunetas del olvido a los resistentes. Otro ejemplo
es Otis Pike, el primer congresista norteamericano que investigó las
atrocidades de la CIA en el inicio de la brutal campaña que ha traído el Nuevo
Orden Mundial. Pike es el precursor de Snowden o Assange. Nadie lo conoce ni
tiene presente, pero es interesante saber que en los años setenta ya hubo
personas dentro del propio sistema que lo cuestionaron por pura decencia. Y hablaban
de todas esas cosas que ahora nos resultan familiares: sobornos a gobiernos
títeres, encubrimiento de torturas, escuchas telefónicas, etc… Es fascinante el
retrato de Habash, el gran terrorista, el tierno pediatra. El fantasma del KGB
sobrevuela las cabezas de todos estos luchadores, si bien la historia nos ha
demostrado que la traición de los soviéticos fue evidente mucho antes de la
caída del muro. De hecho, es probable que el muro cayera precisamente por esa
renuncia sórdida de la Unión Soviética a ayudar a aquellos que luchaban en sus
países por la libertad del pueblo. La URSS se convirtió, en el fondo, en un
contratista más de la CIA, en un mecanismo más de asentamiento del Nuevo Orden
Mundial. Cuando les llegó su hora, cayeron. Roma no paga traidores.
Por último, el tercer grupo de
entrevistados es el de los socialdemócratas: Mario Soares, Willy Brandt,
Santiago Carrillo, Pietro Nenni… Sus testimonios suenan especialmente estúpidos
o cínicos en 2014. El caso de Brandt es especialmente irritante. Cuando llegas
a Soares el derrumbe es clamoroso. Por cierto, que a través de Soares se
encuentra la puerta para descubrir cómo la CIA -y con instrucciones del
mencionado arriba William Colby- contrató como “clientes” a los socialistas
europeos. Hay un episodio especialmente divertido: Alfonso Guerra y Lionel
Jospin llevando dinero alemán, proveniente de fondos CIA, para que Soares pare
los pies a los comunistas portugueses y empiece el festival liberal. La tercera
vía de los setenta queda retratada, con el paso del tiempo, como lo que era:
una manifestación más de la realidad líquida postmoderna, un engaño, una gran
estafa urdida por servicios secretos parafascistas.
La capacidad de repreguntar tocando
las narices al entrevistado es sorprendente. Fallaci era una periodista
tocapelotas hasta el extremo. Hay una simpatía subyacente hacia los chinos y la
manera oriental de entender la política, mucho menos agresiva y violenta que la
norteamericana. De algún modo, Fallaci confía en que la política china
contrarreste los excesos de americanos y rusos. Evidentemente en esto, como en
casi todo, Fallaci se equivocaba. Al mismo tiempo, el libro de Fallaci habla de
machos alfa imbéciles en lucha por el poder y de Estados Unidos apoyando a sus
empresas a costa de la vida de los habitantes del planeta. Según la propia
Fallaci, este libro nos enfrenta a la inquietante pregunta de si la Historia es
obra de muchos o de pocos, el arquetipo heroico o el arquetipo marxista de
construcción histórica. Personalmente me parece una pregunta irrelevante que
esconde una falacia. La historia se autogenera, pero no tiene un sujeto, porque
el término “historia” no refleja una realidad sustantiva, es una metáfora de
millones de vidas, nada más. Pensar en la Historia como un objeto, como un
producto, es falaz, idealista, inútil.
Otra conclusión interesante es que el liberalismo se ha defendido durante
décadas por medio del terror. Es decir, que el liberalismo, como construcción
en la realidad, es puro fascismo. Debería hablarse del “Liberalismo Real” en
los mismos términos en los que se habla del Socialismo Real. El liberalismo
real es una pesadilla, un holocausto de dimensiones estremecedoras, que jamás
será reconocido. Es una tupida red de genocidios invisibles. La postmodernidad
mediática y cultural podría resumirse en el mecanismo que el capitalismo ha
encontrado para esconder su genocidio cotidiano.
