El gato de Schrödinger en el árbol de Mandelbrot, de Ernst P. Fischer

El mundo es un conjunto de frágiles casualidades. Al acercarse a la física moderna  estremece lo lejos en el abismo de lo inconcebible que han llegado los científicos. Lo más fantástico de todo es que experimentalmente se van confirmando las teorías más delirantes desde el punto de vista de la  vivencia de cualquiera de nosotros. Y esto también es fascinante. Entre los diferentes argumentadores sobre lo "real" que la Humanidad ha tenido, pocos han podido imaginarse una estructura del Universo tan extraña y ajena a nuestra percepción como la que se va imponiendo como existente o más probable. El sentido común salta en pedazos antes de dar los dos primeros pasos.
           La realidad es inconstante. Hay saltos. De hecho, la realidad es el resultado de esos saltos. Al final, la materia se identifica con información. Lo real se disuelve. Hay energía. Hay información. Hay materia. Nunca hay ausencia. Hay ruido. Tres grados Kelvin. Provienen del Big Bang. Y hay mucha bruma. Mucho por descubrir. Y un Universo rebosante de paradojas. De hecho, la paradoja parece estar en el centro mismo de su funcionamiento. La mecánica cuántica nos expone a una concepción cósmica que vuelve inservible todo lo que sabemos a través de nuestros sentidos. Nos desnuda. Nos deja sin sentido común. El sentido común es una mochila de piedras. Nada más.  
           En general, la ciencia del siglo XX es una ciencia de lo invisible, mientras durante el XIX la ciencia se empeñó en hacer visible el misterio. Durante el XXI hay un nuevo impulso infantil de "visibilización", que obliga a que científicos honestos tengan que decir gilipolleces para que los proyectos sigan. El mundo capitalista exige resultados tangibles, extensibles. Por eso la presión de los técnicos es tan fuerte. Por eso el mal uso científico crece. ¿Quién paga? ¿Quién recoge beneficios? Creo que se sigue subestimando este hecho, y que a lo largo de mi vida podré ver los efectos radicales de ello. Los transgénicos, Fukushima o mi alergia primaveral no son más que pequeños anuncios. No sé qué pensar.
            Sobre la invisibilidad, me resulta muy sugerente la idea de Fischer -que al menos él expone- de que la ciencia incorporó en su momento la ansiedad romántica por lo nocturno, lo irracional, lo misterioso. Hay un punto en el que la ciencia se adentra en lugares extraños, en los que sus herramientas se doblan sobre sí mismos o resultan groseras. La ciencia se ha ido hasta el límite, y allí está ahora, ampliándolo. Esperemos a ver qué pasa.
           Otro ámbito explosivo es la biología molecular. La vida ha dejado de estudiarse mediante la observación de organismos para pasar al campo molecular, al campo genético. Este es otro salto también delirante. De niños, cuando nos explicaban las leyes de Mendel -que creo nadie es capaz de recordar con mínima exactitud- no dejábamos de imaginarnos guisantes. Ese recuerdo es tedioso. Era todo un coñazo partiendo de los guisantes. Hoy ya no hay guisantes. De hecho, ahora hay problemas químicos complejísimos que no dan resultados cerrados casi nunca. Y claro, para poder obtener ayudas económicas, la biología se está caricaturizando públicamente a sí misma. Es un poco absurdo, pero les está dando resultado. Pueden seguir investigando. La semana pasada fue el anuncio de Patarroyo del descubrimiento de los principios para poder generar vacunas sintéticas para las peores enfermedades. Y había descubierto esa piedra angular de conocimiento estudiando las cualidades genéticas de las bacterias causantes y de los virus que las modificaban. Biología molecular, virología, genética. Otro campo increíble en el que vivimos en una época dorada. 
            Es curioso, pero al leer sobre ciencia contemporánea se queda uno con la sensación de que la informática no es interesante. Es decir, parece que los procesos de complejidad de los dispositivos están en fase de crecimiento sin más. No parece que haya una investigación esencial sobre el mundo a través de la teoría de la información. De hecho, los avances conceptuales llegan de la física, como el concepto de entropía o lo fractal. Es decir, la informática parece estancada como campo de investigación al haber sido devorada por los técnicos. En este sentido resulta un poco lamentable la bola que se le da a Bill Gates o a Apple cuando lo que hacen, básicamente, es hacer cacharros cada vez más potentes y forrarse de pasta. Pero no parece que nos aporten gran cosa sobre el mundo o nosotros. Al menos, los científicos no parecen apasionados con la teoría de la información.
              
           

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