En los balcones, magnetismo y geranios. Los huecos que deja el eco de un miedo inmenso y eterno. La rendición y la ambición simultáneas, llamándose la una a la otra, buscándose en un movimiento circular de cachorro insomne. La acumulación y la ruptura de toda medida que entrega nueva medida en el cuenco de nuestras manos asombradas. Y otra vuelta. Y otra incomprensión. Y otra pregunta que ya fue respondida. Otra pérdida. Otro olvido. Otro dolor inútil. Los barrios de Madrid, machacados tantas veces, cómplices de sus amos, aulladores de la nada. Los balcones y sus banderas. Las banderas y sus habitantes secos y cerrados, futboleros y violentos. Aquellos lectores del Metro durante los bombardeos, aquella resistencia, duerme. Nos escucha.