En la entrevista a Pietro Nenni Fallaci hace referencia a la necesidad de las
alianzas amplias de izquierda. En los setenta hay dos fascinaciones en la
izquierda, que darán lugar a dos tácticas, a dos realidades. Por un lado el
foquismo, el maoísmo, Vietnam. Por otro, la socialdemocracia, Olof Palme,
Suecia. La primera fue aplastada. Permaneció Cuba y, treinta años después,
surgió el bolivarianismo. La segunda malvivió hasta la crisis del 2007, cuando
el Nuevo Orden Mundial la aplastó, dejando claro quién manda dónde. Paradojas.
Líneas de tensión histórica que fluyen, se esconden, y vuelven a aparecer en la
superficie. En la distancia, este libro es una llamada a cierta visión
confunciana de la política, la historia y la vida. Ningún triunfo es
definitivo. Ninguna corriente vence de manera trascendente. La libertad y la
democracia son conceptos siempre problemáticos. Los traumas de ayer son los
motores de mañana. Los fantasmas se reencarnan una y otra vez, transmutados, en
un eterno presente que sugiere una circunspección distanciadora. Nenni estuvo
en la cárcel con Mussolini en 1921. El imbécil fascista surge de la nada. Basta
que cien periódicos digan durante seis meses que es un gran hombre. En una
sociedad enferma el imbécil puede triunfar sin problemas. Hace apenas tres días
he oído a un taxista madrileño hablar de la raza judía de Emilio Botín y de la
necesidad de terminar con los africanos en la frontera. En cualquier momento la
estupidez toma definitivamente el poder. La miseria arrastra a los hombres a la
locura. Cita Nenni a Lenin: "guárdate de provocar miedo inútilmente".
Ese miedo se vuelve contra la izquierda, ya que la derecha lo utiliza para
reprimir y controlar con mayor legitimidad. El miedo tiene que venir acompañado
de fuerza de acción, con toma del poder. El miedo por el miedo, esa necesidad
infantil, de macho alfa, de provocar miedo en un contrario caracterizado de
manera precaria, termina volviéndose contra uno. Tienen que tener miedo, pero
sólo momentos antes de sucumbir ante una mayoría democrática. Estos días en
Venezuela se puede observar la estupidez de la oposición, que provoca miedo
sin, aparentemente, contar los medios necesarios para cambiar el régimen
democrático bolivariano. Esperemos que también esta vez se vuelva contra ellos,
y que siga triunfando la democracia.
Una y otra vez, cuando los que lo vivieron vuelven a la política de los años 30
y al auge del fascismo en Europa, la guerra de España aparece como un momento
culminante. El fracaso de Europa en España, la neutralidad de Francia y Reino
Unido, el apoyo masivo de Alemania e Italia, la tibia ayuda soviética... todo
ello supuso la derrota de Europa. El cierre de persiana de 1945 se firmó en los
últimos meses de 1936 en las negociaciones absurdas que dejaron a la Segunda
República española a los pies de las bestias. El fracaso de la república
española fue el fracaso de Europa. Y cada vez menos personas lo entienden así.
Las fosas de Franco son las fosas de Europa.
Es gracioso cuando Fallaci se centra en los políticos italianos. Quedan fuera
la barbarie y la épica, y se entra en el terreno de la ambigüedad, de lo vacío.
Una política dirigida desde las sombras por la mafia, la CIA y la masonería
hace que desde la caída de Mussolini no se entienda nada excepto que el partido
comunista -sea lo que sea el comunismo italiano- no puede gobernar. Las
explicaciones se hacen complejas, laboriosas, imposibles... El reino de
Andreotti. La Italia de Andreotti. Y ahí continúan. Es imposible entender nada
porque no hay verdadero discurso ni discusión ideológica. Hay luchas de poderes
ocultos y, por tanto, lo que se expone es sólo una parte pequeña del problema
completo, que es de índole mafioso. Italia es, siempre, la maestra.
Comentarios
Publicar un comentario